La peor persona del mundo

 

Cuanto más me acuerdo de La peor persona del mundo, más me gusta y por más motivos diferentes. La película de Joachim Trier, que fue la candidata noruega en la última edición de los Oscar, es de esas que vuelven una y otra vez a la mente del espectador tras haberla visto. Es un filme lleno de aciertos, tanto en el campo narrativo, ya que hay escenas memorables, realmente fascinantes, repletas de imaginación y originalidad, como en el de las reflexiones que suscita. La película cuenta la historia de Julie (soberbia Renate Reinsve), una joven que está a punto de cumplir los 30 años y que no tiene nada claro lo que quiere hacer con su vida. Es imposible no empatizar con ella. Y, por supuesto, se empatiza más cuanto más perdida parece. 

Hay un diálogo en la película (¡qué diálogos!) en el que la protagonista le dice a alguien que fue importante para ella en el pasado, una antigua relación, que es la persona menos sentenciosa que conoce, que nunca juzga. El filme adopta exactamente ese punto de vista. Ya desde el título, con su punto irónico, queda claro que no va a presentar a la protagonista como una heroína repleta de virtudes, pero que tampoco va a juzgarla por su permanente insatisfacción vital. Opta por algo mucho más gratificante e inteligente, al narrar la historia con una sutileza portentosa. 

La historia de Julie es una historia de su tiempo. Cuando esta película se vea dentro de unos años se encontrarán muchos de los asuntos que centran el debate público en nuestros días. Encontraremos, claro, indecisiones vitales, los mismos amores y desamores, dudas sobre el compromiso y demás temas clásicos, de siempre, los que mueven al ser humano desde el principio de los tiempos, pero hallaremos algo más. También encontraremos alusiones muy directas al feminismo en los tiempos del Me Too, al cuestionamiento que en ocasiones se hace a las creaciones artísticas por su forma de representar a las mujeres o a las minorías, y también otros asuntos de plena actualidad como la preocupación por el medio ambiente. Y todas ellas de un modo nada sentencioso, sin tomar partido, atizando un poco a todos lados, con personajes que adoptan posturas enfrentadas. Me da la impresión de que al autor le interesa más plantear todos estos temas que sentar cátedra sobre ellos, incomodar algo, incluso, que para eso también está el arte. Y eso se agradece. Con suerte, todos nos sentiremos interpelados, o incluso, por momentos, diana de algún que otro dardo. 

La interpretación de la protagonista, sobre la que recae buena parte del peso de la película, es sublime. La propia estructura del filme es otro de sus aciertos, ya que desde el inicio se anuncia en pantalla que constará de doce capítulos, un prólogo y un epílogo. Cada capítulo cuenta con un título anticipatorio. Hay soluciones formales muy ingeniosas. Hasta la manida voz en off, que me suele incomodar, me gusta aquí. Sin hacer spoilers, me gustó especialmente el capítulo en el que hay un coqueteo con un desconocido, y también una escena en la que el mundo literalmente se detiene, porque no hay nadie más en él que dos enamorados. Y un delirio de la protagonista fruto de las drogas. Y, claro, también la conversación que ésta mantiene con quien fue su pareja, ya al final de la película. 

Tiene tanta hondura la película, sin por ello dejar de ser entretenida y divertida, que cada vez que la pienso me gusta más, sí, y además cada vez la miro desde un ángulo diferente. Ya digo, formalmente hay pasajes brillantes, el guión me parece excelente, igual que las interpretaciones. Es magnífico ese equilibrio entre la historia personal que narra y el retrato del tiempo en que vivimos que, sin ninguna pretensión, termina haciendo el fime. Deja muchas reflexiones, por ejemplo, sobre la devoción por la cultura, por los libros, los discos, mucho más que objetos, pero también objetos físicos, que ahora parecen algo propio de carcamales, porque todo es digital. La peor persona del mundo es una película a la que quiero volver y sé que volveré antes o después. En sus comienzos tiene aires a película de Woody Allen, luego se va expandiendo y no se queda en solo eso. Mezcla géneros con maestría, huye de la solemnidad incluso en los momentos en los que más se podría prestar a ello. ¿Es comedia? ¿Es drama? Es todo un poco. Es cine con mayúsculas. 

Comentarios