El que es digno de ser amado

 

A principios de octubre, el Instituto Francés de Madrid acogió un muy interesante encuentro literario con el escritor Abdellah Taïa, quien charló sobre su última obra, editada en España por Cabaret Voltaire, con la periodista Carla Fibla García-Sala. En ese encuentro, el autor marroquí contó que para llegar a escribir Vivir a tu luz, en el que cuenta la vida de su madre, necesitó escribir antes con rabia El que es digno de ser amado, también de tintes autobiográficos, como todos sus libros, en el que se incluye una carta que escribe a su madre tras la muerte de ella. El autor animó a leer las dos obras seguidas, por el orden en el que fueron escritas y publicadas, y eso es justo lo que he hecho. Compré allí mismo ambas obras en francés y las he leído de seguido. Son dos libros extraordinarios que me hacen querer leer más de este autor, del que hasta ahora sólo había leído la muy notable La vida lenta.

En ese encuentro en el teatro del Instituto Francés de Madrid hubo varios momentos memorables. En una de ellos, la moderadora habló de la crudeza del estilo narrativo de Taïa, lo que el agradeció como el elogio que, en efecto, era. Es un estilo de frases cortas, con estilo muy crudo y muy directo, sí, pero a la vez poético y bello.  Poco después, en un de las preguntas del público, una asistente al acto alabó que el autor no blanqueara a su madre en el libro, que no ocultara sus defectos. La respuesta del autor fue fantástica, ya que contó que, efectivamente, buscó no blanquear a su madre en ningún sentido del término, es decir, no quiso mostrar sólo su cara más amable y desde luego tampoco quiso occidentalizarla. En El que es digno de ser amado son fundamentales esos dos aspectos, la crudeza lírica de su literatura y la importancia que el autor concede a sus orígenes marroquíes, con todo lo que eso implica para un escritor que vive en Francia y conoce a la perfección el ambiente burgués parisino.

El libro, de género epistolar, incluye varias misivas que o bien envía o bien recibe el narrador, alter ego del autor, o directamente el propio autor. Es un libro impactante, que agarra al lector y no lo suelta, lo zarandea, cada página lo remueve e interpela. Es una literaria intensa, de la que deja huella, de la que juega fuerte. Un libro excepcional. Se suele decir que lo más importante en la narrativa es la voz, el tono, el lugar desde el que se cuenta. Pues bien, la de Taïa es una voz muy poderosa, de una honestidad brutal. 

Comienza el libro con esa carta de la que hablaba que escribe el narrador a su madre, quien no la leerá nunca, porque ha muerte. Describe a su madre como una mujer fuerte, que la misma tarde de la muerte de su padre, se desprendió todas sus ropas y objetos. También dice que envidia la relación que tenían sus padres, que desprendía pasión, y que él no se dio cuenta de que era igual que su madre hasta que ella murió. Sabe que es el que más se parece a ella, pero no el hijo al que ella más quería, que era el hermano mayor, Slimane, tey absoluto de la familia hasta que muere la madre, cuando es destronado por una rebelión de las hermanas. La historia más impactante que incluye en esa primera carta es la de la firme voluntad de su madre de abortar cuando estaba embarazada de él, porque creía que iba a ser una niña. Se salvó por una pesadilla de su hermano.

También es muy impactante la carta que recibe el narrador, Ahmed, de un amante que descubre pasados los años que su padre, de procedencia marroquí, es judío, y que le cuenta esta parte de su vida cuando Ahmed ya lo ha abandonado. Es una carta preciosa en la que le pide volver y le dice:"sigo enamorado. Quiero morir enamorado”.

Posiblemente mi pasaje preferido del libro es la carta llena de rabia y ganas de romper con todo que el narrador le escribe a su novio francés mayor que él al que conoció en Marruecos cuando el narrador era adolescente. Es de una crudeza, de una inteligencia y de una potencia narrativa fuera de lo normal. Reconoce el autor que cuando se encontraron y él no era todavía ni siquiera mayor de edad quedó deslumbrado en ese primer encuentro, con vergüenza por su nivel de francés, por su pobreza. Con el paso del tiempo, mejora su francés y descuida el árabe, que pasados los años habla con un acento raro del que se ríen sus hermanas cuando habla con ellas por teléfono desde París. 

Su novio parisino le mandaba dinero desde Francia mientras él estudiaba literatura francesa en la universidad de Rabat. Se convirtió en el proyecto de Emmanuel. Toda su vida desde los 17, cuando se conocieron, hasta los 30, cuando escribe esta carta en el chic apartamento parisino que comparten mientras su pareja duerme y él está decidido a marcharse, ha sido moldeada por Emmanuel. Incluso le cambió el nombre a Midou, porque Ahmed era imposible de pronunciar para sus amigos parisinos, demasiado árabe. 

Habla de sentir el colonialismo en su cuerpo, aunque Emmanuel es de izquierdas y antirracista. Cuenta la historia de Oscar Wilde y André Gide en Argelia, de cómo el primero le ofreció al segundo un chico árabe para tener su primera experiencia homosexual. El narrador hizo una exposición en la universidad de Rabat sobre este episodio y en ella apenas habló del joven árabe, mientras que se identificó con los escritores que hacían turismo sexual, pese a que en su historia con Emmanuel era él el joven local pobre que tiene una relación con un francés que está de visita. En esa carta muestra también una especie de reconciliación con su familia, que no entendió ni respetó su homosexualidad, cuando escribe: “por fin lo he comprendido, el amor no se vive únicamente con la gente que comparte todas nuestras opiniones, todas nuestras decisiones”. El que es digno de ser amado, en fin, es un libro corto en extensión pero realmente sobrecogedor, un ejercicio de literatura confesional, en la que se aprecia una catarsis del autor. Un libro portentoso. 

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