La fiesta de despedida de Serrat


Cuando había terminado el último concierto de Serrat, a los espectadores que lo seguíamos por TV3 aún nos quedaba una hora para disfrutar de él sobre el escenario. Ya saben, el que no se consuela es porque no quiere. Naturalmente, hubiera preferido vivir este concierto en vivo en Barcelona, lo intenté, pero las entradas volaron. Gracias a la televisión pública catalana ayer muchos que no pudimos acudir al último concierto de Serrat al menos lo disfrutamos desde casa con apenas una hora de decalaje. Fue un maravilloso regalo anticipado de Navidad. 


Cada concierto de esta gira de despedida, El vicio de cantar, ha sido una fiesta. Serrat, honesto y coherente siempre a lo largo de su dilatada trayectoria, lo ha sido también a la hora de decir adiós. Él ha decidido dónde, cómo y cuándo marcharse de los escenarios y se ha despedido de su público en ciudades de toda España y Latinoamérica. Hace unos meses, por ejemplo, despertó un auténtico delirio en Buenos Aires, ciudad donde es venerado. Pero el último concierto, claro, sólo podía ser en Barcelona, donde todo empezó, donde anoche el autor de tantos temas inmortales, de tantas poéticas canciones, se marchó para siempre de los escenarios, con mucha emoción, pero sin alharacas ni extravagancias, con sus dosis de ironía y de lirismo de lo cotidiano, con mensajes sobre causas sociales y recuerdos de su intensa trayectoria. Genio y figura. 


Suele tener bastantes reticencias con los conciertos televisados, porque aunque permiten ver más detalles, nunca logran emular del todo la emoción que se siente al estar frente al escenario celebrando ese ritual pagano rodeado de miles de personas. Los conciertos televisados suelen ser un quiero y no puedo. Con todo, anoche disfruté mucho con la retransmisión de TV3. La realización fue exquisita y pudimos ver primeros planos de Serrat emocionado y también planos del público en los que no era difícil encontrar a personas llorando o como en trance, conscientes de que estaban viviendo un momento histórico para la cultura de este país y, sobre todo, para su vida. Porque la conexión de Serrat con su público es la de quien ha puesto banda sonora a tantas vidas. 


Con Temps era temps comenzó el concierto. Serrat ánimo al público a dejar de lado cualquier tentación de nostalgia. “Esto es una fiesta”, avisó. Y vaya si lo fue. Se sucedieron las canciones inolvidables de Serrat y los momentos emotivos. Pueblo blanco, extraordinaria; Seria fantàstic; No hago otra cosa que pensar en ti, en cuyo interludio alargado presentó a sus músicos; Algo personal, tan preciso retrato de ciertas personas a las que no cuesta poner cara y nombre hoy y ayer, que se arman hasta los dientes en el nombre de la paz y juegan con cosas que no tienen repuesto.

 

El cantante compartió unas palabras sobre el cambio climático antes de cantar Pare.  Después llegaron dos de las canciones que más emocionan siempre en sus conciertos: Nanas de la cebolla y Para la libertad, esta última, con obras de Banksy de fondo. Serrat habló de Miguel Hernández y su defensa de la vida y la libertad. Llegaron después, entre otras muchas, Barcelona i JoEs caprichoso el azar. La puesta en escena de Hoy puede ser un gran día fue muy original, con toda clase de montajes sobre de la Gioconda de fondo. El público empezó a aplaudir y a gritar en cuanto de fondo se proyectaron las imágenes de una playa. Estaba claro lo que llegaba. Mediterráneo, quizá la más bella canción escrita nunca en español. La última interpretación de Mediterráneo por parte de su autor encima de un escenario. Fue impresionante. Serrat, cuyo compromiso social y político ha sido constante a lo largo de su vida, recordó a las personas inmigrantes muertas en ese mar de su infancia. 


Con Cantares se emocionó Serrat, que recibió un impresionante aplauso sin fin con el que salió a saludar toda su banda. Llegaron los vises habituales, la exquisita Paraules d’amor y la vitalista Fiesta. Cuando parecía que aquello había terminado, Serrat tomó una butaca y se sentó con la única compañía de una guitarra. Tras unas últimas palabras para su familia y sus maestros, compartió una sentida y emotiva interpretación de La guitarra, una de sus primeras canciones, que ya será por siempre recordada como la última canción que canto Serrat en su concierto de despedida en Barcelona. 23 de diciembre de 2022. Qué noche la de aquel día. Moltes gràcies. 

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