Querido capullo

 

Una actriz muy reconocida y un escritor igualmente famosos comienzan una correspondencia después de que éste hiciera unos comentarios machistas sobre aquella. En ese intercambio de mensajes entre ambos, en apariencia muy distancias y llenos de desprecio en ambas direcciones, termina apareciendo muchas de las cuestiones candentes de nuestro tiempo como el feminismo, el acoso de las redes sociales, la necesidad de poder hablar con los diferentes o hasta la pandemia. Es el argumento de Querido capullo, la última novela de Virginie Despentes editada en España por Random House con traducción de Robert Juan-Cantavella, que he disfrutado mucho y que es cualquier cosa menos convencional o previsible.


La novela, que en algún momento parece casi una obra de literatura fantástica porque en ella la gente que piensa distinto es capaz de dialogar, debatir con argumentos y desarrollar una amistad, habla de nuestro tiempo. De Internet, por ejemplo, y el ruido de las redes sociales. “Internet, ante todo, es bilis. A veces ves a uno a o a una que lo usa a la antigua, para expresar ideas complicadas y responder argumentos. Pero, por regla general, el activismo en internet es fanatismo en estado puro: una vez que la gente se convence de estar en el lado correcto de la moral, le parece decente degollar al adversario”, leemos.

Por supuesto, el feminismo es un tema central de la obra. El protagonista del libro se ve, de la noche a la mañana, criticado por la denuncia de una antigua asistente suya que dice que le hizo sentir incómoda, que sufrió abuso. Él no alcanza a entenderlo, no sabe qué hizo mal, que es lo que le pasa muchas veces a quienes han sido educados en el machismo y no tienen intención alguna de descubrir qué han podido hacer mal. Es más, siente que la víctima realmente fue él, que estaba enamorado de ella y sufrió su rechazo. A través de la correspondencia que se intercambia con la actriz, intercalada por algunos post en el blog feminista de la denunciante, la autora presenta un vibrante debate con ideas atractivas y argumentos que retan al lector, que de eso se trata. No faltan tampoco menciones a la división en el feminismo por cuestiones como los derechos de las personas trans. “Demasiados movimientos feministas matan al movimiento feminista”, leemos al respecto, en un pasaje que seguro que incomodara a más de un lector, igual que pasa con otros.

Otro tema muy interesantes en el libro, aunque secundario, es el desclasamiento. El escritor es hijo de un obrero y le preguntan con frecuencia si se ha aburguesado. “Como si tuviera que sentirme mal por haber aprendido tarde a valorar el bufet del desayuno de los grandes hoteles, la cachemira o los sillones de diseño. Como si tuviera que responder personalmente de las desigualdades del capitalismo y de por qué el ascensor social se ha estropeado”, escribe.

La maternidad, la amistad, la adicción a las drogas, el alcoholismo… Muchos son los asuntos interesantes que aborda el libro, en el que más o menos a la mitad de la obra irrumpe la pandemia, lo cual también da pie a pasajes y posturas nada obvias ni complacientes. En ese periodo raro, por cierto, la protagonista escribe esto sobre París que muchos sentimos con otras muchas cosas en aquel tiempo tan confuso:La recorro, esta ciudad, de cabo a rabo; y desde el primer confinamiento, ha surgido algo raro entre ella y yo. Recuerdo que la amo, como algo que sabes que podrías perder”.

Lo mejor de la novela es lo mejor de la buena literatura, que no busca evangelizar ni hacer sentir cómodo al lector, sino cuestionarlo, agitarlo. Se lee una opinión y la contraria, no se juzga ni censura, sólo se exponen algunos de los debates más relevantes de la actualidad. Porque para eso está la literatura, aunque, ya digo, tristemente, viendo cómo está la sociedad y la nula disposición a escuchar al de enfrente o a exponerse a opiniones discrepantes, uno piensa que la novela tiene algo de fantasioso, sí, porque refleja un mundo en el que pensar diferente, incluso muy diferente, no impide tener una amistad. No desdeñemos nunca el papel de los libros para ayudar a cambiar la sociedad, aunque sepamos, como leemos en un pasaje de la obra, que en la vida uno no tiene la capacidad de hacer que las cosas ocurran de una determinada manera, a diferencia de lo que les ocurre a los escritores en los libros de ficción. Es lo que tiene la vida, tú construyes la escena en tu imaginación, y cuando sucede no tiene para nada la estética deseada. También es por eso por lo que me gusta escribir libros”, leemos. Qué suerte tenemos los lectores de poder pensar nuestro presente gracias a libros como este Querido capullo, tan provocador y sugerente como anticipa su título.

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