La Filarmónica de Viena inaugura el 2023


Nada cambia realmente entre el 31 de diciembre a las doce menos un minuto y el 1 de enero a las doce. Sólo pasa un minuto, pero un cambio de año tiene siempre algo de simbólico, de ritual. Algo de cambio real. Nos sirve para ordenar la vida y el mundo, para hacer promesas e ilusiones. Para anclaros en el presente y recordar el pasado. Lo mismo sucede con las tradiciones de esta época, ineludibles, como el Concierto de año nuevo de la Filarmónica de Viena, la mejor forma de comenzar una nueva andadura de doce meses, como lo lleva siendo desde hace 84 años


Los rituales son importantes, los necesitamos, así que lo primero que importa cada 1 de enero es que a eso de las once pongamos La 1 en la televisión y de pronto la vida se nos llene de armonía y belleza, como para cargarnos de ambas ante lo que está por venir en el año recién comenzado. Pase lo que pase fuera, sabemos que en la sala dorada del Musikverein de Viena las melodías suenan enérgicas y poderosas, las flores siempre son bellas y radiantes y recordamos que el ser humano no sólo es capaz de lo peor, de la guerra y los horrores, sino también de crear belleza inmortal que perdura por más que pasen los años. 


Que necesitemos los rituales y nos hagan bien no significa que no puedan cambiar. El concierto de este año así lo demuestra, con la inclusión de 14 piezas nunca antes interpretadas en este recital, casi todo el repertorio. En el fondo, lo clásico siempre es novedoso. Lamentablemente, en lo que aún parece que falta tiempo para vivir un cambio histórico es en la esperada elección de una mujer maestra de orquesta para el concierto más famoso del año. Preguntados por esta cuestión en la rueda de prensa previa al recital, los representantes de la Filarmónica vienesa dijeron que llegará, pero que se requiere una importante experiencia y años de colaboración con el grupo para dirigir este concierto. El día que ocurra, ojalá pronto, será un recital igual de maravilloso y necesario cada 1 de enero, pero además, al fin, más justo e inclusivo. No será el año que viene, cuando Christian Thielemann se pondrá al frente de la orquesta en su cita anual. 


El maestro Franz Welser-Möst ha dirigido hoy a la Filarmónica de Viena por tercera vez. Es un director menos mediático que el de años anteriores y no goza de demasiada buena imagen por parte de la crítica, pero a mí, que desde luego estoy lejos de ser un experto, me ha gustado mucho. Se ha mostrado sonriente, cómplice con los músicos y volcado, visiblemente entusiasmado, sin ápice alguno de esa frialdad que a veces se le reprocha. Él mismo fue el anfitrión del programa documental del intermedio. El director, un estudioso de las composiciones de la familia Strauss, tiene una historia personal muy inspiradora, ya que de joven soñaba con convertirse en un gran violinista, pero las heridas provocadas por un accidente de le impidieron, por lo que recondujo su formación hasta convertirse en director de orquesta. 


El concierto comenzó con la polca rápida ¿Quién baila?, de Eduard Strauss, al que siguió el vals Poemas heroicos, de Josef Strauss, donde el arpa tuvo un especial peso. La primera parte del concierto, la más breve, la completaron la cuadrilla El barón gitanode Johann Strauss hijo, extraordinaria, llena de energía; el vals En una noche acogedorade Carl Michael Ziehrer y la polca rápida ¡Venid con alegría!, de Johann Strauss hijo.


El programa del intervalo este año ha estado dedicado a la Exposición Universal de Viena de 1873, con motivo de su 150º aniversario. Es un añadido al concierto, pero siempre es también muy disfrutable y este año no ha sido una excepción. El documental, muy entretenido, ha sido un homenaje a esa Exposición Universal y, de alguna forma, a la actitud de aquellos tiempos, ese asombro de la sociedad ante maravillas, la apertura de mente y disposición a abrazar la modernidad. Estos eventos antes tenían la capacidad real de transformar verdad las ciudades y eran auténticos acontecimientos. No era tan fácil reunir a personas e ideas de todo el mundo, no existía internet ni nada parecido, y estás exposiciones ofrecían la oportunidad de disfrutar de encuentros ricos y fascinantes. El documental mostró planos, imágenes antiguas y recreaciones por ordenador de aquel tiempo, incluidos espacios de aquel evento que ya no existen. 


La segunda parte del concierto comenzó con aires españoles y sonido de castañuelas, con la obertura de la opereta cómica Isabellade Franz von Suppè. Después llegó la primera de las tres puedas acompañadas por una actuación grabada del ballet nacional, el vals Perlas de amor, a la que siguió la Polca de Angélica, de Josef Strauss, y la polca rápida ‘Arriba y lejos, de Eduard Strauss, también acompañada por el ballet. Otra pieza especial del día fue la polca francesa de Josef Strauss Espíritus alegres, con los coros de las Niñas (fundada en 2014) y los Niños Cantores de Viena, una institución centenaria,  que actuaron por primera vez juntos en el o concierto de año nuevo. Le siguieron la polca rápida Para siempre y el vals Jilguerosde Josef Strauss, y la Polca de las campanas y galope del ballet Excelsior, de Joseph Hellmesberger. También de Josef Strauss, fueron las dos piezas que cerraron la segunda parte y el programa oficial:   Allegro Fantástico y el Vals de las Acuarelas.


La Filarmónica de Viena regaló tres bises: el galope de los Bandidos de Johann Strauss hijo, y, le supuesto, el vals En el bello Danubio Azul de Johann Strauss hijo, acompañado por una preciosa coreografía del ballet nacional, y la Marcha Radetzkyde Johann Strauss padre, coreada con las palmas del público como de costumbre. En su discurso, el director citó lo que Nietzsche escribió a Peter Gast: “la vida sin música sería sencillamente un error”. O, como ha dicho Martín Llade, una vez más divertido e impecable en su narración del concierto en RTVE, en un momento del recital: “¿para qué necesitarán algunas personas eso que llaman reguetón teniendo esto?. Un concierto fantástico, el ritual con el que podemos dar por comenzado de verdad el 2023. Vamos a por él. 

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