Impuros

 

"Dedico este libro a la impureza", escribió Fernando Aramburu al comienzo de Los peces de la amargura, su libro de relatos sobre la violencia de ETA y su impacto demoledor en la sociedad. Eduardo Madina menciona esas palabras en el impactante documental Impuros, en el que Madina charla con Borja Sémper sobre aquellos tiempos de lucha contra el totalitarismo de los asesinos etarras. Los dos, nacidos el mismo año con un sólo día de diferencia, entraron en política en distintos partidos (el PSOE y el PP), pero compartían la defensa de la democracia y la libertad contra el horror que imponía la mafia asesina de ETA. Ambos son amigos y comparten recuerdos sobre aquellos días en este documental dirigido por Alberto Utrera, que emitió La 1 la semana pasada, justo el día en el que se cumplía una década del anuncio del cese definitivo de la violencia etarra, como parte de su programación especial. 
Es un documental admirable. Ninguno de los dos habla con rabia ni odio sobre aquella locura asesina. Ambos defienden la concordia y el diálogo. Los dos comparten la convicción de que es necesario mantener viva la memoria de aquellas décadas de atentados, secuestros, extorsiones e insufrible presión social contra todo aquel que o compartiera las ideas de la banda asesina. Y ambos señalan que el 20 de octubre de 2011 supuso la victoria de la democracia. Los que lo niegan, afirma contundente Madina, son por lo general personas que no estuvieron en Euskadi jugándose la vida para defender la democracia. 

Madina y Sémper, que también han escrito un libro salido de aquel encuentro de tres días condensado en Impuros, y que comparten la sección La ínsula, los viernes en Onda Cero, tuvieron responsabilidades políticas en sus respectivos partidos. Es inevitable lamentar que su discurso sosegado, dialogante y reflexivo haya quedado fuera de la política española. Y, tristemente, escuchando a los políticos que hoy sí están en puestos de mando de los partidos políticos, no cuesta demasiado comprender por qué en la política actual no tienen cabida personas con este talante, personas que no buscan dar zascas a golpe de tuit, ni cambian de opinión sobre todos los demás un día sí y al otro, también. Es muy revelador y dice mucho del estado actual de la política española. 

Hay varios pasajes del documental que son estremecedores. Sin duda, la forma en la que Madina recuerda el atentado que sufrió de joven y que a punto estuvo de costarle la vida. También cómo Sémper se enteró de que un comando terrorista le estaba haciendo seguimientos y estaba listo para matarlo. Sólo se echaron atrás por temor a que tuviera escolta. En ambos casos, además, alguno de los terroristas que quería acabar con sus vidas eran personas que conocieron hacía años: un compañero de instituto de Madina y una chica que era conocida de la familia de Sémper. Se pregunta Sémper cómo es posible que alguien llegue a odiar de ese modo a otra persona, incluso alguien con quien compartió juegos infantiles, como para querer asesinarlo. 

Entre las reflexiones más impactantes del documental está la que hace Madina sobre la pregunta "¿por qué yo?". Cuenta el político socialista que es una pregunta peligrosa, porque supone comprarle el argumentario a los etarras. Si empezamos a preguntar por qué ETA asesina a este o aquel, terminaremos pensando que, bueno, claro, ese era policía, el otro político... Como si hubieran hecho algo para ser asesinados, como si su vida valiera menos por sus ideas políticas o por su profesión. También Madina cuenta que todos tenemos en nuestra cabeza una sociedad ideal, pero que la diferencia es que los demás no intentamos imponerla por la violencia, asesinando a quienes no compartan esa visión futura. 

Algunas de las situaciones que cuentan Madina y Sémper son terroríficas y, aunque sabíamos que existían, aunque las vivimos en su momento, o escuchamos hablar de ellas, impactan especialmente, como si nuestra memoria las hubiera borrado deliberadamente porque es demasiado doloroso. Por ejemplo, el hecho de que hubo años en los que ETA asesino a 100 personas y días en los que mató en seis sitios a la vez. O las concentraciones de Jarrai, las juventudes de la izquierda abertzale, contra las que convocaban unos pocos alumnos del instituto en el que estudiaba Madina para condenar los asesinatos. 

Conmueve también lo que ambos cuentan de sus hijos, la idea inevitable de pensar que sus hijos no podrían haber nacido si ETA hubiera logrado su objetivo de acabar con sus vidas. Y, de nuevo, la defensa de la impureza. Ambos alertan del riesgo de que haya quien imite ese totalitarismo y divida a la sociedad entre buenos y malos españoles, igual que ETA y su entorno hacían con los buenos y los malos vascos, con los vascos puros y los impuros. Porque la salvaje amenaza del terrorismo fue una prueba espantosa del riesgo del totalitarismo. Impuros es muy recomendable, como lo es el programa especial de Más de Uno, el programa de Alsina, en el que Madina y Sémper respondieron a preguntas de jóvenes en el barrio madrileño de Aluche. Su posición política contra los dogmas, las banderas y las mayúsculas en política, es muy saludable y necesaria. Que los partidos políticos renuncien a ella y opten por la división y la confrontación dice mucho y muy malo del momento actual de nuestro país. 

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