Y OT lo volvió a hacer

 

Uno de los memes más icónicos de Amaia (siempre Amaia) es ese en el que dice en La Resistencia que los fans de OT están muy locos. Lo dice riéndose, eso sí. Y tiene razón. Es Amaia, por supuesto que tiene razón. Con cariño (salvo los ruidosos haters), así es, estamos un poco locos. Este programa escapa a cualquier lógica, provoca una identificación y un seguimiento del todo irracional. No es comparable a ningún otro programa de televisión. Es el formato de la vida de muchas personas desde el año 2001 y distintas generaciones se han ido sumando con el paso del tiempo a la pasión desmedida por OT, un espacio que además ha sabido renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, hablar el idioma de su audiencia y sumar a más y más generaciones. Es un programa emotivo, divertido, abierto y amable. Es un refugio de buen rollo y emociones, salpicado a veces en redes por la mala baba de unos pocos, todo hay que decirlo. 

La final de ayer concentró la esencia de este programa, fue un magnífico compendio de la buena televisión que hace Gestmusic, de lo especial que es OT, su buque insignia. Fue precioso el comienzo con los seis finalistas cantando Last Dance junto a Chenoa, que interpretó en su edición esta canción y 23 años después volvió a hacerlo. Dos décadas lleva Chenoa siendo lo mejor de OT, ahora como presentadora. También fue estupendo ver a todo el profesorado asistiendo a la gala. El vídeo recopilatorio de sus mejores momentos fue muy divertido. Ahí estaban todos, los nuevos y los de siempre, Manu Guix con su sudadera de gala; Noemí Galera, alma de OT, perfecta un año más; Abril Zamora, el gran descubrimiento de esta edición… Los vídeos de resumen del concurso de todos los finalistas fueron muy emotivos, en especial el de Martin, que habló abiertamente de su relación con Juanjo. Lo que hubiéramos agradecido muchos en nuestra adolescencia ver algo así en la primera edición de OT, lo que lo agradecerán muchos jóvenes hoy. No se puede despreciar el papel de referente y de representación que han tenido estos dos jóvenes, su evolución en la academia, por más que haya quien no lo entienda o a quien incluso, por alguna extraña razón, le desagrade profundamente. La visita sorpresa de los padres de Lucas desde Uruguay, la primera interpretación del himno por parte de los 16 concursantes y, por supuesto, el desenlace en el que Naiara cumplió los pronósticos y ganó OT fueron otros de los momentazos de una noche intensa, el último galOT de esta edición.

Como en tantas otras ediciones de OT, yo no quería engancharme. Vi alguna actuación suelta, algún vídeo de aquí y de allí. Y, como tantas otras veces, terminé metidísimo en el programa. Los lunes eran muchos menos lunes con las galas de OT, que comentaba con amigas que comparten la pasión por este programa. El martes era día de repaso de gala y reparto de temas. El jueves, primer pase de micros, el mejor, con los comentarios de los profes. Y, por la noche, en OT Al Día, el chat desde la academia. En fin, volcado hasta el fondo. Puede que sea la edición de OT a la que, inesperadamente, más me haya enganchado, y creo que la variedad del casting tiene mucho que ver en ello. Eso y el poder de atracción de este programa, que sigue siendo hipnótico desde hace más de dos décadas. 

También echaré de menos, por supuesto, leer las crónicas de las galas de Juan Sanguino. De hecho, escribir de OT es una enorme temeridad porque sabes perfectamente que nadie podría articular media frase sobre OT mejor que él. Sus crónicas han sido un año más de lo mejor del programa. 

Esta edición de OT ha estado plagada de éxitos y de hitos para este programa. Ha sido el primer gran programa en directo en una plataforma audiovisual en España. Aunque los datos de audiencia de Amazon Prime Video no son públicos, todo hace indicar que ha sido un éxito. Por la impresionante campaña de publicidad de Amazon en la final, por las fechas de la gira, por la masiva afluencia a las firmas y por la omnipresencia de OT en las principales redes sociales. OT, sí, lo ha vuelto a hacer, ha vuelto a ser un fenómeno. Menos masivo que cuando se emitía en una televisión en abierto, seguro, pero fenómeno, y sobre todo entre los jóvenes. Ahí están los datos de su canal 24 horas en YouTube. Y la presencia creciente del programa en los medios tradicionales. Incluso algún momento con reminiscencia a OT 1, como el hecho de que los finalistas vayan a interpretar el himno de la delegación española en los Juegos Olímpicos, como en su día hicieron los concursantes de la primera edición con la selección española de fútbol. OT ha hecho historia en esta cuarta juventud. 

Además, como acostumbra decir Noemí Galera, y si lo dice ella es que es verdad, OT es más que un programa de música. Nos permite conocer a la generación joven que pocas veces está representada al natural en la televisión. Ha mostrado como nunca la diversidad afectiva sexual que es común entre los más jóvenes, pero que siempre ayuda ver en los medios para airear el ambiente y mostrar la sociedad real. Insisto, la representación es importante, imagino lo que sentirá un chaval joven al ver una relación entre dos chicos, ver en la tele que no hay nada malo en lo que siente, en lo que es. O una chica que escuche ese lema, “go lesbians”, y sienta que no está sola. Ha acertado también al cantar por primera vez un tema en euskera, porque en un programa que interpreta tantos temas en inglés no puede ser un problema que se elijan canciones en las otras lenguas oficiales distintas al español del país. 

Si enumeramos los logros de la edición no puede faltar Chenoa como presentadora. Nadie tenía duda de que lo bordaría y así ha sido. Impecable. Creo que el jurado también ha funcionado bien, sobre todo Buika, que ha dejado unas cuantas perlas en cada gala y que ayer, por cierto, recordó algo muy importante, que OT es una plataforma maravillosa para los concursantes, que no es tan importante el puesto que ocupen, que no va de eso, o no principalmente. 

OT es más diverso y menos normativo que nunca en todos los sentidos, también en el estrictamente musical, más abierto a distintos estilos. Gran parte del éxito del programa responde a esa variedad. Los seis finalistas, por ejemplo, son muestra de ello. El vozarrón y la presencia escénica de Naiara, el estilo personalísimo que ha ido cultivando Paul Thin, la energía rockera y contestataria de Ruslana, la perfección vocal y el crecimiento a lo largo del programa de Juanjo, la trayectoria de superación constante de Lucas y la versatilidad y frescura de Martin, el más joven de los 16, aunque parezca increíble que un chaval de 18 años pueda poner en pie actuaciones tan memorables como las de Alors on danse o Footlose, dos de las mejores de la edición. 

OT es un programa que no tolera la impostura. En una de las últimas visitas que han recibido los concursantes en la academia, Antonio Banderas, impecable siempre, les contó que lo más importante de su profesión es buscar la verdad, que el público detecta la mentira al instante. Y es cierto. OT triunfa porque es verdad. 

Y luego están los haters, claro, a los que lo mejor es no hacer demasiado caso, porque es lo que buscan, pero que han sido la única nota discordante de esta edición de OT. Gente que ataca sin piedad y con malas formas a chavales de 18 años, personas que vuelcan sus frustraciones y prejuicios en los concursantes, tipos que están seguros de que sus gustos no son gustos subjetivos, sino la verdad absoluta, mientras que están muy seguros de saber las razones (por supuesto, equivocadas) por las que otra gente tiene favoritos distintos a los suyos. Es triste que esa gente no sepa disfrutar de verdad de OT y de la vida en general, que necesiten expresarse en términos así de tóxicos. Son pocos, ruidosos, pero pocos.  Echamos la culpa a las redes sociales, que sin duda sirven de altavoz para los cuatro energúmenos de siempre, pero en OT 1 no había Twitter y también se vivieron escenas similares. Javián contaba la película documental de la gira, por ejemplo, que lo pasó mal con el desprecio de algunas fans en una forma de discos cuando le soltaron: “bueno, fírmamelo tú, aunque sea”, cuando no podían tener el autógrafo de Bustamante. Esta edición es en la que más consciente he sido de los jóvenes que son los concursantes, porque es la edición en la que más años les he sacado, claro, y por eso mismo me cuesta más entender que haya gente juzgando, sexualizando o atacando cruelmente a jóvenes que, sí, han elegido exponerse en un programa con cámaras 24 horas, pero que merecen, todos, un mínimo elemental de respeto. Allá los haters con su odio. No saben lo que se pierden. 

Más allá de los haters o de la gente que se toma esto demasiado a pecho pero a malas, porque de lo que se trata es de apasionarse pero en buen plan, siendo intenso en lo bueno y no volcando esa intensidad en mensajes de odio, OT 2023 ha vuelto a ser un lugar feliz para muchas personas. Me resulta increíble que un programa me siga cautivando como el primer día dos décadas después. Y ahí sigue, ahí seguimos. Tras el éxito en Amazon Prime Video, se da por hecho que antes o después OT tendrá nueva edición. Aunque lo echaremos de menos, ojalá esperen el tiempo suficiente, porque a este programa le van muy bien los descansos. Como dijo Chenoa al cerrar la gala final anoche, larga vida a OT. 

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