En los márgenes

 

Uno de los muchos prejuicios que arrastra el cine social es que es aburrido, tedioso, que no tiene ritmo y lo único que hace es sermonear, llevar a las pantallas un panfleto. Eso será, claro, el cine social malo, las películas que tengan un mensaje pero en las que la forma de contar la historia no acompañe, no esté a la altura de eso que se quiere narrar. En los márgenes, el debut como director de Juan Diego Botto, demuestra que el cine social puede tener ritmo de trhiller y que, como sucede siempre con los prejuicios y los tópicos, son terriblemente injustos esos sambenitos que colgamos a menudo a las películas con un compromiso social o que abordan algún problema real de esos que solemos preferir no mirar de frente.
Así que, sí, En los márgenes es cine social y es muy buen cine. Es una película comprometida y decidida a acercarse al drama de los desahucios, sí, pero lo hace con las mejores herramientas del cine, con un gran ritmo narrativo, excelentes interpretaciones, historias bien construidas y personajes de carne y hueso, reconocibles, llenos de vida. El director hilvana varias historias que tienen en común el drama que supone para una familia sentir la amenaza de que va a perder su casa, de que no va a tener dónde vivir. Eso y la solidaridad y el compromiso político y social de tantas y tantas personas que se movilizan para intentar frenar los desahucios. 

Según se cuenta en los créditos finales de la película, en la última década en España se han ejecutado 400.000 desahucios a un ritmo de 100 al día. Sigue siendo una realidad, pero, como tantas otras realidades tristes, preferimos mirar hacia otro lado. El cine, el buen cine, también está para eso, para hacernos mirar a donde no queremos, para mostrar realidades que preferimos ignorar, para intentar ponernos en la piel de quienes sufren una situación de la que nadie está libre, por mucho que creamos lo contrario. El gran acierto del filme es su humanidad sin caer nunca en el sentimentalismo ni los mensajes lacrimógenos. 

Funciona bien la mezcla de distintas historias y personajes, porque permiten mostrar distintas caras de una misma realidad. Penélope Cruz, comprometida con este proyecto más allá de su presencia en el elenco, ya que es productora de la película, da vida a una madre que se enfrenta a la amenaza de ser desahuciada del hogar donde vive con su pareja y con su hijo. La acción transcurre en 24 horas angustiosas para ella y también para el resto de personajes del filme, como el abogado al que da vida un espléndido Luis Tosar. Es tal su nivel de compromiso con las personas que viven en los márgenes, con esas a las que la sociedad prefiere ignorar, que llega incluso a poner en riesgo su relación de pareja. Una tercera historia, también muy conmovedora, es la de una madre y un hijo golpeados igualmente por la crisis económica. 

Uno de los puntos fuertes de la película, y tiene muchos, es la relación entre el personaje de Luis Tosar y el hijo de su mujer, a quien interpreta Christian Checa. El joven se ve obligado a acompañar a su padrastro en una frenética jornada que afronta, de entrada, con absoluto desinterés, pero en la que le resultará imposible mantener esa indiferencia fría con la que aparenta relacionarse con los dramas humanos que le rodean. De algún modo, el espectador avanza por la película de la mano de este personaje y, como él, no puede más que sentir empatía por estas personas cuyas vidas se ven golpeadas por la falta de dinero, por la mala suerte en la vida, algo que no se perdona en un sistema basado en la producción y el culto al dinero. Una gran película social. Una gran película. 

Comentarios