Sant Jordi empieza mucho antes del 23 de abril. Concretamente, el 24 de abril del año anterior, momento en el que comienza la cuenta atrás para volver a ver a Barcelona tomada por libros y rosas durante 24 horas frenéticas y mágicas. Este año Sant Jordi es especial por caer en sábado, lo que nos permitió empezar a celebrar la fiesta desde el viernes, y sobre todo porque es el primer Sant Jordi sin restricciones por el Covid. Nada podía hacernos pensar aquel 23 de abril de 2019 que hoy sentimos tan lejano que tardaríamos tres años en recuperar con plena normalidad la mejor fiesta del año, semejante celebración vitalista de la literatura y del amor los días previos.
Despierto, como siempre, con los mismos nervios que un niño una mañana de Reyes. De momento, la lluvia nos respeta. He mirado compulsivamente las webs de previsión meteorológica estos últimos días. Parece que la tarde será despejada, aunque con viento. La mañana es una incógnita. Lloverá, pero confío en que no demasiado. Llevaré paraguas en el peregrinar por los puestos, que ya estoy deseando recorrer, aunque escribo estas líneas muy pronto y aún tendré que contener las ganas un poco más.
Sant Jordi es, de largo, mi día preferido del año, y el segundo puede ser fácilmente el 22 de abril, cuando Barcelona empieza a transformarse y se prepara para ser más que nunca la ciudad de los prodigios, la que acoge el gran milagro literario de cada año. Ayer viví un día estupendo en esta ciudad que es fantástica lo 12 meses del año, sus 365 días, pero que estalla en belleza y celebración de la vida como nunca cuando se acerca Sant Jordi, el Día del Libro. Me gusta ir viendo a la ciudad prepararse para el gran día, me encanta empaparme de lecturas sobre Sant Jordi, leer los especiales de los medios, comprobar cómo, al menos una vez al año, las teles y las radios anteponen la literatura a cualquier otra información. Celebro con un entusiasmo desmedido y apasionado cada signo que indica que todo se va disponiendo para la fiesta del día siguiente: cada valla, cada instalación de las radios que harán programas en la calle, cada puesto de libros de avanzadilla, como los de la Fnac en la Plaza Catalunya.
Ayer, 22 de abril, la víspera de Sant Jordi, candidato firme a ser mi segundo día preferido del año, antes de salir a la calle y comprobar que la fachada Casa Batlló estaba ya decorada como siempre, una imagen que no dejará de maravillarme año tras año, vi en la tele el comienzo de Café d’idees, el programa de Gemma Nierga en La 2. Jordi Martí, teniente de alcalde de cultura del ayuntamiento de Barcelona, acudió al programa y explicó cómo se vivirá en la ciudad el regreso pleno de esta fiesta única en el mundo.
Como en los días previos, también vi anuncios de firmas de autores y demás planes en las redes sociales. Así fue como me enteré que El matì de Catalunya Ràdio se haría ayer desde la librería Abacus de la calle Córcega. Allá que nos fuimos. Ya teníamos punto para empezar la ruta de librerías previa a Sant Jordi. Disfrutamos en vivo de una tertulia sobre el papel de la mujer en la literatura y su necesaria representación. Mucha cultura, incluidas actuaciones musicales, en una mañana estupenda de radio rodeada de libros.
Después fuimos a La Central de la calle Mallorca, con su magnífico desorden, muy ajetreada ayer por la mañana ya. Cogí el especial de La Central por Sant Jordi, repleto de recomendaciones literarias. Me gustó especialmente un artículo de Antonio Ramírez con propuestas de lectura para entender la guerra de Ucrania, “un conflicto impregnado de historia como pocos”.
Tras aquella visita fue el turno a la librería Finestres, abierta justo hace un año, que teníamos pendiente conocer. Me encantó por su gran espacio, sus zonas de lectura, su terraza cafetería, la amplia variedad y diversidad de su catálogo y por esa declaración de intenciones que cuelga de sus paredes. Efectivamente, había ya muchas librerías en la ciudad, pero todavía hay más lectores que librerías y siempre serán bienvenidos nuevos refugios librescos. También es encantador el nuevo espacio de esta librería, justo enfrente, reservado al cómic, el diseño y las artes plásticas en general.
Compré en el quiosco El Cultural, lectura obligada de cada viernes, donde esta vez leo una entrevista con Cristina Peri Rossi, premio Cervantes de este año, precisamente residente en Barcelona, y también un artículo de Eduardo Mendoza en el que el autor compara sus primeras experiencias en Sant Jordi, cuando era una pequeña fiesta local, con el fenómeno de masas que es hoy. Cuenta que le gusta este cambio, que lo celebra vivamente, porque permite a los escritores conocer y escuchar a sus lectores. Por su parte, la revista gratuita Time Out ofrece esta vez número especial escrito íntegramente por 22 escritores que presentan libro en Sant Jordi. Muy original idea para celebrar esta fiesta.
Recibí en el correo las recomendaciones de las librerías por parte de Todos tus libros, esa plataforma electrónica en la que se han reunido la mayoría de las librerías independientes y que ofrece un gran servicio. El día previo a Sant Jordi también disfruté del pregón de la lectura desde el Ayuntamiento de Barcelona, este año por parte de la escritora Imma Monsó. Fue precioso, de los mejores que he escuchado. Más que un pregón, fue un relato, dividido en cinco capítulos, con tres partes cada uno, en el que la autora relata su periódicos vital desde que aprendió a leer hasta que publicó su primer libro. Un canto de amor al poder de la literatura. Termino este artículo y me temo que sigue siendo demasiado pronto para salir a las calles y encontrar los puestos de libros y rosas ya abiertos. Me asomo a la ventana. Sigue sin llover.
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