Un 8M para escuchar y reflexionar


 Parece mentira, pero han pasado cuatro años, sólo cuatro años, de aquel histórico 8 de marzo de 2018. Aquel día marcó un hito. El feminismo, esa idea loca de que los hombres y las mujeres merecen los mismos derechos, demostró ser el movimiento más dinámico, exitoso, masivo e ilusionante de estos tiempos. Es imposible olvidar las imágenes de aquel día. La manifestación en Madrid, una de las más numerosas que recuerdo en esta ciudad que tanta historia de manifestaciones tiene tras de sí, fue impresionante, como lo fue también la de muchas otras ciudades españolas y del resto del mundo. Aquel día, muchas mujeres hicieron una huelga con un enorme poder simbólico, que demostró que cuando las mujeres paran, para el mundo. Pensé entonces que sólo con el paso del tiempo podríamos valorar en su justa medida lo que supuso aquel masivo 8M. Han pasado cuatro años, sólo cuatro años, y quizá hoy sea un buen día para reflexionar sobre ello, sobre dónde estamos y qué ha cambiado desde entonces. 

Hoy, como todos los 8 de marzo, como todos los días del año cuando se habla de feminismo, es un día en el que nosotros, los hombres, debemos sobre todo pararnos a escuchar. Escuchar lo que sienten las mujeres, sus reflexiones y pensamientos, sus visiones sobre cómo ha cambiado el movimiento en estos cuatro años. Naturalmente, me considero feminista, no creo que una persona democrática y que quiera vivir en una sociedad libre pueda no serlo, pero la iniciativa siempre, siempre, siempre debe partir de las mujeres cuando hablamos de feminismo, de la búsqueda de la igualdad real entre hombres y mujeres. Así que hoy será el día de escuchar en qué punto estamos, cómo valoran las mujeres que ha evolucionado la sociedad este tiempo. 

Creo también que cuatro años es muy poco tiempo, pero sí suficiente como para reflexionar. Fue muy ilusionante aquel 8M. Nunca antes tantas personas, con el impulso de las mujeres y el respaldo, tras ellas, de muchos hombres, habían salido a las calles a clamar por la igualdad. Nunca antes la igualdad estuvo tan en el centro del debate público. Nunca antes, en fin, se habló tanto y de forma tan clara de la amenaza del patriarcado, de la triste evidencia de que hoy, en el año 2022, aún no vivimos, ni de lejos, en una sociedad libre de machismo ni de discriminaciones a la mitad de la humanidad, sólo por el hecho de ser mujeres. 

En estos cuatro años ha habido, sin duda, avances e iniciativas que han puesto de relieve la importancia de promover la igualad real, por ejemplo, en el mundo empresarial, o en el campo del trabajo, con la decisión de igualar los permisos de paternidad para eliminar la discriminación a la que tan a menudo se enfrentan las mujeres. Creo que determinados discursos silenciados antes resuenan ahora con más fuerza, porque en gran medida se ha liberado la palabra de quienes eran acalladas o marginadas en el pasado en los medios de comunicación, en el debate público. Pero queda aún mucho por avanza en el camino de la igualdad real. Persisten los crímenes machistas. Continúa existiendo la brecha salarial de género. Hay mil y una razones para reivindicar y exigir hoy en las calles una sociedad más justa e igual. 

Creo que este 8M también invita a la reflexión por otros dos motivos. No tengo respuestas para estas dos cuestiones, quiero escuchar, pero creo que son las dos cuestiones básicas del momento actual del feminismo. Por un lado, la evidente y lamentable división que se percibe con claridad en el hecho de que hoy, por ejemplo en Madrid, no habrá una manifestación conjunta entre las distintas sensibilidades del feminismo. Es evidente a quién beneficia la división dentro del feminismo. La ley trans, o mejor dicho, el cruce de declaraciones y opiniones encendidas sobre la ley trans, ha provocado una división muy inquietante. 

Hay una parte del feminismo que se siente amenazada por la reivindicación de los derechos de las personas trans, sobre todo, por la autodeterminación de género. Consideran que conduce al borrado de las mujeres. Se han roto todos los puentes de diálogo entre estas dos corrientes del feminismo. Una de ellas, convencida de que la otra es una amenaza y va en su contra. El patriarcado, mientras, dando palmas con las orejas. Es un tema complejo, no tengo la solución mágica para resolver esta disputa, pero es espantoso que exista esta división. Quizá desarrollar más la empatía y la voluntad de dialogar con quien piensa distinto y no equivocarse de enemigos podría ser un primer punto de partida

La otra cuestión que debe llamar a la reflexión es la furibunda reacción de una parte (masculina) de la sociedad ante el auge del feminismo. Es algo a lo que debemos prestar la atención. El feminismo promulga la igualdad real entre hombres y mujeres, no va contra nadie, no es el machismo pero al revés, es el antídoto ante los males del machismo. Esa reacción tan dura de quien se siente amenazado, de quien niega incluso la existencia del machismo y hasta de la violencia machista, es muy alarmante, sobre todo, cuando hay un partido, el tercero más votado del país, que da alas a estos delirios. 

La semana pasada, Ipsos, el Instituto Global para el Liderazgo de la Mujer y el King's College de Londres publicaron un informe muy interesante con algunas conclusiones inquietantes. Por ejemplo, aunque el 55% de la población encuestada considera que la desigualdad de género existe, un 18% dice que no es real. Tamvbién hay un 15% de personas que sostiene que las víctimas de la violencia machista provocan a sus agresores y un 26% que afirma que el feminismo ha hecho más mal que bien. ¡Uno de cada cuatro! Es un dato alarmante que llama a la reflexión. En España, por cierto, el 31% de los hombres cree que el feminismo ha tenido más efectos adversos que positivos. Todavía son una minoría, sí, pero demasiado amplia, prueba de que seguimos necesitando este 8M y de que es necesario también integrar en él al mayor número posible de personas, porque el feminismo busca construir una sociedad mejor y más justa. 

Feliz y reivindicativo 8M a todas las personas que creen en la igualdad. 

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