Código: Emperador

 

El mes pasado Netflix estrenó Código: Emperador, de Jorge Coria, que es una película lamentablemente muy verosímil, del todo creíble, sobre el Estado profundo, los servicios de espionaje, las escuchas y los dossieres de personajes públicos. Tal vez hace unos años, antes de conocer todas las revelaciones sobre escuchas y montajes a cargo de policías corruptos, nos hubiera parecido demasiado fantasioso lo que sucede en esta película, pero hoy, perdida toda inocencia, cualquier abuso de poder y cualquier situación como la que refleja el filme nos resulta completamente creíble. 
El protagonista de la película es Juan (Luis Tosar), un espía que trabaja para los servicios secretos haciendo toda clase de servicios, desde rescatar a un juez del Supremo que la ha liado parda con correrías nocturnas en Panamá hasta acudir una noche a proteger a un futbolista de un club poderoso que acaba de agredir a su mujer, pasando por un espionaje profundo de un político del que interesa encontrar algo turbio. Básicamente, es el hombre para todo, el encargado de que las élites mantengan sus trapos sucios bien escondidos, pero también de inventar trapos sucios y escándalos donde no los hay, según sean los intereses de quien les manda

La película, ya digo, es del todo creíble, y cuenta con muy buenas interpretaciones. Junto a un Luis Tosar casi omnipresente y tan solvente como acostumbra, aparecen, entre otros, Miguel Rellán, Alexandra Massangkay, Georgina Amorós o Arón Piper. El problema es que la película es por momentos demasiado deslavazada y farragosa, con subtramas que entorpecen algo el avance de la trama principal. No deja de ser interesante, pero rara vez echa a volar el filme, al que le falta personalidad. 

Código: Emperador tiene como su principal mérito, aparte de que es muy entretenida, su capacidad de contar a través de una historia de ficción algo que nos suena tristemente familiar. Una escena del personaje de Miguel Rellán con el de Luis Tosar resume bien el fondo de la cinta. En ella se habla de la necesidad de mantener un equilibrio, de que los políticos que cumplen sus promesas y no se dejan amedrentar por las presiones son peligrosas y de la existencia de unos intereses a preservar de forma opaca y con malas artes por un bien superior. Salvapatrias y protectores de élites que creen estar por encima del bien y del mal. Como la vida misma. 

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