La veduta luminosa

 

Transcurrida media hora de La veduta luminosa, de Fabrizio Ferraro, uno tiene la sensación de que no ha pasado nada todavía en la pantalla. No es grave, porque al terminar la película la sensación es la misma. Es una cinta extraña, extrañísima, en la que los diálogos aparecen a cuentagotas, uno de sus protagonistas fuma casi más que habla y a uno le da la impresión de que no ha terminado de entender del todo lo que sucede y, pese a ello, la película resulta extrañamente hipnótica


Esta personal película italiana cerró el pasado domingo CinePlaza de verano, el cine de verano de Matadero, destinado al cine independiente. Siempre es una delicia disfrutar con películas que están fuera del circuito comercial en un escenario como ese, bajo las estrellas y con el frescor de las noches de verano de un Madrid semivacío. Éramos unas decenas de personas las que nos dispusimos a dejarnos sorprender por esta cinta de cuya dirección, guión y música es responsable Fabrizio Ferraro, y cuyos intérpretes son Alessandro Carlini, Freddy Paul Grunert y Catarina Wallenstein

¿Y de qué va la película? La sinopsis es sencilla: una asistenta, por indicación de un director de cine, acude en busca de otro artista para acudir con él a Tubinga para ver una película centrada en el poeta lírico alemán Friedrich Hölderlin (1770-2843). El poeta tenía como idea central la armonía del ser con la naturaleza, rota en su opinión por el progreso social. La veduta luminosa sigue en cierta forma esa idea panteísta del poeta, que tuvo problemas de salud mental, de los que también se habla en la cinta. De algún modo, el protagonista del filme es un trasunto moderno de Hölderlin. Habla poco, de forma entrecortada, tiene largos silencios y no es sencillo entender lo que cuenta. Reflexiona sobre la existencia, la naturaleza y nuestra relación con ella. 

La asistente habla casi toda la película en inglés, mientras que él lo hace casi siempre en italiano, lo que aún genera más confusión en el espectador, también un encanto especial. En ese viaje de los dos protagonistas de la película, primero por carretera, después a pie por el bosque, presenciamos paisajes bellísimos, escuchamos esas conversaciones bilingües y algo entrecortadas, y entre medias hay destellos de belleza, filosofía y lirismo, como cuando se habla de la existencia de muchos mundos en nuestro mundo, porque un mismo bosque no es el mismo mundo para un cazador que para un animal del bosque. Viendo la película recordé el último libro de Rosa Montero, El peligro de estar cuerda, que reflexiona sobre la relación entre locura y creatividad. La veduta luminosa es, en fin, una película extraña, en la que no sucede gran cosa, con pocos diálogos y que no sé si he entendido bien, pero es una película que de algún modo he disfrutado y mantuvo mi atención hasta el final. 

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