Sin novedad en el frente

 

La literatura suele ser una excelente fuente de inspiración para le cine. El último gran ejemplo de ello es Sin novedad en el frente, la película de Edward Berger producida por Netflix que adapta la novela homónima de Erich Maria Remarque publicada en 1929. Aquel libro mostraba el horror de la guerra desde la mirada de un joven soldado alemán que se recluta para ir a la contienda casi como quien va a una excursión con amigos. Tardan poco en descubrir que donde esperaban encontrar aventuras, honor y gloria sólo hay barro, sangre y muerte. El enfoque antibelicista de la película, ambientada en la I Guerra Mundial, resuena de un modo especial en los espectadores en este tiempo en el que sufrimos una guerra a las puertas de Europa provocada por la invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia. 
La película muestra la guerra y sus horrores en toda su crudeza. Hay imágenes muy duras, de cadáveres, de despojos humanos. No es un tono morboso ni macabro, no se recrea en ese tipo de escenas, pero no las oculta, porque busca reflejar lo que es una contienda, la cantidad de jóvenes que mueren por supuestos ideales de señores que manejan la guerra desde cómodos despachos, por luchar por pedazos de tierra. Sólo en el frente occidental, en el que está centrada esta historia, fallecieron más de tres millones de soldados. El frente apenas se movió unos pocos metros. Literalmente, por un trozo de tierra, por unos metros de terruño, murieron tres millones de jóvenes con toda la vida por delante. 

El filme, que arrasó en los Bafta y también fue multinominada en los Oscar, tiene varias escenas espeluznantes de una fuerza narrativa arrolladora. Por ejemplo, cuando se muestra cómo se limpian de sangre y barro los uniformes de soldados caídos en el frente, para volver a dárselos a otros pobres infelices que irán a luchar, a matar y a morir a ese mismo frente. O el contraste entre las penurias que pasan esos soldados con las lujosas comidas y las cómodas estancias en las que los mandamases del ejército alemán se niegan a firmar el armisticio. La película muestra igualmente las condiciones muy duras que se pusieron a Alemania para poner punto final a la guerra, que fueron en parte el origen del descontento social y la degradación económica que condujeron al auge del nazismo años después. 

Sin hacer spoiler, aunque en la guerra no se puede hacer spoiler, todo es muerte, sinrazón y destrucción, nada tiene sentido, diré que hay una escena portentosa. En ella, el joven soldado alemán al que seguimos a lo largo de toda la película asiste a la larga agonía de un soldado francés al que él mismo ha herido. Es desgarradora. En sus pocos minutos están contenidos todo el horror y la sinrazón de la guerra. Es una de las escenas más impactantes del cine bélico. 

Sin novedad en el frente, además, está primorosamente rodada. Para los estándares actuales de falta de atención se puede considerar una película larga (147 minutos), pero no se hace larga en absoluto, y eso que también refleja el tedio de la espera de los soldados antes de entrar en combate, sus conversaciones en la noche, muertos de frío y deseosos de volver a casa, sin poder olvidar todo el horror que han visto. 

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