Una nueva vida

 

Por razones obvias, desde el redescubrimiento editorial de Lucia Berlin con el soberbio libro de relatos Manual para mujeres de la limpieza, cada libro de la autora, fallecida en 2004, puede ser el último. En algún momento se terminarán los relatos inéditos, no aparecerán más cartas ni documentos de ella, todo lo publicable habrá visto ya la luz. En Una nueva vida, editado en España por Alfaguara con traducción de Eugenia Vázquez Nacarino y prólogo de Sara Mesa, el hijo de la autora, Jeff Berlin, recopila relatos inéditos en español, cartas, artículos y otros escritos de  su madre. 


Cada texto va acompañado de una breve explicación del hijo de la autora. Reconozco que esas anotaciones me despiertan sentimientos enfrentados. Sin duda, las leo con interés, pero también creo que cada relato tiene valor literario por sí mismo y que quizá no necesitamos el subrayado de la explicación sobre qué vivencia personal de la autora está detrás de cada historia, o qué persona o hecho real inspiró la narración. Entre otras cosas, porque casi toda la obra de Lucia Berlin es autobiográfica (¿y cuál no lo es?). Muchos de estos relatos nos recuerdan situaciones, personajes y sucesos que ya hemos leído en otros anteriores, como en Una noche en el paraíso o en Bienvenida a casa


El libro es un auténtico regalo para la legión de lectores cautivados por la autora. Se divide en tres partes de interés decreciente: cuentos (desde el primero que escribió con 21 años hasta uno de los últimos), ensayos, diarios y artículos (alguno de ellos realmente atractivo) y, por último, un breve repaso a la biografía de la autora, casi año a año, que firma su propio hijo


Los relatos muestran de nuevo la maestría de Lucia Berlin para convertir en literatura vivencias personales de una vida, la suya, ciertamente muy novelesca y literaria. Tuvo varios maridos, problemas con el alcohol, se murió de accidente de tráfico su terapeuta, ella fue a morir el día de su cumpleaños… La obra se abre con Manzanas, un relato escrito con 21 años, el primero del que se tiene constancia, lo escribió en 1957, para un curso de escritura. Es un relato y breve, basado en una experiencia personal real en el que la autora muestra ya su enorme capacidad de observación. No es su mejor escrito, pero en cierto forma ahí está ya toda ella, toda su esencia como narradora única


La autora trabajó en 1988 en un programa para la tercera edad consistente en transcribir testimonios orales de octogenarios y nonagenarios. Ahí nacen posiblemente los dos mejores relatos de este libro: El faro y, sobre todo, Vida de Elsa. En el primero cuenta la vida de Henry Petersen, quien reconoce en su vejez: “siempre fui un soñador. Lector y amante. Enamorado cada año, desde el parvulario”. En Vida de Elsa cuenta las charlas con esta anciana enferma. La narradora, trasunto de la autora, prometió escribir la historia de la vida de Elsa, pero “conseguir material era dificilísimo. Durante los últimos treinta años no hizo nada más que ir a trabajar y volver a casa. Hay muy poco a lo que agarrarse”. Ahí reside exactamente la grandeza de la literatura de Lucia Berlin, cómo extrae relatos de calidad, absolutamente hipnóticos, llenos de belleza y verdad, sacados de vidas corrientes y normales en las que, a simple vista, no parece que haya nada singular


Varias de los relatos reunidos en este libro son reelaboraciones o versiones propios de libros de otros autores. Es el caso de La doncella, en la que traslada la historia de Tess, la de los d’Urbeville, de Thomas Hardy, trasladando la historia a Corrales, Nuevo México, donde vivía la autora, en en que leemos que “una fantasía puede hacerte feliz”; El aperitivo, una respuesta crítica a la obra La cena, de Judy Chicago, o Romance (en la estela de Chéjov), que es uno de los pocos relatos no basados en ningún hecho de su vida, en el que se habla del amor y se incluye este aviso a los lectores “no os riáis. Así es como habla la gente cuando está enamorada”.


El relato que da título al libro, Una nueva vida, es también maravilloso y juega con esa tentación tan común de cambiar de vida, de ser otro, de dejarlo todo y empezar de nuevo. Está lleno de frases bomba como esta: “me había pasado la vida representando papeles creados por mí misma o por los demás”. El relato, excelente, se ser con un pasaje de El tío Vania, de Chéjov: “si fuera posible vivir el resto de la existencia de alguna forma nueva… ¿Comprendes? Despertarte una mañana clara y tranquila y notar que has empezado a vivir de nuevo, que todo lo pasado ha caído en el olvido, que se ha disipado como el humo”.


Las huellas de la propia vida de Lucia Berlin aparecen por todas partes. En relatos como Centralita, inspirados en la época en la que trabajó en la centralita telefónica en un hospital, o en otros como Fuego o Del gozo al pozo,  dos de los nueve relatos que escribió sobre el año que pasó en México cuidando a su hermana Molly (Sally en los relatos). Y, por supuesto, su vida también está en la parte en la que se recopilan diarios como el que escribió sobre una temporada que pasó deslumbrada en París y otros artículos. Hay pasajes bellísimos como uno en el que cuenta un  aterrizaje forzoso cuando volaba hacia Ciudad de México. A su lado hay una pareja. Ella duerme, él la deja dormir a pesar del aviso de la situación que se está viviendo. Y se pregunta la autora, maravillosa, qué pareja desearía uno, qué persona querríamos al lado, alguien que nos dejara dormir plácidamente ajenos al aterrizaje forzoso o alguien que, ante la que se avecinaba, nos despertara. 


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