Besos ocultos

 

El cine francés tiene una especial querencia por las historias sobre educación. Baisers Cachés (Besos ocultos), de Didier Bivier, forma parte de este género. La película, emitida en 2016 por el canal France 2 en el marco de una programación especial contra la homofobia en los colegios, no es perfecta, pero sus virtudes superan con claridad a sus defectos.


El filme cuenta la historia de Nathan (Bérenger Anceaux), un chaval de 16 años que es nuevo en su instituto y que acude a una fiesta donde se encuentra con Louis (Jules Houplain). Ambos se besan, pero alguien les hace una foto en ese instante, lo que desata una ola de homofobia y odio contra Nathan. En la imagen no se aprecia quién es el otro chico, lo que da lugar a toda clase de especulaciones en el instituto, donde Nathan sufre insultos y agresiones ante la aparente indiferencia de buena parte de sus compañeros de clase y también de algunos profesores, empezando por el director del instituto. 

La historia de ambos jóvenes es conmovedora, y también es muy interesante el modo en el que se refleja su situación familiar. Nathan vive con su padre, quien cuida de él en solitario desde que falleció su mujer. Él, que es policía, recibe con sorpresa la noticia de que su hijo es homosexual, pero lo apoya pronto. Nada que ver con la conservadora familia de Louis, que directamente no concibe la posibilidad de que su hijo sea de esos gays, y que hará todo lo posible para impedirlo. Es dolorosa, tristemente verosímil y muy emotiva esa parte del relato, que en realidad es la parte troncal de la película, pero lo que más me interesa de ella es lo que se cuenta sobre el instituto y las distintas formas de reaccionar a esta situación de acoso y discriminación en las aulas. 

El profesor de inglés sale inmediatamente en apoyo de Nathan y habla a los chavales de la importancia de respetar a cada cual, sea cual sea su orientación o su identidad sexual. Tras esa charla, el director del instituto recibe críticas de padres de alumnos que acusan al maestro de hablar a sus hijos de homosexualidad en las aulas. Él dice que habló de homofobia, contra la homofobia, y que su labor como profesor también es enseñar a sus alumnos a combatir los prejuicios que tanto daño hacen. "No, tu trabajo es enseñarles inglés. Punto", le espeta el director. 

Se muestra así dos formas de afrontar un problema de acoso escolar. O, más bien, de un lado, la postura de quien sí quiere combatir ese problema y, del otro, la de quien prefiere mirar hacia otro lado. El maestro, claro, no se rinde, e intenta convencer a la profesora de matemáticas, que es lesbiana, para que ayude a Nathan. Es uno de los personajes más ricos de la película, porque al principio se resiste, prefiere pasar de puntillas por el tema, pero termina conmoviéndose por el sufrimiento del joven, que es mismo que ella tuvo en su adolescencia. Decide dar un paso adelante, animada por la valentía de Nathan, superando sus miedos, porque ella sabe bien que las miradas de desprecio, la LGTBIfobia y los cuchicheos a su paso no son cosa del pasado, que sigue habiendo gente que entiende que hablar de tu pareja es algo inaceptable, siempre que tu pareja sea del mismo sexo, claro. 

Este personaje, el de la profesora de matemáticas, dice en un momento de la película que, con frecuencia, las personas heterosexuales, incluso las más comprometidas contra la discriminación a las personas LGTBI, piensan con frecuencia que estamos obsesionados con la LGTBIfobia, que sólo existe en nuestra cabeza. Ojalá fuera eso. Lamentablemente, aunque se ha avanzado mucho, hoy, en el año 2021, sigue siendo duro para muchos jóvenes dar el paso de vivir libremente, de hablar con la misma ligereza y el mismo descaro con el que lo hacen sus compañeros heterosexuales del chico que les gusta o de sus sentimientos y emociones. Puede que el instituto reflejado en la película sea especialmente tóxico y cerrado, pero es que esos entornos siguen existiendo e, incluso en los más abiertos, hoy continúa siendo duro salir del armario, en el que nadie se mete voluntariamente y en el que nadie se metería si la sociedad fuera de verdad libre e igual para todas las personas más allá de quiénes sean o a quien amen, besen o abracen. 

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