No me gusta conducir

 

Borja Cobeaga lo ha vuelto a hacer. Quien fue guionista del mítico programa Vaya semanita está detrás de varias de las mejores comedias en cine y televisión de los últimos años. Su última criatura es No me gusta conducir, estrenada por TNT a finales del año pasado y que no llegué a tiempo de reseñar en el blog en 2022, así que raro será que no entre en la lista de mejores series que he visto en 2023, y eso que sólo está empezando. Es divertidísima. Tal vez la única pega, muy entre comillas, claro, es que se hace demasiado corta, sólo seis capítulo de media hora cada uno. 
Al igual que muchas otras de sus comedias, No me gusta conducir no busca la carcajada constante ni las bromas de trazo grueso. Es otra clase de comedia, la que se centra en personajes reconocibles más que en personajes muy extravagantes, en situaciones cotidianas más que en sucesos asombrosos y disparatados. Parece sencillo, la comedia siempre lo parece, cuando es mucho más complicada que el drama, pero no lo es en absoluto, hacer reír sin grandes tramas, partiendo de sucesos en apariencia anodinos y simples. En este caso, Pablo Lopetegui (Juan Diego Botto), un profesor universitario en la cuarentena que se acaba de separar de su pareja (fantástica siempre Leonor Watling) decide sacarse al fin el carné de conducir. 

Su edad y el trauma que arrastra desde que vio de niño La segunda oportunidad, un programa de seguridad vial de la tele de los ochenta en el que se mostraban de forma recurrente escenas de accidentes de tráfico, generan toda clase de situaciones divertidas. Gran parte del acierto de la serie son sus personajes secundarios. Juan Diego Botto lo borda en el papel de profesor algo patético, pagado de sí mismo y un tanto arrogante y misántropo, pero la pimienta de la historia son los secundarios. En especial, David Lorente, quien da vida a Lorenzo, un profesor de autoescuela charlatán, brasas, graciosete y de muy buen corazón. O Yolanda (Lucía Caraballo), alumna de Pablo en la universidad que también acude a la misma autoescuela que él y cuya forma de hablar, algo redicha y con un gran vocabulario, le sorprende. 

La actitud poco sociable del protagonista, que se convence de que para conducir hace falta ser un poco idiota, y por eso él no aprende, da mucho juego. También el contraste entre su posición en clase, donde es el que manda, el que habla, porque le molesta que los alumnos interrumpan, y su vulnerabilidad en el coche con el que hace las prácticas, donde se siente inseguro y nervioso, aunque no lo reconozca. La relación peculiar que mantiene con su ex, que sigue llevándole a todas partes en coche y con la que ya no está, pero un poco sí, también es de lo mejor de la serie, en gran medida, por la química de Botto y Watling, dos grandes intérpretes que parecen disfrutar especialmente con esta historia. 

No me gusta conducir, en fin, tiene todo lo que se le puede pedir a una buena comedia. Imprescindible. 

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