Orgullo


Hoy, 28 de junio, es un día de memoria y reivindicación desde hace 53 años. El 28 de junio de 1969, un grupo de lesbianas, gays, personas trans y bisexuales dijo basta y se rebeló ante una redada policial contra el local Stonewall en Nueva York, uno de los pocos donde las personas LGTB podían acceder. Ha pasado mucho tiempo y hemos ganado muchos derechos desde entonces, gracias a esas pìoneras valientes que abrieron el camino, pero lamentablemente todavía sigue siendo necesario reivindicar avances que quedan pendientes y, sobre todo, combatir serias amenazas de retroceso. Por eso, hoy, 28 de junio, día del Orgullo, toca seguir luchando por una sociedad justa e igualitaria de verdad, que no discrimine a nadie por su orientación ni por su identidad sexual. 
Nunca creímos que todo el trabajo estuviera hecho, es verdad, pero hace unos años, no tantos, creo que era generalizada la sensación de que habíamos avanzado mucho y de que la tendencia en materia de igualdad de derechos era imparable y ascendente. Hoy no podemos decir lo mismo. Sigue habiendo países en todo el mundo que condenan la homosexualidad. También son muchos los países que no exhiben en sus salas de cine las películas de Hollywood en las que aparece algo tan escandaloso como un beso entre dos mujeres o una caricia entre dos hombres. Sigue habiendo una parte del mundo en la que no ser heterosexual es un serie riesgo para tu propia vida. Países con los que, en función de la conveniencia y de las necesidades económicas, seguimos pactando y con los que seguimos haciendo negocio, por cierto. 

Sería injusto centrarnos sólo en las amenazas a las que nos enfrentamos aquí, en nuestro país o en los países de nuestro entorno. Porque aquí hay riesgos y retrocesos lamentables alentados por el tercer partido político más votado del país, y son muy inquietantes, pero señalarlos y combatirlos no es incompatible con recordar que en Mauritania, Sudán, Somalia, Nigeria, Arabia Saudí, Afganistán, Brunei, Catar, Emiratos Árabes, Irán, Pakistán y Yemen condenan a muerte las relaciones entre personas del mismo sexo. O que en otros países, como Rusia, se castiga con la cárcel eso que llaman "propaganda homosexual", y que viene a ser simplemente existir, esa osadía de las personas no heterosexuales, no normativas. 

En España, el Orgullo de este año llega en un momento delicado. Hacía mucho tiempo que los retrógrados que odian a quienes no son como ellos no se sentían tan envalentonados para vociferar sus exabruptos en contra de lo que ellos laman el lobby LGTB. Cuando dicen "lobby LGTB" lo que quieren decir son personas LGTB. Es decir, nos odian sólo por ser, por existir. En su mente, cualquier persona que no sea heterosexual es alguien que confabula contra la humanidad y forma parte de una conjura política, de un perverso lobby. No les entra en la cabeza que una mujer pueda amar a otra mujer, que alguien sea bisexual o que existan personas trans. Por eso hablan de lobby. Pero resulta que existimos, aunque no les guste. Y sus discursos del odio no impedirán eso ni nos devolverán al armario, que es lo que desearían. 

Estos días del Orgullo es recurrente escuchar idioteces retrógradas como la de quienes dicen que no es lo mismo ser un homosexual recatado, es decir, reprimido y temeroso de los insultos y las miradas condescendientes de la chusma que desprecia a las personas LGTB, que ser un gay, es decir, a sus ojos, un ser depravado que va por ahí intentando corromper a los niños y acabar con la civilización occidental. Las personas que votan a un partido que defiende un nítido discurso del odio contra las personas LGTB son responsables del retroceso que estamos viviendo. No son inocentes. Son parte del problema. No pueden decir que ellos votan a Vox por otras razones y que, total, el odio a los homosexuales tampoco es para tanto. No. No hay excusas. Los ciudadanos que apoyan discursos neofascistas son responsables de sus decisiones. Y nos están diciendo a la cara que nuestros derechos no les importan en absoluto, en el mejor de los casos, o incluso que están a favor de atacarlos.

Es mucho lo que se ha avanzado, sí, pero es todavía mucho lo que falta por avanzar y, sobre todo, es mucho el trabajo que debemos hacer para consolidar los avances obtenidos. Porque, en cuestión de derechos, si no se avanza, se retrocede, y porque hay una peligrosa legitimación de determinadas ideas en el Parlamento, en las calles, en las televisiones. Se está llevando muy lejos en el odio manifiesto contra las personas LGTB. No es algo del todo novedoso, claro. Ya vimos a obispos, políticos y gente de bien manifestarse en contra de nuestro derecho a contraer matrimonio con otra persona del mismo sexo. Pero hacía mucho, mucho tiempo, que no escuchábamos tanta miseria, tanto odio. 

Hay gente en los parlamentos y en las televisiones justificando las mal llamadas terapias de conversión, esa atrocidad de la gentuza que cree que puede curar la homosexualidad, como si fuera algo que se deba curar. Hay personas decididas a educar a sus hijos en el odio al diferente y que se revuelven si se intenta educar en igualdad y en diversidad en la escuela. Hay jóvenes con pavor a contarle a sus familiares lo que realmente son. Hay discursos que ridiculizan a las personas trans. Hay una deshumanización salvaje contra ellas. Hay agresiones homófobas, hay insultos, hay discriminaciones intolerables. En fin. Ojalá llegue el día en el que el 28 de junio sirva sólo para recordar aquello que ocurrió, para contar a nuestros jóvenes que hubo un tiempo, por increíble que les parezca, en el que se discriminaba a las personas por su orientación o su identidad sexual. Lamentablemente, ese tiempo aún no ha llegado y la discriminación es dolorosamente palpable. Toca seguir luchando como en Stonewall en 1969. Feliz y reivindicativo Orgullo. 

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