La biblioteca de fuego, de María Zaragoza, reúne todos los alicientes que uno espera encontrar en una buena novela histórica. Además, la obra editada por Planeta, que fue Premio Azorín de novela en 2022, forma parte de esa categoría de libros que hablan sobre el mundo libresco y el poder de la literatura, lo que le aporta un atractivo añadido. La novela está ambientada en Madrid en la II República y la Guerra Civil. Es todo un acierto y marca, para bien, el tono del libro que la autora decida que sea una joven apolítica, amante de los libros e idealista, Tina Vallejo, la narradora de la obra.
En la novela se cuenta que Luis XVI escribió en su diario el 14 de julio de 1789: “nada que reseñar”. Se refiere a cómo, a menudo, no es fácil percatarse de cuándo está ocurriendo algo histórico. Sobre todo, porque más allá de la política y los titulares de las noticias, la gente tiene la manía de vivir pendiente de sus anhelos, ilusiones, amores, esperanzas y temores. Más ocupada la vida, en definitiva, que del ruido circundante. Ocurre que la política se entremezcla con la vida cotidiana, sobre todo, en épocas convulsas como en ña que está ambientada esta novela.
La protagonista de esta novela vive enamorada de los libros y persiguiendo su sueño de convertirse en bibliotecaria de la Biblioteca Nacional, pero la Historia golpea casi de forma repentina su vida. Ella, que hablaba más de libros que de política, que nunca prestó demasiada atención a leyes y gobiernos, es quien nos cuenta la llegada de la II República, la salvaje crispación de los años posteriores, el brutal golpe de Estado de Franco, los terribles años de la Guerra Civil y el comienzo de los procesos de depuración del franquismo.
La novela tiene un inicio muy impactante: la quema de libros en la Universidad Central de Madrid el Día del Libro de 1939. De ahí da un salto atrás en el tiempo hasta inicios de los años 30, para narrar el Madrid de aquel tiempo desde el prisma de Tina. Esta joven idealista y novelesca entabla una intensa amistad con Genoveva Villar y forma también una peculiar familia con los huéspedes de la pensión que regenta su tía Paca en la capital. La protagonista del libro se verá envuelta casi por casualidad en una red secreta para proteger libros del fanatismo y las quemas propiciadas por el odio. Es la biblioteca a la que menciona el título del libro. Esa trama, troncal en el libro, rescata del olvido, con aires novelescos y de fantasía, el muy real trabajo de cientos de funcionarios que preservaron el patrimonio cultural español durante la guerra.
A través de la historia de Tina asistimos, entre otros momentos históricos, a la proclamación de la República; los saqueos de conventos y edificios de la Iglesia, incluidas quemas de libros; la construcción de la ciudad universitaria de Madrid; el encierro de los funcionarios de la Biblioteca Nacional en octubre de 1936, en busca de curas y quintacolumnistas; la puesta en marcha de bibliotecas móviles para llevar libros a las zonas de trincheras; los bombardeos de las tropas franquistas en la capital, o el envío de obras relevantes de la Biblioteca Nacional de Madrid Valencia, igual que con las obras del museo del Prado, para protegerlas del horror de la guerra. Además, por estas páginas circulan personas decisivas de la vida cultural de aquella época como la escritora María Lejárraga, la directora teatral Pura Ucelay, la pedagoga María de Maeztu, la bibliotecaria Juana Capdevielle o el poeta y dramaturgo Federico García Lorca, muy presente en el libro.
La novela recrea aquel Madrid y uno de los escenarios más presentes en el libro es La Ballena Alegre, un cabaret y tertulia literaria donde se reunían intelectuales de izquierdas y falangistas. Es magnífica la forma en la que la protagonista del libro y sus compañeros se dedican a rescatar todos los libros, los de la lista de libros prohibidos de los sublevados, pero también los libros religiosos que quieren destruir los milicianos.
La novela, en fin, es una apasionada defensa de la cultura, no como una forma de nostalgia, sino sobre todo, como un modo de defender el futuro, ese que amenazan las guerras y los odios, el que ayudan a construir los libros.
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