Almudena Grandes

 

Si saliéramos a la calle a preguntar a cualquier persona que pasara por nombres de escritores españoles contemporáneos, sin duda, uno de los nombres que más escucharíamos sería el de Almudena Grandes, cuya muerte nos conmocionó ayer. Fue una escritora querida y popular, algo altamente infrecuente y particularmente valioso en un país como España donde siempre se ha leído más bien poco. Pero, además de contar con una legión de seguidores y de ser una de las escritoras más solicitadas en las firmas de libros de cada Sant Jordi, de cada Feria del Libro de Madrid, de cada encuentro literario, era una autora reconocida por la crítica. Algo todavía menos habitual, eso de contar a la vez con el favor de los lectores y de los críticos. 
Incluso las personas más en las antípodas ideológicas de Almudena Grandes reconocieron su talento narrativo y la trascendencia mayúscula de la autora en la historia reciente de la literatura española. Es una de las grandes, una de las imprescindibles de verdad. Si fuera francesa, habría grandes ceremonias oficiales para despedirla como merece, con el reconocimiento de un país cuya historia retrató como pocas personas en sus obras. Sólo desde un sectarismo cegador se podrá negar la relevancia de Almudena Grandes, el enorme vacío que deja, las mil y una historias que quedarán sin contar. 

Se ha ido demasiado pronto, con sólo 61 años, apenas un mes después de anunciar en un artículo en El País Semanal, donde colaboraba desde hacía años, que se iba a apartar para afrontar el maldito cáncer que le ha terminado costando la vida. En aquel artículo, la autora contaba que gracias a sus lectores ella era contaba con la libertad de poder escribir las historias que quisiera. Fue siempre libre y honesta, escribió sobre aquello que le apasionaba, dando voz a los que no la tuvieron, rescatando del olvido historias íntimas y pequeñas que servían para contar la Historia de todo un país

Mujer comprometida, como demostraba en sus colaboraciones con medios como El País o la Cadena Ser, feminista convencida, apasionada de la Historia, contundente a la hora de defender sus ideas, de firmes ideales y principios, Almudena Grandes emprendió hace años, con vocación galdosiana, el proyecto por el que probablemente será más recordada en el futuro, o uno de ellos, los Episodios de una guerra interminable, un ambicioso proyecto narrativo centrado en los años de la posguerra. En El lector de Julio Verne, por ejemplo, traslada al lector al verano de 1947 en un pueblecito jienense. Una historia delicada y llena de ternura y sensibilidad, un admirable ejemplo del talento de la autora y de su capacidad de contar la Historia a través de pequeñas historias personales, como la de este hijo de un guardia civil que devora cada libro de Julio Verne que cae en sus manos. 

Reconocida con no pocos galardones, y merecedora de muchos otros que sólo se otorgan cuando se alcanza una edad a la que, lamentablemente, ella no llegará, Almudena Grandes se va rodeada del cariño y la admiración de millones de lectores. Basta entrar en Twittter o en cualquier otra red social para encontrar mensajes de personas que sienten la pérdida de la escritora como si fuera alguien cercano, porque realmente lo era, mucho, como lo es todo artista que logra conmovernos, emocionarnos, hacernos reflexionar y aprender con sus obras

Ayer hablé con varios amigos, lectores de Almudena Grandes como yo, nada más conocer la noticia. La tristeza y el shock por la muerte dieron paso a las charlas sobre los recuerdos que cada uno de nosotros tenemos de nuestra experiencia lectora. Yo recordé de inmediato la lectura de Castillos de cartón en la universidad, que tanto me impactó, como otras lecturas que nos regaló la gran profesora Coro Pichardo, quien también se fue demasiado pronto, a la que recuerdo mucho y con mucho cariño, porque en aquellas clases de Movimientos Literarios Contemporáneos, que así se llamaba aquella asignatura, aprendí que me quedaba un mundo entero de lecturas por descubrir. Y, entre ellas, esa obra de Almudena Grandes, que enseguido me llevó a Las edades de Lulú. Hablar de tríos y triángulos amorosos y de relaciones sexuales libres en las aulas de la universidad. Otro mundo. Recuerdo también, claro, el impacto de El corazón helado, posiblemente, su obra más reconocida, también sobre la memoria histórica y el pasado reciente de este país. Con Almudena Grandes se va una voz imprescindible de la literatura española. Queda su obra, la honestidad y el enorme valor de su legado. Descanse en paz. 

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