Vota Juan

 

No diré que Vota Juan sea perfecta, pero me costaría mucho encontrarle defectos. La serie creada por Juan Cavestany y Diego San José, que tiene su continuación en Vamos, Juan y Venga, Juan, hace un retraso preciso en clave de comedia de las miserias de la política española. Generalmente, cuando hago maratones de series de hace años, espero a ver todas las temporadas para escribir en el blog, pero sí hubiera eso con esta producción no podría escribir otras dos veces sobre Juan Carrasco y compañía. Y ahora mismo no quiero dejar de hablar de esta serie.


A diferencia de lo que ocurre en otros países, en España son contadas las series ambientadas en la política patria, no digamos ya si son comedias. Sólo recuerdo Moncloa, dígame, que no cuajó. Vota Juan se centra en Juan Carrasco (Javier Cámara), un gris ministro de Agricultura que viene de ser alcalde de Logroño y que tiene aspiraciones mayores en la política, mayores a sus capacidades. Es un tipo que se hace querer a pesar de sus múltiples defectos y de su patetismo, o precisamente por ello. Es cualquier cosa menos ejemplar, no tiene escrúpulos ni principios, tampoco es demasiado inteligente, en resumen, fiel reflejo de demasiados políticos españoles de hoy en día. 

Uno se ríe mucho viendo Vota Juan, pero no porque lo que aparece en pantalla sea inverosímil, sino porque se antoja demasiado realista. La cutrez de las guerras intestinas en los partidos políticas, el populismo y la demagogia, las mentiras, las crisis agravadas por puros intereses partidistas, la obsesión con las redes sociales, la relación con los medios regados por publicidad institucional... En tono de comedia, pero, insisto, inquietantemente verosímil, la serie termina reflejando a la perfección los entresijos del politiqueo de nuestro país, sin el menor glamour, sin esas grandes estrategias que vemos en las series británicas o estadounidenses sobre políticas. Aquí también hay peleas y codazos, pero sin la menor grandeza, todo es cutre. 

Javier Cámara se sale. Hace una interpretación soberbia de este político torpe, mal esposo, mal padre, pero que inspira una cierta ternura. Le acompaña un elenco enorme, en el que María Pujalte, siempre inmensa, da vida a su jefa de prensa; Adam Jezierski interpreta a un joven ayudante pelota que viene de las juventudes del partido, y Nuria Mencía como mujer infiltrada de los mandos del partido dentro del equipo ministerial, que tiene una querencia peculiar por mantener reuniones en retretes, como para remarcar bien la cutrez y el bajo nivel de lo que tienen entre manos. Entre otros, también están en el elenco Esty Quesada como la hija extravagante de Juan, o Joaquín Climent, como el mandamás del aparato del partido. 

Esta primera temporada de la serie tiene ocho capítulos de media hora que pasan volando, con momentos hilarantes como el del jamón (glorioso) o el enfrentamiento de Juan con un ministro de educación que es culto, inteligente, educado, perfecto, que vapulea al ministro de Agricultura hasta que, ay, le echan en cara que en este país de pandereta no le gusta el fútbol, pecado mortal. Juan Carrasco, capaz de decir frases como “no es populista, es lo que la gente quiere escuchar”, es uno de los mejores personajes de series españolas de los últimos años. Ahora no podré seguir la poca actualidad política que sigo sin buscar (y, tristemente, encontrar) paralelismos con esta serie fresca, divertida y absolutamente verosímil. 

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