La seducción


Hace unos días, la Biblioteca Nacional acogió un merecido homenaje a Mili Hernández y Mar Griñó, libreras de Berkana, por el 30 aniversario de esta librería madrileña que es mucho más que una librería. Tres décadas de lugar referencia para personas LGTBI, oasis literario y centro social y de compromiso cívico. Fue un encuentro muy interesante y en él Mili Hernández habló de la carencia de historias de personas LGTBI en los libros en los inicios de Berkana, hasta el punto de que eso la llevó junto a otras socias a lanzar la editorial Egales, con la que empezó con traducciones de novelas románticas entre mujeres que ella había leído en Reino Unido y Estados Unidos años antes. Contó la librera y editora que en aquel momento no faltaban críticas a esas novelas, porque perpetuaban los estereotipos heteropatriarcarles del amor romántico, pero que ella (“yo me debo a las lesbianas”) se quedaba y se queda con la representación que aportan a tantas lectoras y lectores, con el mucho bien que hace simplemente verse representado en un libro

Justo el día que asistí a esa interesante charla homenaje había empezado a leer a La seducción, el libro de Sara Torres editado por Reservoir Books, que ademas había comprado semanas atrás en la caseta de Berkana en la Feria del Libro de Madrid. Pensé entonces de inmediato que esa reflexión de Mili Hernández sobre la escasez de obras con mujeres lesbianas como protagonistas y, a la vez, la reflexión crítica sobre las novelas románticas y los estereotipos en los que con frecuencia caen, interpela a la novela de Sara Torres en ambos sentidos: como representación de la historia de dos mujeres lesbianas y también como atinada y sugerente reflexión sobre las ideas preconcebidas en torno a la seducción. 

Desde los años 90 es mucho lo que se ha avanzado, pero sigue siendo notable la carencia de representación de mujeres lesbianas. Cuesta mucho más encontrar historias de dos mujeres que de dos hombres, por ejemplo. Y, precisamente, en el libro de Torres se lee este pasaje puesto en boca de una de sus protagonistas, una escritora, y una amiga suya: “-Han criticado que en mis libros hay demasiadas escenas de sexo. -Nunca son demasiadas si las escribe una lesbiana. No te obceques. Partimos ya de un déficit de contenido”. 

En La seducción hay, desde luego, escenas de sexo, pero más que de sexo como tal, la obra habla del deseo y la forma de articularlo, de cómo buscar un modo de seducción que no pase por la conquista o la dominación, de otras formas de habitar nuestros cuerpos y de estar en el mundo. El libro cuenta con tres mujeres protagonistas y sólo conocemos el nombre de una de ellas. Todo comienza con una fotógrafa joven que le pide una sesión de fotos a una escritora mayor que ella a la que admira. En un intercambio de correos parece haber complicidad y entendimiento entre ambas. La escritora decide acoger a la fotógrafa en su casa en la playa, esa casa que depende de su amor sólo (qué bello eso) y donde recibe a amigas. Entre ellas, a Greta, cuya relación con la escritora genera dudas a la fotógrafa, que desea a la escritora, que siente una fuerte atracción por ella.  

La novela tiene un comienzo potente que sienta las bases de lo que encontraremos: “para mí, la historia del deseo es fundamentalmente la historia del fracaso, todo lo que quise y no pudo ser, todas las veces que temblé en la distancia entre yo misma y aquello que amo”. Se nota para bien que la autora es poeta. Hay mucho lirismo en estas páginas. En las descripciones. En las fotografías que la autora no toma pero relata. En sus fabulaciones y sus miedos. En las reflexiones sobre la seducción y el deseo. “La mirada del deseo mira tanto que no ve, suspende el juicio porque ve a través de la fantasía; lo alucinado”, leemos, por ejemplo, en un momento del libro.

En lo formal, además de ese estilo tan lírico y bello, el libro también destaca por un cambio de narradora relevante para la trama. En la parte final, ese recurso juega un papel clave y eleva aún más la novela, porque ayuda a ahondar en la pregunta en torno a la cual gira el libro, la cuestión de “si puede haber seducción sin relación de poder, si puede existir una seducción que no implique un juego de poder, un alejamiento negativo del origen de una hacia los intereses de otra. 

La novela, en la que también aparecen referencias a las inseguridades, a la salud mental, a las relaciones maternofiliales o al impacto de la infancia en la vida de los adultos, está salpicada además de citas de novelistas y autores de distintas disciplinas en torno al amor, el deseo y la seducción. Muchas de ellas, para subrayarlas y profundizar en ellas y en la obra de quienes las firman. Por ejemplo, esta de Luciano Lutereau: “la distancia en el amor no es una pausa, ni un vacío. La distancia es donde se preparan los significados de lo que se vivirá después y de lo que se ha vivido antes. Es en la ausencia donde la mente construye una idea del vínculo. Por eso algunas personas necesitamos que el amor se practique en ausencia también”. 

La seducción, en fin, es un libro que contribuye a ir terminando con ese déficit de historias de amor y deseo entre mujeres, que además reflexiona sobre la seducción y  lo que la imagen estereotipada que las novelas suelen reflejar de ella. Es un libro, como esa casa de la escritora frente al mar, con aire fresco, sostenido por el amor y la ternura, por otra forma de estar en el mundo. Es un libro magnífico. 


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