Los Princesa de Asturias de la reina Meryl


En sus más de cuatro décadas de historia, los Premios Princesa de Asturias han atraído a Oviedo cada mes de octubre a un buen número de personalidades, intelectuales, artistas, científicos y deportistas de primer orden. Ninguno de ellos había despertado tanta pasión como Meryl Streep, premio Princesa de Asturias de las Artes de este año. El arrollador carisma de la actriz ha inundado Oviedo desde su llegada a la ciudad. Hoy ha redondeado ese encantamiento colectivo con un bello discurso en el Teatro Campoamor, en el que ha defendido la empatía y ha citado emocionada a Lorca. 


Desde hace unos días, cada intervención de la actriz estadounidense ha causado un auténtico furor en Asturias. Su baile al son de las gaitas nada más llegar a la ciudad, sus actos abiertos al público en los que habló de su oficio, el encuentro con un niño emocionado que le pidió que le firmara una foto… Merylmanía en Oviedo. No es para menos, claro. Es impresionante su carisma, lo que transmite en cada aparición pública. Se diría casi que más son los Premios Princesa de Asturias los que han ganado a Meryl Streep. Son los galardones los que se han premiado a ellos mismos celebrando la admirable trayectoria de la intérprete de tantas y tantas películas inolvidables. Un premio extraordinariamente merecido y, además, popular, mucho, quizá el más popular de la historia de estos galardones.  


Igual que pasa en cada película o serie en la que ella participa, allá donde está Meryl Streep las miradas se dirigen de forma natural hacia ella. Ha acaparado la atención de los medios en los días previos y fue la premiada con la que más hablaron los reyes, en especial la muy cinéfila reina Letizia, en la recepción a los galardonados por la mañana de hoy. Oviedo y sus premios, los que convierten a la capital asturiana en capital del conocimiento cada año, han caído en el embrujo de una actriz única que deslumbra por su trabajo, que es lo que importa y por la que se la premia, pero que también atrae por su naturalidad, su sencillez y su compromiso con causas sociales. La perfección no existe, claro, pero si existiera se parecería muchísimo a Meryl Streep. 


En su maravilloso discurso, contó que a veces tiene la sensación de que, como ha interpretado a lo largo de vida a personas extraordinarias, ahora la  toman por una de ellas. Habló del misterio del arte de la interpretación, de lo que siente al dar vida a otras personas. Defendió que la empatía es el corazón palpitante de la actriz. Citó a Picasso, a Lorca y a Penélope Cruz. Recordó que, cuando nacemos, lo hacemos llenos de empatía, que los bebés lloran sólo con ver llorar a otros, pero que con el paso de los años perdemos esa emoción. Defendió, en fin, que las dos reglas de oro de la interpretación, no juzgar a los personajes (no juzgar, en general) y saber escuchar bien pueden servirnos en muchos otros ámbitos de la vida. Lo dicho, reina Meryl. 


El atleta Eliud Kipchoge, ganador de la categoría de Deportes, pronunció el primer discurso de la ceremonia, en el que afirmó que correr no es sólo un movimiento físico, es algo que permite unir a personas de todo el mundo. “Cuando corres ni importan los orígenes ni el color de tu piel”, contó el keniata, que también glosó la labor de su fundación dedicada al medio ambiente y la educación. Cuando el atleta hablaba de  lo que supone correr para él, la realización enfocó, claro, a Haruki Murakami, premio Princesa de Asturias de las Letras y asiduo corredor de maratones. Fue una pena que Murakami, de natural tímido y que no parece muy fan de los actos públicos, no hiciera un discurso, como suele ser habitual en los vendedores de su categoría. En todo caso, tenemos sus libros, su realismo mágico, sus historias íntimas y fantásticas a la vez, realistas y delirantes. El eterno candidato al Nobel de Literatura, el escritor japonés más leído del mundo, tiene ya un Princesa de Asturias de las Letras. ¿Antesala del Nobel? Quién sabe. Necesitarlo, no lo necesita, como, según recordó el rey, Murakami suele decir de sus libros, que se gana la vida escribiendo cosas que la gente no necesita. Otro premiado, tristemente fallecido, Nuccio Ordine, le recordaría, claro, la utilidad de lo inútil. 


Luis Pizarro pronunció el discurso más impactante de la tarde. El director de la iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas asestó un brutal golpe de realidad con sus palabras. Recordó en su preciso, emotivo y muy pertinente discurso que uno de cada cinco habitantes del mundo sufren enfermedades desatendidas, y que son personas pobres ignoradas  por las farmacéuticas y por los poderes públicos. Encomiable su labor, como la de los investigadores Jeffrey Gordon, E. Peter Greenberg y Bonnie L. Bassler, que han investigado cómo se comunican las bacterias y cuyo trabajo podría ser clave para desarrollar tratamientos contra bacterias inmunes a los antibióticos, y encomiable también como la labor de la fundación Mary’s Meals, que ofrece comida a escolares sin recursos en 18 países del mundo.


Los momentos más emotivos de la entrega de los premios llegaron al recordar a los dos ganadores que fallecieron meses después de conocerse su reconocimiento: el filósofo y escritor Nuccio Ordine, en la categoría de Comunicación y Humanidades, y la pensadora experta en la Unión Soviética y secretaria de la Academia francesa  hasta su muerte, Hélène Carrère d’Encausse, a quien ha representado su hijo, el escritor Emmanuel Carrère, ganador a su vez en los Princesa de Asturias hace dos años. Murakami y Carrère juntos en un mismo teatro, conjunción planetaria de la literatura. Dos de mis escritores preferidos, tan diferentes, tan geniales los dos en su estilo. 


Tras el discurso de la princesa Leonor, que en pocos días cumplirá 18 años, ha hablado el rey, quien ha glosado los méritos de los premiados, la parte más interesante de su intervención cada año. De hecho, han sido menciones a los premiados las que le han dado pie a condenar la invasión rusa de Ucrania, al citar los estudios sobre la Unión Soviética de Carrère d’Encausse, o expresar su preocupación por la situación en Oriente Medio, tras recordar que en 1994 el entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin,  y el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat. fueron premiados en ese mismo escenario por sus esfuerzos en pos de la paz. Qué lejos estamos de aquello. El rey también hizo el clásico llamamiento a la unidad, el entendimiento, el trabajo común y la voluntad integradora en España, en ese lenguaje siempre un poco críptico que permitirá a cada cual interpretar sus palabras como le convenga. Meryl Streep las aplaudió, asi que algo bueno debió de decir. 

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