Tres minutos: una exploración

 

Lo primero en lo que pienso cuando veo grabaciones de vídeo o fotos antiguas, antes que en cómo ha cambiado la sociedad, las vestimentas, las calles o cualquier otro detalle es en que todas estas personas estarán muertas. Lo primero es ese estremecimiento que te lleva preguntarte por cómo fue la vida de todas esas personas captadas para siempre por la cámara, vivas de algún modo, al menos en ese instante. Esta reacción adquiere otra dimensión al ver por primera vez los apenas tres minutos y poco filmados en una pequeña localidad polaca en 1938 que es el punto de partida del documental Tres minutos: una exploración, de Bianca Stigter, que puede verse en Filmin. En cualquier grabación o fotografía antigua vemos un mundo que ya no existe por el paso del tiempo, pero en estos tres minutos de grabación vemos un mundo que desapareció de forma abrupta apenas unos meses después por el horror nazi y el exterminio de millones de judíos.


El documental, soberbio, nos recuerda que el Holocausto sigue teniendo muchas historias por contar. Todo comenzó con el encuentro casual por parte de Glenn Kurtz de una película casera rodada por su abuelo, David Kurtz en 1938. Aquel año, realizó un viaje por Europa desde Estados Unidos, donde su familia había emigrado cuando él era niño. Además de los destinos clásicos de cualquier viaje desde el otro lado del Atlántico al viejo continente, David Kurtz incluyó una visita a Polonia, de donde era originario. En esa cinta casera se ve a habitantes de una pequeña localidad polaca, asombrados ante la cámara del viajante, pero todo es un misterio. ¿Quiénes son esas personas? ¿Cuál es exactamente esa localidad? ¿Qué fue de ellos con la llegada del nazismo apenas unos meses después? 

Tras mostrar la cinta casera, ya digo, de poco más de tres minutos, el documental se dedica a resolver esas dudas y reconstruir en lo posible las historias que hay detrás de esas imágenes. Para empezar, el lugar en el que fueron rodadas, la localidad polaca de Nasielsk. El documental explora cada mínimo detalle, cada escena de la cinta, desde el mezuzá, el pergamino con versículos de la Torá que se encuentran en las puertas de toda casa judía, hasta los gorros de los niños que aparecen en el vídeo, pasando por el cartel en una tienda de comestibles o los árboles que se ven en la plaza, unos tilos

Es fascinante esa búsqueda casi enfermiza, ese intento de descifrar cada pequeño detalle. Gracias a las investigaciones se logra identificar a once personas de las más de 150 que aparecen en el vídeo. Entre ellos, Maurice Chandler, superviviente del Holocausto, que aparece en la cinta casera de niño. Él recuerda cómo era la vida en la localidad, la rígida jerarquía social y la escuela religiosa a la que acudía. Después conocemos testimonios de personas judías que fueron encerrados en la sinagoga de la localidad antes de ser trasladados al gueto de Varsovia. 

Las vestimentas de las personas que aparecen en el vídeo nos recuerdan que en Nasielsk estaba la fábrica de botones más importantes de Polonia. Llega a tal punto el afán exploratorio del documental que se especula incluso con lo que podría estar sonando en ese momento, las conversaciones que se podrían estar escuchando ante la presencia de un viajero con una cámara, un objeto que, entonces, nadie había visto en el pueblo. Tres minutos: una exploración es un documental extraordinario y sobrecogedor que nos recuerda la importancia de la memoria. Realmente impresionante. 

Comentarios