West Side Story

 

Aunque soy un enamorado de los musicales, confieso que no he visto la película original de West Side Story, del 61, y tampoco la obra teatral, así que no puedo comparar la versión de Steven Spielberg con ninguna de ellas. Cuando se conoció que el veterano director iba a rodar un remake del célebre musical se generó un gran debate sobre la necesidad real de un proyecto así. Un debate, creo, con poca sustancia, ya que si alguien se ha ganado con creces hacer lo que le dé la real gana en el mundo del cine ése es Spielberg. El rey Midas, autor de tantas películas inolvidables, que tiene la historia reciente del séptimo arte en su cabeza, que maneja como pocos este oficio, que ha sabido reinventarse y seguir atrayendo siempre al público a sus proyectos, puede hacer lo que quiera. Nunca había rodado un musical y le apetecía volver a West Side Story. Pues perfecto. Palabra de Spielberg. 

Entre las muchas proezas de la trayectoria profesional del Spielberg sin duda la más importante ha sido mantener su curiosidad y su amor por este oficio de contar historias, pero quizá la más vistosa sea que estamos ante el único director nominado al menos una vez al Oscar a lo largo de las seis últimas décadas. ¡Seis décadas! La última vez, precisamente, este año por su West Side Story, que puede verse todavía en salas de cine y en Disney Plus. Los premios, por supuesto, no tienen por qué decir nada sobre la calidad de este o aquel proyecto, pero semejante regularidad, que pasen los años y las décadas y Spielberg y su cine siga ahí, cautivando en todo el mundo, es la mejor prueba de que estamos ante un titán, uno de los más grandes de la historia del cine, que puede darse cuantos caprichos considere, por caros que éstos sean, porque es garantía de que funcionará en taquilla. 

Así que, sobre la pertinencia o no de este remake 60 años después de la película que llevó este exitoso musical al cine, poco más que añadir. Lo que Spielberg quiera hacer es pertinente. Punto. ¿Aporta alguna novedad? Ya digo, no lo sé, no he visto la película de los años 60 Según algunas críticas, no aporta gran novedad. Tampoco importa demasiado. Esas mismas críticas encumbran el filme de forma unánime. Es bastante inapelable el resultado final. La visión de Spielberg de esta historia es deslumbrante. Como siempre en sus películas, cada plano es visualmente impecable, perfecto. A lo largo de 156 minutos, la cámara del cineasta muestra la apasionada y excesiva historia de amor entre Tony (Ansel Engort) y María (Rachel Zegler), que forman parte de dos bandas enfrentadas en la Nueva York de los años 50. 

Reconozco que la historia de amor, puro amor romántico, más grande que la vida, que adapta la historia de Romeo y Julieta a aquel tiempo, es lo que menos me interesa de la historia. Es su eje conductor, claro. Y, por supuesto, hay escenas maravillosas, de las más bellas escenas de amor en el cine. Pero me atraen más otros aspectos colaterales, como por ejemplo la idea de esa confrontación entre los últimos y los penúltimos, es decir, entre el grupo de los Jets, una pandilla callejera de estadounidenses de pura cepa sin trabajo ni oportunidades en la vida, que se enfrentan a los puertorriqueños e inmigrantes hispanos que buscan labrarse un futuro en el "país de las oportunidades". ¿Nos suena de algo?

Aunque la historia tiene unas cuantas décadas, la realidad es que varios de sus conflictos siguen resonando hoy en día en Estados Unidos. Por eso también es pertinente el remake de Spielberg. Esta historia sigue hablando de cuestiones vivas en aquel país, en todo Occidente, como el racismo, el rechazo al diferente. También me atrae la presencia del español en la película, porque este idioma es parte de Estados Unidos, como el propio Spielberg ha reivindicado, negándose a subtitular al español en la versión original del filme las partes en las que se habla en este idioma. La reflexión sobre cómo la violencia sólo engendra más violencia, más odio, sigue siendo, tristemente, pertinente. 

Los musicales, por supuesto, se la juegan sobre todo en las escenas de las canciones y las coreografías. Y aquí el resultado es, de nuevo, apabullante. Un prodigio. Es el primer musical rodado por Spielberg, pero no se nota. El oficio del director en esto del cine es tan descomunal que parece llevar toda la vida rodando películas de este género. Ya puestos, claro, tendré que ver el original de West Side Story, pero, ¿de verdad alguien puede creer innecesario que uno de los grandes del cine ruede su versión de un musical? Como diría aquella, ¿a quién no le va a gustar un buen musical de los de toda la vida? Los musicales siempre, siempre, son bienvenidos. 

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