La cara oculta del Mundial

 


Lo primero que impacta de La cara oculta del Mundial es que se estrenó en 2017. Es decir, hace ya cinco años se mostró de forma clara cómo vivían los obreros inmigrantes que han trabajado en la construcción de los estadios del torneo mundialista en Qatar. Y no pasó nada. Tiempo después se ha sabido que miles de esos obreros fallecieron haciendo su trabajo. Todo esto en un país que reprime los Derechos Humanos y en el que las mujeres y las personas homosexuales son ciudadanos de segunda. Dice el presidente de la FIFA que Europa no puede dar lecciones de nada. Puede ser. La FIFA, desde luego, no puede bajo ningún concepto. Es ella la que antepuso el dinero a cualquier otra consideración y es a ella a la que apuntan inquietantes investigaciones periodísticas sobre el modo en el que Qatar logró ser elegida como ciudad organizadora del Mundial.


La gran virtud del documental La cara oculta del Mundial, que puede verse en Filmin, es que muestra las condiciones de vida de las personas inmigrantes que construyen los estadios y también les da voz. Podemos escuchar sus historias y lo que sienten, cómo mantienen el contacto con sus familias en sus países de origen, ver cómo viven y entender lo que hay detrás de esos estadios con los que un régimen dictatorial buscará blanquearse estos días con uno de los mayores eventos deportivos del mundo. Muchos de esos obreros son, a su vez, amantes del fútbol y algunos de ellos sueñan con poder jugar algún día de forma profesional y ganarse la vida con ello. Es más, uno de ellos cuenta que llegó a Qatar engañado, porque le dijeron que iba ahí en realidad a buscar una oportunidad como futbolista, no a vivir en régimen de semiesclavitud trabajando a destajo en la construcción de los estadios.   

En jornadas de doce horas, en muchos casos sin un día libre, y en condiciones lamentables, con el calor tremendo de aquel país, el trabajo es agotador. Los obreros viven en campos de trabajo. Tal cual. Con todas las resonancias a otros tiempos y a otras situaciones lamentables. Provenientes de Asia y de África, viven en barracones y no tienen libertad de movimientos. No pueden abandonar la empresa que los ha contratado y es la empresa la que tiene en su poder su permiso de residencia, por lo que no pueden abandonar el país de forma libre. Cobran 400 dólares al mes. Es lo más cercano a la esclavitud en nuestros días. En Qatar el 60% de la población sin trabajadores inmigrantes y esta mano de obra barata no tiene apenas derechos. Pueden ir al centro comercial sólo hasta las diez de la mañana, porque entonces ya empieza a ir la gente importante de verdad y sus capataces no les dejan ir, para no dar mala imagen.

El documental en realidad se lleva Workers Cup, es decir, la Copa de los trabajadores, porque se centra en un torneo de fútbol en el que se enfrentan 24 equipos de 24 de las empresas encargadas de traer a Qatar a empleados inmigrantes. Es impresionante todo lo que muestra ese torneo, porque muchos de los obreros llegan a creer que será la oportunidad de que algún ojeador vea sus cualidades y los saque de allí. Jalean al patrón, el único blanco en un kilómetro a la redonda, y logran escapar de la rutina mientras tienen partidos por delante. Un torneo para tenerlos entretenidos, para que estén hasta agradecidos a sus opresores.El fútbol como engañifa, como trampa para que no protesten por sus lamentables condiciones de vida. Cuando las cosas vienen mal dadas en el equipo al que sigue el documental, se ve un enfrentamiento entre africanos y asiáticos. Los últimos contra los penúltimos.

El Mundial de trabajadores es una clara metáfora en muchos sentidos. El fútbol como auténtico opio del pueblo, venerado por todo el mundo, también por los propios obreros que se están dejando la vida para levantar los estadios en Qatar. A nadie con poder de decisión le ha importado lo más mínimo la situación en la que trabajaron los obreros para crear los escenarios de la gran farsa con la que el régimen catarí quiere legitimarse y blanquearse. 

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