Aftersun

 

Aftersun pertenece a ese género de películas en las que aparentemente no pasa nada, que son en las que más cosas pasan en realidad. Una película que te gusta más y más a medida que la recuerdas. Un filme lleno de sutileza, realmente formidable. La película, que es la opera prima de Charlotte Wells, deja huella. Lo que a primera vista parece un compendio de escenas de un verano en Grecia entre un padre y su hija es en realidad mucho más, que es un poco lo que ocurre en la vida, donde allí donde nada extraordinaria parece suceder es donde de verdad está lo que importa.


La película se toma su tiempo para contar la historia de ese verano en el que Sophie (muy natural la joven Francesca Corio) tenía once años y viajó con su padre (fascinante Paul Mescal) dos semanas a un complejo turístico en Grecia. Es un filme de detalles, miradas, gestos. Una gran pequeña historia. En apariencia, ya digo, son sólo unas vacaciones. Cenas aquí, comidas allí, juegos, excursiones, chiringuitos, escenas en la habitación. Todo normal, pero no del todo, con pequeños indicios de que algo no va bien. Es tan sutil la película, está tan bien contada, que es fácil que se escape algo al lector, no porque sea una película de intriga que deje pistas ni nada de eso, pero sí porque es una película que conviene ver muy despierto, atento a los detalles. Por eso gusta más a medida que se recuerda y creo que es una película que se disfruta más al volver a verla. 

Dos de los grandes aciertos de la película son el punto de vista (la hija que recuerda ese verano de la infancia) y situar la historia en unas vacaciones (ese no lugar fuera del tiempo y del espacio). Juega con los recuerdos, el gran tema del filme, cómo los recuerdos del pasado determinan y condicionan nuestro presente. Y nada mejor para ello que hablar de ese verano, de ese momento en el que nos apartamos de lo cotidiano y, a la vez, somos más nosotros mismos que nunca, sin ser del todo nosotros mismos. 

Varias de las escenas de la película se muestran como si fueran grabaciones caseras con la videocámara del padre, lo que refuerza ese enfoque reflexivo sobre los recuerdos y la memoria. En ese verano determinante de su vida, Sophie tenía once años así que, tiempo después, cuando recuerda aquello, intenta reconstruir la memoria de esos días con su padre que vio con su mirada infantil de entonces. En cierta forma, la película está abierta a interpretaciones, lo cual siempre es muy de agradecer y encaja a la perfección con la sutileza que rige en todo momento en Aftersun

La película, que por cierto, tiene varios guiños a España ("Torremolinos, Torremolinos", La Macarena), habla también de salud mental. El padre dice mucho "vamos a pasárnoslo bien" o "hemos venido a pasárnoslo bien", como queriendo invocar la alegría. El filme concluye con una escena conmovedora que hará que nunca más volvamos a escuchar Under Pressure, de Queen y David Bowie sin acordarnos de Aftersun. Es de esas escenas que no se olvidan y que justifican por sí sola la película. 

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