Valencia


De todas las cuentas pendientes que tenía con las ciudades españolas, puede que la de Valencia fuera la más imperdonable. No descubro nada a nadie, pero qué magnífica ciudad es Valencia. No la conocía aún y ya iba tocando. Hay muchas ciudades dentro de Valencia, al menos tres, y todas ellas justificarían por sí solas una visita, no digamos ya si están juntas. Está la Valencia del centro, con sus edificios monumentales, sus plazas, sus grandes avenidas y sus parques y jardines. Está la Valencia de la playa de la Malvarrosa y la del puerto. Y está, claro, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, una ciudad en sí misma, ya desde su nombre, un lugar asombroso, de los más impresionantes que he visto jamás. 


Todas esas ciudades dentro de una misma ciudad hacen de Valencia un lugar extraordinario, repleto de alicientes. Una ciudad llena de vida y con mil planes que ofrecer. Una gran ciudad en todos los sentidos. Grande por extensión, por número de habitantes y por su variedad y enormes atractivos. La Ciudad de las Artes y las Ciencias es asombroso, de una belleza arrebatadora e imponente, del todo desbordada. En una de las exposiciones temporales del Museo de las Ciencias se muestra una frase de L.S. Vygotsky que bien podría aplicarse a este espacio: “la verdadera esencia de la civilización consiste en construir deliberadamente monumentos para no olvidar”. 





De todo lo que ofrece la Ciudad de las Artes y las Ciencias, sin duda, la que deja un recuerdo más imborrable es el Oceanográfico. Igual que las grandes pinacotecas del mundo tienen una vocación totalizante, ya que reúnen obras de todos los tiempos y todas las civilizaciones, el Oceanográfico de Valencia acoge especies marinas de todas las latitudes. Hay espacios dedicados a todas las áreas del mundo, desde los pingüinos hasta los tiburones, del Mediterráneo a las zonas tropicales. Todo tipo de especies. También, claro, delfines. Y flamencos. Y tortugas de todo tipo. Y aves, en uno de los recintos con más encanto del parque. Y más más especies diferentes. Una mañana en el Oceanográfico es de las que no se olvidan. Es un recinto muy cuidado y amplio, en el que se ofrece además un mensaje claro sobre la necesidad de preservar el medio ambiente. El Museo de las Ciencias y, en general, un paseo sin prisas por toda la Ciudad de las Artes y las Ciencias, son igualmente muy recomendables. 




Relativamente cerca de la ciudad de Valencia está la Albufera, bien conectada con una línea de autobuses (la 24). Otra visita obligada. La mejor forma de disfrutar de la Albufera valenciana, parque natural desde 1986, en la que transcurre la trama de Cañas y barros, de Blasco Ibáñez, es hacer un viaje en barca, entre los arrozales y la diversidad de aves y especies. Si puede ser al anochecer, todavía mejor. Una experiencia fabulosa. 




La Valencia costera, con la extensa playa de la Malvarrosa como gran exponente, es igualmente suculenta (como lo es la paella, claro, plato ineludible en esta ciudad). Una playa muy amplia, con arena de calidad, y que permite un amplio paseo ante el mar, en el que enseguida se cruza con Alboraya, otra localidad distinta ya a Valencia, en la que cambia el paisaje urbanístico y arquitectónico. El Puerto de Valencia, allí donde en su día se montó el Gran Premio de Fórmula Uno de la ciudad, también ofrece un paseo encantador. 




De todas las demás Valencias que concentra esta ciudad, queda por reseñar aquí la del centro, con innumerables lugares atractivos. La Plaza del Ayuntamiento, por supuesto, donde se celebraron los actos conmemorativos del 9 de octubre, el día de la Comunidad Valenciana.  Nos recibió la ciudad engalanada de fiesta, con los valencianos echados a la calle para ver desfilar la Senyera real, el símbolo de la ciudad. Es llamativo ver el desfile cívico, con presencia de distintas asociaciones, de autoridades locales y autonómicas y también de partidos políticos. Bandas de música, que no pueden faltar en Valencia, y hasta alguna mascletá, entre otros eventos, completan las celebraciones del día. El buen tiempo acompañó, y eso que las precisiones auguraban lluvias, que no llegaron, lo cual mejoró aún más el excelente ambiente en las calles.


Valencia ha bullido de visitantes del resto de España y también de otras partes del mundo, sobre todo, europeos. El turismo regresa ala ciudad. Por momentos, intentar encontrar una mesa libre en un restaurante se volvía misión imposible. Por cierto, donde sí encontramos mesa y repetimos al día siguiente fue en El Infante, un restaurante muy recomendable con una terraza encantadora, una carta bien seleccionada y variada y una atención excelente del personal. Muy recomendable. Hay ganas de vida, de recuperar el tiempo perdido, y un puente como este del Pilar, el último aún con buen tiempo y con horario de verano, ha sido una tentación que muchos no hemos querido dejar pasar. Han sido unos días fabulosos en Valencia y, entre las muchas cosas que me han hecho feliz estos días, sin duda está ver ese ambiente de nuevo en las calles, esas ganas de celebrar la vida, ese paulatino e ilusionante regreso a la vida, que le debemos a la vacuna. 




No puedo terminar este artículo, que escribo en mis últimas horas en Valencia, sin citar algunas de las calles, monumentos y lugares que más me han gustado de la ciudad, de esa parte céntrica de la ciudad que reúne tantas ciudades en una. Como la plaza de la Reina, que está en obras, pero cuya grandeza y encanto quedan patentes. La de la Virgen, donde se encuentra la Basílica de la Virgen de los Desamparados. La Catedral. La Torre de Serranos y la Torre Quart, que recuerdan tiempos pasados de la ciudad. Los jardines del Turia, que tientan con largos paseos rodeados de naturaleza. La Plaza del Tossal, con cierto aire parisino. Las amplias calles y avenidas, como la de la Paz o la de Colón. La estación del Nord. La muy peculiar Plaza Redonda. Las callejuelas del centro, que s maravilloso recorrer. La Lonja de la Seda, un lugar cargado de historia donde incluso se reunió durante la Segunda República el Congreso, las inmediaciones del Instituto Valenciano de Arte Moderno, la Gran Vía... Tantos y tantos lugares, tantos planes y tanta belleza que reconozco con cierta vergüenza que no había conocido hasta ahora. Habrá que volver pronto para ir recuperando el tiempo perdido, también en lo relativo a disfrutar de Valencia

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