Despido 2025 en el blog con el artículo sobre las mejores exposiciones que he disfrutado estos últimos doce meses. Ha sido un año en el que he viajado a Venecia y París, ciudades que son sendos museos en sí mismas, así que solo puedo comenzar por ellas este texto. En Venecia me cautivó especialmente la Tribuna del Museo Grimani, que reúne esculturas clásicas y cuya historia es muy atractiva. En 1587, está imponente sala que servía como antiquarium o sala privada de la familia Grimani, se quedó vacía, sin sus esculturas, pero desde 2019 vuelve a acogerlas con fidelidad a su apariencia original. Es una experiencia apabullante, un puro síndrome de Stendhal.
En Venecia también disfruté mucho con la Galería de la Academia, repleta de obras deliciosas de autores como Veronese y Tintoretto, y con el Museo Correr, que es el museo de la historia de la ciudad. Y, por supuesto, no son museos como tal, pero los monumentos de la ciudad de los canales, desde el Palacio Ducal a la Basílica de San Marcos también dejan con la boca abierta.
París, como bien escribió Hemingway, no se acaba nunca, y sus museos, tampoco. Son innumerables las pinacotecas de la capital francesa, así que siempre queda alguna por visitar en un próximo viaje. Esta vez descubrimos por primera vez el Museo Picasso de París, que cumple 40 años y que, además de reunir un buen número de obras del genial autor malagueño que vivió muchos años en la ciudad, también reflexiona sobre su figura, sin miedo a abordar debates como el de su trato a las mujeres.
En el Museo Carnavalet, abierto al público en 1880, se cuenta la historia de París. Impresiona la sala dedicada al recuerdo a las víctimas de los atentados terroristas de la sala Bataclan y Charlie Hebdo, que muestran la reacción cívica de una sociedad que no quiere dejarse amedrentar por la barbarie asesina. Uno de los periodos históricos más y mejor documentados en el museo es, claro, la Revolución francesa. En sus salas se puede pasar uno horas, porque además de la evolución del arte y la cultura de la ciudad, se presta atención al costumbrismo de cada periodo, con carteles de calles, por ejemplo, y toda clase de objetos y carteles que muestran el paso del tiempo en esta ciudad legendaria.
Más allá de París y Venecia, una exposición que me impactó especialmente fue Tiempos inciertos. Alemania entre guerras, que pude disfrutar en el CaixaForum de Barcelona. A través de objetos, obras de arte, fotografías y vídeos, la muestra relata los años cruciales entre el final de la I Guerra Mundial y la llegada del nazismo al poder en Alemania, con la República de Weimar, su exposición artística, sus grandes esperanzas e ilusiones, el daño devastador en la población de la culpa de la guerra, las penalizaciones del Tratado de Versalles y la hiperinflación. Una exposición que invita a reflexionar y que inevitablemente dialoga con el presente.
En mi adorada Barcelona también disfruté este año de la exposición Zurbarán (sobre)natural, que organizado el siempre inspirador Museo Nacional de Arte de Catalunya.
He disfrutado con muchas exposiciones en viajes, pero por supuesto también en la ciudad en la que vivo, en Madrid. Me quedo con dos que me deslumbraron: 1924. Otros surrealismos, que reunió en la Fundación Mapfre de Madrid un portentoso compendio de obras que permiten recorrer el impacto del surrealismo en el arte español, posando su mirada en la periferia de este movimiento que cumple cien años, y Veronese en el Prado, que es de un estilo totalmente distinto, claro, pero que también me fascinó.
Y de Madrid a dos ciudades que también siento como casa: Salamanca y A Coruña. La ciudad charra ha rendido homenaje este año a Carmen Martín Gaite con muchos actos y exposiciones. Una de ellas fue Carmen Martín Gaite y el collage, que reunió en el Palacio de la Salina de su ciudad natal muchos de los collages creados por la autora de El cuarto de atrás y Caperucita en Manhattan durante sus estancias en Nueva York. Obras artísticas que muestran la creatividad y versatilidad de la genial escritora cuyo contenerlo se ha celebrado este 2025 que hoy despedimos.
En Salamanca, la Fundación Venancio Blanco es un lugar de visita obligada, un rincón que concentra la belleza y la genialidad del escultor salmantino.
Por si a mi querida A Coruña le faltaran aliciente, siempre hay también alguna exposición que llama la atención cuando la visitamos. Este año destaco dos: Irving Penn. Centennial en la MOP Foundation, la fundación de Marta Ortega en la ciudad, especializada en fotografía y que es un nuevo espacio coruñés imprescindible, y El oro de los akan, en la Fundación Barrié, otro centro artístico de visita obligada en la ciudad.
Este año, en el que volví al fin a Cádiz, donde visité el Museo de las Cortes de Cádiz y el Museo del carnaval, también he podido dar rienda suelta a mi debilidad por las casas museos de escritores. Me encantó lo coqueto y recogido, casi clandestino, pero lleno de contenido y emoción de la Casa Museo de Antonio Machado en Segovia, y también disfruté a lo grande al ver cómo se preserva el legado de Rafael Alberti en su Fundación en El Puerto de Santa María.
Concluyo este último artículo del año recordando la visita que hice una mañana perfecta en el Guggenheim Bilbao. Siri Hustvedt ha escrito que no le interesa el arte que entiende con facilidad, sino sólo aquel que le lleva a interpelarla. Es una frase que resuena bien con el museo bilbaíno, volcado con el arte moderno y contemporáneo, ese que hay que afrontar con la mirada libre de prejuicios y con la mente abierta, que no siempre se entiende a la primera ni con facilidad, que tal vez nunca se entiende, porque no va exactamente de eso. Quizá porque, como dijo Maria Helena Vieira da Silva, “los pintores podemos sonar estúpidos cuando hablamos. Sabemos muchas cosas, pero hablamos a través de nuestras pinturas”. La exposición dedicada a la artista portuguesa, Anatomía del espacio; la impactante retrospectiva dedicada a Barbara Kruger y las exposiciones permanentes del Guggenheim, como La materia del tiempo, de Richard Serra, ofrecen un deleite al visitante que, en efecto, tal vez no se entiende con facilidad y al que cuesta poner palabras, pero que lo remueven de un modo muy profundo.
A todas las personas que leéis el blog y a vuestra gente os deseo lo mejor para 2026. Que sea un gran año en lo personal, que acompañe la salud y que nunca, nunca, nunca falten libros, películas, espectáculos teatrales, viajes y exposiciones.
¡Feliz 2026!










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