Paradise


Paradise es a ratos un tanto inverosímil, sus diálogos dejan a veces bastante que desear, tiene algunos excesos narrativos y tópicos propios de las producciones estadounidenses de acción y en ocasiones se enreda demasiado con su afán por dar giros constantes en la trama, pero la he disfrutado y me ha enganchado como pocas series en los últimos años. Tiene algo de 24, con tintes de ciencia ficción y distopía. Una serie extraña y atrevida, que mezcla géneros con inusitada facilidad, que nunca termina de sorprender y que logra resultar extraordinariamente adictiva. 

Al empezar a ver el primer capítulo estuve tentado de dejarla un par de veces. Tiene un aire a la clásica historia de macho alfa que se encarga de la seguridad del presidente, todo muy estereotípico, nada especialmente novedoso, hasta que, al final de ese primer episodio, el espectador descubre la primera de las grandes sorpresas que le aguardan, y que conviene no desvelar, porque Paradise es de esas series en las que sí importa esquivar todos los spoilers posibles. Podemos también es difícil escribir de ella sin contar más de la cuenta. 

Porque lo que parecía una serie mil veces vista, con formas y maneras ya demasiado gastadas, con diálogos altisonantes y personajes prototípicos, se vuelve de pronto otra cosa. Y coquetea con cuestiones como el poder, las élites la amenaza del cambio climático, las relaciones sociales o la política. La serie se propone, y consigue, llevar al espectador de asombro en asombro hasta el gran giro final de su último capítulo. Deja también abierta la puerta a una segunda temporada, ya confirmada por Disney Plus. 

La gestión de la trama, sus constantes idas y venidas, la forma de dosificar la información poco a poco para que siempre te quedes con ganas de más, es el gran aliciente de esta historia, que cuenta entre su elenco con Sterling K. Brown como el protector del presidente, hombre duro de acción y padre amantísimo de dos hijos; con James Marsden como el joven y algo alocado presidente; con Julianne Nicholson como una millonaria muy poderosa que se pasa media serie repitiendo que no es un monstruo y con Sarah Shahi como una psicóloga muy bien relacionada

Otro de los grandes aciertos de la serie es su capacidad de crear un mundo propio (y hasta ahí puedo leer). Es una serie de acción, sin ser sólo una serie de acción. Se enmarca dentro de las muchas historias presidenciales, pero va más allá de eso. Es ciencia ficción, pero no ciencia ficción pura. Es un poco de todo. A veces, de hecho, es demasiadas cosas. Pero el exceso no impide nunca que la serie enganche ni oculta los muchos méritos y hallazgos de la historia. Comienza muy, muy arriba y el riesgo habitual cuando esto sucede es que la serie se vaya desinflando a medida que avanzan los capítulos. Paradise esquiva esa amenaza con solvencia. 

La serie, además, tiene una banda sonora primorosa, con canciones que ama el presidente y que terminan gustando también a su hijo, que se escuchan al final de cada capítulo. Y, entre ellas, claro, Another Day in Paradise, que suena varias veces en la serie, que rima con su título y que, como sucede siempre con las buenas canciones, adopta un sentido diferente cuando se relaciona con la original historia de esta serie que logra sorprender y mantener en todo momento la atención del espectador. 

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