El lugar

 

La novela corta El lugar, de la Nobel Annie Ernaux, es el primer libro que leo de la autora y no será el último. La obra, que ganó el Premio Renaudot en 1984, es tan corta como interesante, tan directa en el estilo como profunda e intensa en lo narrado. El Nobel a la escritora francesa reavivó el debate sobre la autoficción. Formo parte de quienes no conceden excesiva importancia a que lo que leo en un libro sea verdad, o eso que llamamos verdad, o ficción, o eso que llamamos ficción. En parte, porque todo es ficción, incluyendo aquello que recordamos de lo vivido, o especialmente esto. Por eso, creo que la distinción es algo fútil, no tiene demasiado sentido.
Lo importante en El lugar no es que Ernaux recuerde a su padre, parte de su vida, sino cómo impregna de literatura esa vida. Hay quien considera que los libros que se apoyan en las vivencias del autor carecen de interés porque a nadie le importa su vida, pero lo cierto es que los grandes escritores logran trascender lo íntimo y construir historias que conectan con el conjunto de la sociedad, que convierten en atractivo para el lector ese relato personal. Y eso se logra con creces en esta obra breve. No se trata, claro, de contar tu vida privada, sino de tomarla como punto de partida para hablar de un tiempo y de una sociedad. La literatura puede convertir en historias relevantes cualquier aspecto cotidiano por personal o sencillo que parezca, cualquier recuerdo, cualquier vida. 

El libro, ya digo, destaca por su honestidad y también por el estilo directo, con frases cortas. La autora rescata de la memoria recuerdos de la vida de su padre. Habla sobre la escritura del propio libro, cuándo comienza a escribirlo, qué le hace sentir, lo que le cuesta llegar al final. Al comienzo de la obra, Ernaux rememora el examen que tuvo que pasar para convertirse en profesora de instituto justo dos meses antes de que muriera su padre. Confiesa que a veces no recuerda bien qué ocurrió antes. 

Hay pasajes bellísimos en el libro, que reflexiona sobre el desclasamiento, sobre la distancia que la autora va sintiendo con sus padres a medida que estudia en la universidad. Es muy duro y muy real, muy honesto lo que cuenta. Sus padres se vuelcan con la educación de su hija, quieren que tenga el acceso a los estudios y la cultura que ellos no tuvieron, pero es precisamente eso lo que de algún modo distancia a la autora de ellos, ya que empieza a  leer literatura y a relacionarse con otro mundo, el de la burguesía. 

Un gran ejemplo de lo que decía un poco más arriba sobre cómo con pequeños gestos, con situaciones aparentemente menores, con simples detalles, se puede reflexionar sobre la sociedad y las diferencias de clase. Como la sensación que tiene la autora cuando estudia en la universidad y percibe que nada era peor que parecer alguien de pueblo, o el temor de sus padres al cometer fallos de ortografía en documentos oficiales o al hablar patois. Esas escenas cotidianas, como cuando su padre se pone una corbata para recibir a un novio de su hija del que más valoran es su buena educación. El lugar, en fin, cala hondo pese a su brevedad, menos de 100 páginas. Volveré a la literatura de Ernaux. 

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