Apagón


Cuando llegó la pandemia se debatió mucho sobre cómo iba a influir este gran trauma colectivo en la ficción creada a partir de entonces. Algunas series optaron por vivir en una realidad paralela, sin rastro de mascarillas en sus tramas. Otras hicieron algún guiño a la realidad, para después seguir contando su historia. En literatura, tardaron poco en llegar algunos diarios o libros de reflexiones personales de autores que contaban de algún modo su experiencia del confinamiento. También, claro, los ensayos sobre cómo podía cambiar nuestra sociedad tras vivir algo así. El chispazo que llevó a Almudena Grandes a escribir la que lamentablemente terminaría siendo su novela póstuma, Todo va a mejorar, fue precisamente la pandemia y cómo algo así podía reforzar a gobiernos autoritarios. En televisión, se estrenaron con inusitada rapidez algunas series posiblemente más bien olvidables que buscaban retratar ese momento tan anómalo que nos tocó vivir, encerrados en casa, tomar el pulso a la realidad. Hace unos meses Movistar estrenó Apagón, que no va de la pandemia, pero que es por completo hija de aquella situación, que desde luego se ve con otros ojos después de haber sufrido la pesadilla del Covid
Una reacción lógica a algo tan excepcional como la pandemia es preguntarse qué otras catástrofes improbables pero no imposibles nos podrían afectar. Una de ellas es la posibilidad de que una tormenta solar de una fuerza arrolladora deje a buena parte del planeta sin electricidad, ni medios de transporte, ni satélites ni nada de lo que usamos a diario en nuestra vida cotidiana. Tormentas solares hay de forma más o menos habitual y en los últimos años ha existido algún caso de tormentas solares más fuertes de lo normal que provocaron problemas puntuales en las telecomunicaciones de ciertas partes del planeta, por lo que la posibilidad de que suceda algo como lo que vemos en la serie es baja, pero no inexistente. Como se escucha decir a un personaje de la serie en el primer capítulo, "¿qué probabilidades había de que llegara una pandemia?" Ahí estamos. Después de la experiencia del Covid, y en medio de una guerra en la que una potencia nuclear ha invadido un país soberano y lanza cohetes a pocos kilómetros de las fronteras de la UE, las historias post-apocalípticas como esta cobran una nueva dimensión

La estructura formal de Apagón es muy original. Hace tiempo que la tele dejó de ser la hermana pequeña del cine. Los complejos quedaron atrás hace mucho. Este proyecto es buen ejemplo de ello. La miniserie consta de seis capítulos, cada uno de ellos con una dupla de reconocido prestigio en la dirección y el guión. El primer capítulo, Negación, en el que ocurre lo impensable y se cumplen los peores temores sobre la tormenta solar, está dirigido por Rodrigo Sorogoyen y escrito por Isabel Peña. El segundo, Emergencia, lleva la dirección de Raúl Arévalo y el guión de Alberto Marini, el propio Arévalo y Fran Araújo, que es también productor ejecutivo de la serie. Confrontación, el tercer capítulo, está escrito y dirigido por Isa Campo, también con Araújo en el guión. Supervivencia, por su parte, está dirigido por Alberto Rodríguez y escrito por Rafael Cobos, mientras que Equilibrio, que cierra la serie, cuenta con la dirección de Isaki Lacuesta y el guión de Isa Campo y Fran Araújo. 

Cada episodio tiene personajes distintos y cuenta una historia propia, salvo el primero y el último, que está conectado por dos protagonistas: un empleado de Protección Civil que pide a sus responsables que no desdeñen el riesgo de lo que puede suceder y su mujer, a la que avisó para que huyera a su casa del pueblo lo antes posible con tantos víveres, linternas y pilas como pudiera conseguir. 

Todos los capítulos son interesantes a su manera. Lógicamente, al ser historias independientes, es inevitable que unas despierten más interés que otras. En la primera se plantean las dudas de los mandatarios a la hora de decretar medidas extraordinarias y urgentes por una amenaza difusa que puede no concretarse en nada, algo que nos suena familiar después de la pandemia y lo mucho que tardaron los gobiernos en todo el mundo en percatarse de la magnitud de la tragedia que se nos venía encima. Es muy sugerente esa reflexión que se plantea sobre cómo afrontar sucesos improbables pero potencialmente destructivos, en especial, ya digo, después de la pandemia. Cuando llega el apagón, se va la televisión y se cortan todas las comunicaciones. Nadie sabe qué está pasando y se especula con si en este o aquel país también ha habido un apagón o no, o con la posible llegada de ayuda internacional. 

La segunda historia, que tiene el sello de Raúl Arévalo en cada plano, también remueve de un modo especial viniendo de la pandemia, ya que se centra en la gestión de las urgencias en un hospital que tiene escasez de recursos y personal, lo que obliga a hacer un triaje por edad del paciente. La tercera historia, una de las mejores, muestra la vida en una urbanización de clase media con su pista de padel y demás en la que, de pronto, un grupo de menores no acompañados que viven en la calle muestran hasta qué punto es cierto eso de que en situaciones límite sale lo mejor de las personas... y también lo peor. Maravillosa historia que, desde la ciencia ficción y el género post-apocalíptico, reflexiona en realidad sobre la actualidad y el trato que damos al diferente. La cuarta historia transcurre íntegramente en el campo, en el que un pastor se ve amenazado por un grupo de personas que han huido de la ciudad y acechan su rebaño. El quinto capítulo, sensacional, refleja la convivencia entre una mujer que ha escapado de la gran ciudad y un grupo de jornaleros inmigrantes, y cómo a veces es en las peores situaciones en las que uno se encuentra de verdad consigo mismo. 

Entre los intérpretes de la serie están Luis Callejo, María Vázquez (los únicos que repiten en dos capítulos, el primero y el último), Ainhoa Santamaría, Tomás del Estal, Zoé Arnao, Patricia López Arnaiz, Miquel Fernández, Jesús Carrasco (colosal en el papel del pastor solitario del cuarto capítulo), Naira Lleó o Mourad Ouani. Todos ellos contribuyen de forma más que notable a retratar en esta gran serie un temor que, tras la pandemia, como tantos otros temores, parece menos irreal. 

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