Al igual que ocurre en el excelente No me acuerdo de nada, que me deslumbró, los textos de Nora Ephron reunidos en No me gusta mi cuello, editado en España por Libros del Asteroide con traducción de Catalina Martínez Muñoz, son muy divertidos y originales, con un estilo ágil en el que igual habla de temas frívolos que de otros más serios, de experiencias íntimas y la observación del mundo que la rodea, siempre con una mirada personalísima.
Ephron hace que parezca fácil escribir así, con esa naturalidad nada impostada, pero su estilo es imposible de imitar. Todo lo más, se puede mal imitar, y de hecho se mal imita mucho en la prensa. La autora centra sus textos en sus propias vivencias. Escribe en uno de ellos: "me fascina ver que la vida jamás decepciona. No logro entender que alguien pueda escribir ficción cuando lo que ocurre en la vida real es tal asombroso”. Tiempo después acaba su historia de amor con el periodismo y descubre que “prácticamente todo es un cuento”. La autora incluye una maravillosa cita de E. L. Doctorow sobre la relación entre la ficción y la realidad: ‘me acerco poco a poco a la tesis de que no existe la ficción o la no ficción tal como las entendemos normalmente: sólo existe la narrativa”.
De los libros de Ephron puede decirse lo mismo que escribe ella en el comienzo de Arrebato: “acabo de emerger a la superficie después de cerios días en estado de arrebato… por un libro. Me ha encantado este libro. Me ha encantado segundo a segundo. Me ha transportado a su mundo”. En este caso, su mundo es Nueva York y es también un mundo de recetas, paseos, recuerdos y anécdotas. Arrebato es un relato fascinante en el que pone voz a lo que sentimos muchos lectores, como cuando escribe que “el estado de arrebato que me produce la lectura de un libro verdaderamente maravilloso es una de las principales razones por las que leo, y no me ocurre siempre, ni siquiera de vez en cuando, por eso, cuando me ocurre, me vuelvo loca”. Tras su primer divorcio cuenta que un fin de semana de verano no tiene otra cosa que hacer y debería sentirse sola pero no lo está en absoluto porque está leyendo las obras completas de Raymond Chandler. Cuenta que le apasionó La dama de blanco, de Wilkie Collins, cuya lectura le pilló rodando una película. Escribe: “cada minuto que estoy lejos del libro, fingiendo interés por la vida cotidiana, es una tortura”.
Cualquier tema le sirve a la autora para levantar textos chispeantes, desde el dedicado al cuello, que da título a la obra ("el cuello te delata irremediablemente. La cara es mentira y el cuello es la verdad. Para saber la edad que tiene una secuoya hay que cortarle el tronco, cosa que no haría falta si tuviera cuello”) hasta otro hilarante sobre su dificultad para gestionar su bolso, pasando por otro sobre el ejercicio (“el caso es que me gustaría estar en forma. Sí. Pero cada vez que intento ponerme en forma algo se tuerce y me lo impide. Para mayor claridad: cada vez que intento ponerme en forma me lesiono”), su vista cansada y sus fracasos matrimoniales ("una de las cosas más bonitas de leer un mapa, lo que antes podía hacer sin gafas, es que si consigues encontrarte en el mapa nunca estás del todo perdida. Pero esos tiempos han quedado atrás; estamos perdidos. Nos da mucha rabia perdernos. Me da la a mí, se la da a él y se la da a nuestro matrimonio. Por otro lado, lo reconozco, nos vamos acostumbrando") o su peculiar forma de autoconvencerse de afrontar determinadas compras caras ("tengo que decir que normalmente no empleo la palabra amortizar salvo para aclarar que algo que en realidad no me puedo permitir no es que sea una ganga, sino que sale casi gratis. El cálculo consiste en dividir el precio del producto por el número de años que preveo utilizarlo o, si esto no sirve, por el número de días, horas o minutos, hasta que obtengo una cantidad inferior al precio de un capuchino”).
La política asoma por el libro, pero muy levemente, de pasada y en segundo plano, cuando recuerda su experiencia como becaria en la oficina de prensa de la Casa Blanca en los tiempos de Kennedy o cuando expresa su descontento con Bill Clinton. La autora incluye también lo más parecido a una autobiografía exprés con el excelente La historia de mi vida en algo menos de 3.500 palabras, tal vez el mejor relato de este libro.
Me ha parecido especialmente brillante su artículo dedicado a la crianza, con frases que resuenan con una actualidad punzante. “En los tiempos en los que sólo había madres y padres, en lugar de gente comprometida con la crianza, las cosas eran bastante sencillas”, escribe. Y sigue: “la crianza consistía en poner cedés de Mozart durante el embarazo, prescindir de la epidural y dar el pecho al niño hasta que tuviera edad suficiente para desabrocharte la blusa. La crianza partía de la creencia en que el niño era un trozo de arcilla modelable (con arduo esfuerzo, estímulo y refuerzo positivo) hasta convertirlo en una persona perfecta que algún día sería admitida en la universidad de tu elección”.
Por supuesto, no falta la comida, otro de los clásicos en los artículos de Nora Ephron. Cuenta que decidió empezar a incluir recetas en sus libros cuando se dio cuenta de que ninguno de sus amigos especialistas iba a incluir recetas de ella en sus libros de cocina. También que se olvidó de un ingrediente en una de esas recetas y la gente se pasó años diciéndole que no le salía bien. Recuerda platos queridos que fueron desapareciendo, como las natillas heladas, de las que escribe: “esta delicia se esfumó cuando yo tenia cinco años y mi familia se mudó a California, y desde entonces mi vida ha sido una sucesión de pequeños desamores”. Del strudel de col, que también añora, dice: “no es mi intención ponerme sentimental pero tengo que decir que es casi lo único que recuerdo de mi primer matrimonio”.
En un libro de Nora Ephron no pueden faltar sus famosas y muy divertidas listas. Aquí incluye el artículo Cosas que me gustaría hacer sabido, que empieza con “la gente sólo tiene una forma de ser” y termina con “los secretos no existen”. Entre medias, píldoras de su ingenio y ligereza inteligente como “nunca te cases con un hombre del que no te gustaría divorciarte”, “no seas amiga de gente que llama pasadas las once del la noche”, “anótalo todo”, “cuando los hijos llegan a la adolescencia, es imperante tener un perro, para que alguien en casa de alegre de verte” o, quizá mi preferido, “puedes pedir más de un postre”.
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