No tendrás mi odio

 

Horas después de conocer la muerte de su mujer en el atentado contra la sala Bataclan de París en noviembre de 2015, Antoine Leiris escribió una carta a los asesinatos de su esposa en las que les decía que no tendrían su odio. "El viernes robasteis la vida de un ser humano excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no tendréis mi odio. No sé quiénes sois y no quiero saberlo, sois almas muertas. Si ese dios por el que matáis de forma ciega nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer será una herida en su corazón. (...) No os haré el regalo de mi odio. Es lo que buscáis, pero responder al odio con la ira sería ceder a la misma ignorancia que os convirtió en lo que sois. Queréis que tenga miedo, que mire a mis vecinos con desconfianza, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Y no, no lo conseguiréis ...) Toda su vida, mi hijo de 17 meses os hará la afrenta de ser libre y feliz, porque no, no tendréis su odio tampoco", decía esa estremecedora carta, una lección de dignidad. Tiempo después, Antoine publicó un libro y rodó un documental con víctimas y supervivientes de aquel atentado, No tendrás mi odio, que puede verse en Filmin

Es un testimonio impresionante y muy valioso, que continúa y amplía el mensaje de aquella carta en Facebook escrita a los asesinos de su mujer poco después de ver su cadáver y confirmar que estaba entre las 131 víctimas mortales de aquella noche de odio y terror en París. Cualquier atentado terrorista nos conmociona en lo más profundo, pero aquel, es justo reconocerlo, nos impactó a muchos de forma especial. Por la cercanía física y emocional, porque aquellas personas que disfrutaban de un concierto o tomaban unas cañas un viernes por la noche en París podríamos haber sido cualquiera de nosotros. El documental es estremecedor y, a la vez, ejemplar, por la serenidad de quienes aparecen en él y por la vocación de mostrar las distintas formas de afrontar semejante tragedia, de escuchar y pensar sobre el dolor, la muerte, nuestro estilo de vida que tanto desagrada a los fanáticos fundamentalistas y hasta el propio concepto de "víctima". 

Nada más empezar el relato, el autor explica que aquellos atentados causaron 131 muertes y que sobrevivieron, algunos, con heridas muy serias, otras 413 personas. Charla con uno de ellos, al que tuvieron que amputarle parte de una pierna, que se recupera en los Inválidos, el hospital parisino que acoge a víctimasd de guerra. Antoine siente la necesidad de hablar con personas que estuvieron en ese concierto, con otras víctimas. Acude junto a su mejor amigo, que también lo era de su mujer, al concierto en la sala Olympia en la que Eagles of Dead Metal, el grupo que actuaba cuando se produjo el terrible atentado en la sala Bataclan, dieron poco después, como símbolo claro del compromiso de seguir viviendo sin miedo y en libertad ante la amenaza de los criminales fanáticos. 

Entre las muchas personas que hablan con el autor está una mujer que estaba embazada y cuyo marido fue asesinado en los atentados. Su testimonio es impresionante. Cuenta que es necesario admitir los momentos de tristeza infinita, rabia y dolor, para seguir viviendo, aceptar que se hundirá a veces y que es necesario para volver a vivir algún día. Otra víctima bromeaba en Twitter porque es la única manera que tenía de hablar de ello. El autor del documental matiza sus palabras de aquel mensaje de Facebook y explica que decir que los asesinos de su mujer no tendrán su odio no quiere decir que los perdone. 

También charla, entre otras personas, con dos hermanas de una mujer asesinada en la sala Bataclan, quienes meses después del atentado organizaron una gran fiesta en su honor, para celebrarla y recordarla jovial y festiva, como ella era. Los padres de la única víctima italiana de los atentados aparecen en el documental, a través de Skype, y cuentan que se empeñaron en que el funeral de Estado en honor a Valeria en la plaza de San Marcos de Venecia fuera laico, para que tuviera representación de las religiones católica, musulmana y judía. Otra víctima, la madre de un policía asesinado por un terrorista, que es una mujer musulmana, acude a cárceles a hablar con condenados por terrorismo, no para justificarlos ni perdonarlos, sino para escucharlos e intentar entender qué puede llevar a unos jóvenes a caer en una red semejante. "Es muy fácil llenar el vacío con odio", explica. El documental, en fin, reflexiona sobre el impacto emocional de los atentados, con una serenidad y un civismo admirables. Es un relato doloroso por momentos, pero también muy instructivo y recomendable. 

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