Los profesores de Saint-Denis

 

Una de las protagonistas de Invisibles, la última película de Gracia Querejeta, es profesora y, en las conversaciones con sus amigas, lamenta la falta de motivación que siente en su trabajo, incluso el rechazo que provocan en ella sus alumnos. Cuenta que antes se centraba en salvar a uno o dos alumnos. La protagonista de Los profesores de Saint-Denis, de Mehdir Idir, dice algo muy parecido en una escena de la película, cuyo título original es sencillamente La vie scolaire (la vida escolar). Mientras se toma un café con un compañero, comprometido como ella con esos chavales y sus historias, dice, resignada, que se centrará en salvar a dos o tres alumnos. Es muy interesante que la película ponga el foco en los profesores, en la importancia de su trabajo y el riesgo de que caigan en la desgana
La película, estrenada en 2019 y que puede verse en Movistar, no cae en algunos de los riesgos de este tipo de cintas, como el morbo o el dramatismo forzado. Puede sonar a película ya vista, una profesora (en este caso, una supervisora) que llega por azar a un colegio en las afueras de París, de esos que parecen abandonados por le sistema, donde se encuentra con alumnos de familias vulnerables. Pero tiene algo distinto, tiene valor propio. Entre otras razones, por esa voluntad de poner el foco no sólo en los alumnos, sino también en los profesores. Ya desde el primer plano, en el que vemos la pantalla partida, con la supervisora despertándose y preparándose para ir al instituto, a un lado, y distintos alumnos haciendo lo propio, en el otro. También hay otras escenas contrapuestas, como una en la que se entremezclan escenas de una fiesta de los jóvenes y otra de los profesores, bastante parecidas entre ambas. 

La supervisora recién llegada al centro, Samia (Zita Hanrot) lidiará con los problemas de conducta de algunos de esos jóvenes, pero también con una actitud un tanto pasota por parte de otros profesores, que parecen haber tirado la toalla. Ella no quiere caer en eso, siente que su trabajo es importante, porque lo es, y se preocupa por ofrecer a cada alumno lo que cree que puede necesitar, por incentivar sus intereses, ya sea la música o el cine. El filme es muy crítico con la situación de la educación, sobre todo, con la división que se hace en el centro entre los alumnos más problemáticos y el resto, algo que recuerdo que también existía en España cuando yo estudié hace unos años. Se llamaba entonces "clase de diversificación" y ahí se enviaba a los alumnos con más problemas de adaptación, separados del resto salvo en alguna clase, en la que se les situaba en el fondo y con cierta distancia física respecto a los demás. 

Uno de los jóvenes protagonistas, por el que la supervisora siente un especial cariño desde el primer día, se cuestiona en un momento decisivo del filme si de verdad tiene alguna oportunidad de prosperar, de estudiar y encontrar un trabajo. Si de verdad el propio centro educativo cree en él y en sus posibilidades, o si más bien no sucede que todo el mundo asume que los alumnos de barrios pobres están condenados a llevar una vida de penurias y falta de oportunidades. Pregunta si de verdad piensan que se consigue algo separando a los alumnos, señalando y marcando a los que no están adaptados. 

Disfruto especialmente en esta película de las escenas de los profesores, de sus reuniones y charlas, porque su papel es esencial para la sociedad, y porque nadie está libre de dejarse llevar por preferencias, manías o estados de ánimo. Parte de los maestros que aparecen en el filme están desmotivados, al borde de la baja. Algunos incluso de burlan de alumnos o los ridiculizan. Pero otros, por supuesto, se desviven por ellos y les dan más de lo que les exige su trabajo, más allá de su horario y de su responsabilidad. Son esos profesores los que consiguen salvar a alumnos que no creen en sí mismo ni en sus posibilidades, entre otras razones, porque a menudo a su alrededor nadie lo hace. 

Comentarios