El menú

 

El mundo en que vivimos se presta mucho a la sátira y el submundo de la alta cocina, todavía más. Lo tiene todo: egos desmedidos, discursos un poco de vendeburras, cocineros que son como ídolos y comensales que son sus fieles seguidores, gente que paga un dineral por ir a un restaurante y degustar un menú del que, naturalmente, ya que le ha costado tanto, hablará maravillas... No se trata, en fin, de echar por tierra a la cocina moderna. Se puede disfrutar mucho y de forma genuina de este tipo de gastronomía, pero incluso reconociendo su mérito, debemos aceptar que a veces hay cierta impostura alrededor. Por lo general, además, la alta cocina atrae a personas de alto poder adquisitivo, que también suelen ser un buen blanco de las sátiras. Todo eso se mezcla en El menú, la salvaje, inquietante, divertida y satírica película de Mark Mylod que se estrenó el año pasado en cines y que ahora puede verse en Disney+. 
La película está ambientada en una isla en la que un prestigioso chef, que por supuesto es venerado por los comensales asistentes y por su personal de cocina, que lo ven como a un dios, ofrece una experiencia culinaria única. Una de las primeras cosas que les dice el chef a los asistentes a esa cena de cuatro horas que tienen por delante es que no coman, que degusten, que saboreen, que experimenten, pero que no coman, porque eso de comer es muy vulgar tratándose de sus creaciones, que son demasiado importantes como para que sencillamente uno las coma y ya. 

El restaurante en cuestión, ya digo, en mitad de una isla a la que sólo se puede llegar en barco, no tiene platos, sino tablas o creaciones, por supuesto. Allí no se come, se degusta. Eso no es una cena, es una experiencia. Toda esa verborrea. La noche, digamos, se va volviendo más y más rara y perturbadora a medida que pasan los minutos. Además del chef, el centro de la trama, la cinta tiene muchos otros personajes, porque es una historia coral que se apoya en una variopinta selección de comensales, desde una pareja de ricos asiduos al restaurante hasta otra de un chico deslumbrado por el chef y su acompañante de última hora, que se ríe de toda la parafernalia alrededor del restaurante, pasando por tres amigos que van dispuestos a quemar tarjeta, una crítica culinaria estirada y un actor venido a menos cuyo periodo de fama quedó atrás. 

Creo que, como toda buena película, El menú está abierto a muchas interpretaciones posibles. Ya digo, la sátira del mundo de la alta cocina está ahí, pero también hay un claro componente de la división de clases y del poder que se le concede al dinero en nuestra sociedad. O puede ser vista simplemente, que no es poco, como un entretenimiento bastante brutal, lleno de suspense

Por momentos, la película cae en el ridículo, se ríe un poco de los personajes, de todas las partes implicadas. Hay momentos memorables, realmente divertidos, por lo surrealista de la situación. El desenlace quizá no es lo más logrado del filme, pero también tiene su gracia y en cierta forma refuerza también su enfoque satírico y la crítica a cómo, en ocasiones, el dinero es el que legitima y valida supuestas propuestas muy atrevidas y creativas. Es llamativo, y creo que muy verosímil, cómo parte de los comensales creen cuando aquello se empieza a poner raro lo que quieren creer, lo que han ido convencidos a creer, porque para eso han pagado o para eso son expertos y saben de verdad de gastronomía. El menú, en fin, es un muy buen entretenimiento con su buena dosis de sátira y suspense. 

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