The Good Doctor 5

 

Si algo nos ha enseñado Anatomía de Grey, que no sé por qué temporada va ya, y antes que ella Urgencias o, en España, Hospital Central, es que las series de médicos pueden ser especialmente longevas. Enganchan porque son pura emoción, porque interpelan de un modo muy directo al espectador, y también porque, a través de las subtramas de cada capítulo, pueden mostrar multitud de cuestiones de actualidad y de dilemas éticos. Cada nuevo paciente en cada episodio trae una historia consigo, lo que permite abordar una diversidad de temas que no se puede encontrar en otro tipo de series. The Good Doctor sigue la senda de sus antecesoras y acaba de estrenar su sexta temporada en AXN. Hoy vengo aquí a hablar de la quinta, de la que tenía unos cuantos capítulos pendientes. 
Bueno, para empezar, algo obvio: sí, sigo aquí. Cinco temporadas después, anulado el factor sorpresa, me sigue interesando y emocionando la historia del doctor Murphy (Freddie Highmore), un residente de cirugía con trastorno del espectro autista que es brillante en su trabajo y encuentra algunas dificultades en sus relaciones personales. Su relación con Leah (Peage Spara) y sus planes de boda están en el centro de esta temporada, en la que el hospital vive también una revolución por la llegada de una nueva presidenta más preocupada por la rentabilidad económica que por la salud de los pacientes. Es ésta una trama muy interesante, que nos recuerda a los espectadores que seguimos la serie fuera de Estados Unidos que allí es una entelequia el sistema de sanidad pública con el que contamos en Europa. 

La rebelión contra la nueva dueña de una parte de los médicos del hospital, en especial de la doctora Lim (Christina Chang), es de lo mejor de esta temporada, en la que también adquieren más protagonismo dos de los residentes, Allen (Brian Samoné), que se convierte en la mejor amiga de Leah, y en especial Wolke (Noah Galvin), que procede de una familia judía ultraortodoxa de la que tuvo que salir para poder vivir en libertad su homosexualidad. Él protagoniza algunas de las tramas más emotivas de esta quinta tanda de episodios. 

La serie, lógicamente, ha perdido algo de la frescura y la originalidad de sus comienzos. En ocasiones, digamos, se le ven más que nunca las costuras. Por ejemplo, algunas conversaciones sobre la vida de los médicos a raíz de la vivencia o la situación de un paciente, resultan algo forzadas. A veces la serie es demasiado sensiblera, pero a mí me sigue valiendo. El cariño que se le coge a los personajes y la emotividad de las tramas compensa con creces esos defectillos. La propia serie reflexiona sobre la importancia de la representación, en un juego metanarrativo en los capítulos finales, que guardan además un regalo para los fans en forma de retorno fugaz de uno de los personajes más carismáticos de temporadas anteriores, la doctora Claire (Antonia Thomas). Como digo, AXN ha estrenado ya la sexta temporada de la serie y seguiré entre sus fieles seguidores. 

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