Modelo 77

 

Hay historias reales que parecen de película y, en efecto, terminan siéndolo. Cuando se llevan a la gran pantalla con acierto uno se pregunta cómo  no se había rodado antes un filme sobre esa historia. Es lo que sucede con Modelo 77, de Alberto Rodríguez, que se basa en la historia de la Copel (Coordinadora de Presos en Lucha), que fue un movimiento del posfranquismo en el que los presos pidieron mejores condiciones de vida y que la llegada de la democracia se sintiera también en las prisiones. La película está ambientada en la cárcel Modelo de Barcelona, aunque sólo se pudo rodar allí un par de semanas y el resto de escenas se grabó en un espacio que recreaba aquella prisión. 
De entrada, confieso que el género carcelario no es mi preferido. Da igual. Modelo 77 es una película notable llena de méritos que sabe contar bien una historia real a través de las historias ficticias de sus personajes, con un ritmo trepidante de puro trhiller. Alberto Rodríguez ha demostrado con creces en anteriores trabajos que se maneja a la perfección en este tipo de películas en las que la acción es importante. Aquí vuelve a dar una lección. La película presenta distintos tonos, porque la parte humana de sus protagonistas está también muy presente, igual que una cierta vocación didáctica sobre los sucesos reales que cuenta, aunque siempre supeditada a la acción. 

El espectador entra en la cárcel Modelo junto a Manuel (Miguel Herrán), contable acusado de un robo. El joven defiende desde el primer momento su dignidad, pide hablar con el director de la prisión, exige sus derechos. Será cuestión de tiempo que entre en contacto con presos que forman parte de Copel. También conocerá a Pino (Javier Gutiérrez), su compañero de celda, veterano en estas lides y bastante de vuelta de todo ya. Él no cree en promesas de amnistías ni esperanzas, sólo quiere pasar desapercibido, dejar que pase el tiempo. 

La relación entre ambos presos, que tiene ciertos aires quijotescos, es uno de los puntos fuertes de la película, que también muestra una realidad pocas veces enseñada en el cine. El contexto en el que se centra es muy interesante, porque técnicamente España ya no es una dictadura, Franco ha muerto, pero en la práctica no funciona en absoluto como una democracia. Las visitas de la hermana de su novia a Manuel, en la que le cuenta maravillas y modernidades de ahí fuera, la esperanza del tiempo nuevo que llega, sirven para reflejar el tremendo contraste entre las ilusiones que despierta la democracia venidera en la sociedad y la grisura y falta de esperanza dentro de la cárcel. Incluso un contraste cromático entre los vestidos coloridos de ella y las vestimentas oscuras y pobres de él. 

La película da saltos temporales y quizá se acelera un poco de más en su trama final, que resulta algo atropellado, como si se hubieran querido contar demasiadas cosas juntas y algo apretujadas. Pero, en todo caso, ya digo, es una gran película que cumple todo lo que se espera de un trhiller y de un drama carcelario

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