La radio puesta


 

Cuenta Javier Montes en La radio puesta, su ensayo en los nuevos cuadernos de Anagrama, que un amigo le preguntó sorprendido si “todavía” escucha la radio. La clave de la pregunta está en ese “todavía”, como dando por hecho que lo de la radio es algo obsoleto, de otro tiempo, y que carece de sentido escucharla hoy en día, en la era de los podcasts, de los contenidos a la carta cuando se deseen, de la inmediatez. Este texto, afirma Montes, es la respuesta a su amigo. 

Se trata de un librito delicioso para quienes somos amantes de la radio y compartimos la cita de Alistair Cooke con la que el autor abre el libro: “prefiero la radio a las pantallas. Las imágenes son mejores. Un riesgo rápidamente conjurado por el autor es el de caer en una especie de ensalzamiento hiperbólico de la radio, una carta de amor algo curso a la magia de las ondas. Nada de eso hay en este libro, sin palabrerías ni solemnidades. Es un tributo a la radio y sus particularidades, sí, pero sin ponerse estupendo. Es un libro genial. 


El autor explica que, como muchos otros millones de personas en todo el mundo, el también empieza el día encendiendo la radio. “La radio es café sonoro: poco a poco, con cada sorbo, aviva la conciencia, reanima la memoria, despierta el sentido del humor, la imaginación, la capacidad y las ganas de hacerse ilusiones o desesperar de la vida: nos sitúa de nuevo en ella y la ancla en nosotros”, escribe. El autor destaca lo que tiene la radio de acompañante, de recordatorio de que el tiempo sigue pasando. 


¿Qué tiene la radio que no tiene el podcast? Que ocurre en directo, que es inesperada, que todo puede pasar. A través de una anécdota de esas increíble pero que el autor vivió de verdad (un ruiseñor que se posó frente a su casa justo a la vez que en Radio Clásica sonaba, sin que él hubiera identificado aún la melodía, La canción del ruiseñor, de Stravinski), Montes elogia la capacidad única de la radio de sorprender al oyente. “Cuando ponemos la radio no sabemos lo que nos espera. Al encenderla abrimos una de esas espitas por las que entra el azar y la sorpresa en nuestras vidas regladas”, escribe. Y eso, añade, es cada vez más difícil en nuestra vida. Ahora si alguien quiere escuchar una canción concreta o cualquier contenido de audio que sea lo puede encontrar al instante en Internet, pero eso anula el placer del encuentro inesperado y, como dijo Jean d’Ormesson y cita Montes en el libro, “toda la alegría del mundo reside en lo inesperado”. La radio, explica,  siempre está sucediendo,  mientras que el formato podcast es diferente, porque lo que escuchamos ya ha ocurrido, ya sabemos lo que dura y siempre podemos pararlo, adelantarlo o incluso escucharlo a doble velocidad. 


El librito da algún dato, como la estadística de la ONU según la cual en 2022 la radio analógica o terrestre era el medio de comunicación más extendido del planeta con tres mil millones de oyentes habituales, o que según todos los estudios, la radio sigue siendo el medio con la publicidad más fiable. Pero sobre todo habla de emociones, de lo que tiene de único este medio. No nos exige atención constante (“cocinar es una forma de escuchar la radio”, dijo Brian Eno). Nos conecta con otras personas con gustos afines. Como escribió Walter Benjamin cuando la radio daba sus primeros pasos, la radio es una patria común imaginaria hecha de multitud de voces y de silencios. La radio dibuja un mapa de un país imaginario. 


Pero la radio, además, nos ancla en el tiempo. Cita el autor el caso de Radio Reloj de La Habana, que no conocía. Es una emisora de información que tiene permanentemente de fondo como banda sonora el tictac de un cronómetro y en la que cada sesenta segundos suena un pitido y se enuncia la hora y el minuto exactos. Cuenta Montes que, en el fondo, todas las radios son un poco reloj. 


El autor demuestra que es un verdadero apasionado de la radio y comparte dos webs que, naturalmente, uno va a visitar en cuanto cierra el libro: Web Radio Garden, donde aparece un globo terráqueo que permite escuchar radios de todo el mundo, y GlobalBreakfastRadio.com, que sintoniza automáticamente las emisoras de los lugares del mundo por donde el sol empieza a asomarse en ese momento, que tiene un eslogan maravilloso: “donde siempre amanece”. La radio puesta, en fin, es un librito encantador para todo amante de la radio, un nuevo ejemplo de que esta colección de nuevos cuadernos de Anagrama siempre sorprende y son una apuesta segura. 

Comentarios