The White Lotus 2

 

La segunda temporada de The White Lotus sale más que airosa de un reto nada sencillo, mantener el nivel y el interés de la primera tanda de episodios con un nuevo escenario, nuevos personajes y tramas que rimen de algún modo, pero más con rima asonante que consonante, con las de la primera parte. No es sencillo porque los personajes y los temas abordados tenían sin duda un gran interés y una enorme personalidad. Si en aquella primera temporada la acción transcurría en un paradisiaco resort de lujo en Hawái, la segunda se ambienta en un precioso hotel de la misma cadena en Sicilia.

El punto de partida es muy similar: conocemos casi en la primera escena que algún huésped del hotel ha fallecido, pero no sabemos quién ni en qué circunstancias. Entonces, la serie da un salto atrás en el tiempo y nos cuenta las peripecias de un grupo de veraneantes ricos en la semana previa al luctuoso suceso. Una vez más, la intriga juega a favor de la serie, aunque lo que de verdad atraen son los diálogos afilados y las aristas de los personajes. Si los conflictos de la primera temporada giraban fundamentalmente en torno al poder y a las diferencias de clase, en esta segunda se sigue jugando con la recurrente idea de que los ricos también lloran pero es el sexo en toda su dimensión el que ocupa un papel central en las tramas.

Ya digo, no es sencillo alargar una idea exitosa pero con unos personajes, un escenario y unas historias con personalidad propia, que resulten familiares a los espectadores que vieron la primera temporada pero que aporten algo distinto. Lo consiguen. Sólo repiten el personaje de Tanya (fantástica Jennifer Coolidge) y su marido. La peculiar relación de Tanya con su asistente Portia (Haley Lu Richardson), y una trama de lo más hilarante e inquietante que vivirán ambas, son de lo mejor de la serie

También dan mucho juego las dos parejas de amigos jóvenes y ricos que pasan las vacaciones en el hotel. De un lado, el cerebrito Ethan (Will Sharpe), que es millonario después de haber vendido su empresa, y su mujer Harper (Aubrey Plaza), que muestra con claridad la poca ilusión que le hace compartir esos días de vacaciones con el mejor amigo de su marido y su mujer; del otro, Cameron (Theo James), que es un gestor de fondos sin demasiados escrúpulos. y su esposa Daphne (Meghann Fahy), encantada de haberse conocido. De entrada, ambas parejas no pueden parecer más diferentes. La extraña dinámica que se genera entre los cuatro, el modo en el que se comparan y sus distintas formas de entender las relaciones de pareja, los celos y la vida en general dan pie a varios de los mejores momentos de la serie.

Competan el elenco el joven Albie (Adam DiMarco), un chaval dulce e hijo de su tiempo que observa con horror la concepción anquilosada y tóxica de las masculinidad que tienen su padre Dominic (Michael Imperioli), a quien su esposa ha mandado a paseo, y su abuelo Bert (F. Murray Abraham), uno de esos hombres de cierta edad que cree que todo esto del Me Too es un invento perverso que ha cambiado a peor el mundo. Al igual que ocurría en la primera temporada, también hay personajes locales con bastante protagonismo. En este caso, la directora del hotel,  Valentina (Sabrina Impacciatore), dos jóvenes italianas Lucia (Simona Tabasco) y Mia (Beatrice Grannò) que ejercen el oficio más antiguo del mundo.

Aunque quizá esta segunda temporada tenga algo menos de hondura a la hora de abordar cuestiones de actualidad, sigue ofreciendo diálogos interesantes y reflexiones sugerentes. Además, los personajes están muy bien bien construidos y a través de sus historias se muestran sentimientos y emociones universales. Si a esto se suma un cierto tono misterioso, escenas muy cómicas, imágenes bellísimas y sensuales de Sicilia y, una vez más, una banda sonora sensacional, The White Lotus vuelve a ser el guilty pleasure perfecto. La tercera temporada de la serie transcurrirá en Tailandia y, por supuesto, ahí estaremos para verla.

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