Ganarse la vida

 

Cuenta David Trueba en Ganarse la vida, el número 32 de los nuevos cuadernos de Anagrama, que aprendió a escribir tarde, más de lo habitual, y que piensa que por eso mismo consideró esa habilidad como algo más valioso de lo que representaba para los demás niños. "Yo descubrí que poner por escrito las cosas que me habían contado en el mercado o las que oía narrar a las visitas tan expansivas del domingo o las que vería más tarde en el cine o la televisión era una forma de preservarlas y compartirlas. Fue en esa sutil evolución cuando me convertí en escritor", leemos. 
El librito es una gozada, como dice su subtítulo, una celebración. El autor recuerda su infancia y juventud, el comienzo de su vocación de escritor. Sus apenas 68 páginas están llenas de ideas chispeantes, anécdotas hilarantes y pasajes muy divertidos y curiosos, todo marca de la casa. Es fascinante el ritmo que le da Trueba a la obra, todo tan bien hilado, tan bien contado, que hace que parezca fácil

La gran protagonista de este miniensayo es la madre del autor. De hecho, el libro empieza contando que su madre tenía buena mano con las plantas, la misma que tuvo con sus hijos. "Era esa misma calidez que conseguía que le brotaran las flores sin grandes esfuerzos. Así le brotaron ocho hijos". Deja claro el autor la veneración que siente por su madre, de la que dice que tenía "una interesante virtud emocional. Era antihistérica". Cuenta varias anécdotas maravillosas de ella. También de la convivencia con sus hermanos y con su padre. 

Y, de pronto, la llegada del cine. En concreto, del Cinestudio Griffith, donde el autor se pasaba las horas. Había sábados, cuenta, que podía ver hasta seis películas. De ahí a empezar a rodar cortos disparatados con sus hermanos y amigos en su casa sólo hubo un paso. Recuerda con gracia sus primeras obras, altamente pretenciosas, pero también cómo esos personajes primeros, esas historias iniciales, calaron después en la que fue su primera novela, de la que se cumplieron en 2020, cuando se editó este librito, 25 años. 

El recuerdo de aquel tiempo de sus primeras obras y el paso del tiempo da pie a una de esas muchas reflexiones que comparte David Trueba en este encantador Ganarse la vida: "nunca ha dejado de sorprenderme la fluidez con la que se enlazan las aficiones juveniles con el oficio de los adultos. En mi caso, esa continuidad hace que me resulte imposible trazar una raya entre mi vida de fantasía de escritor y la profesión luego desempeñada". 

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