Soñadores

 

París, 1968. Matthew (Michael Pitt), un universitario estadounidense que estudia en la capital francesa acude constantemente a la Cinémathèque, donde disfruta de las películas clásicas, de todo tipo de filmes, en realidad. Pese a ello, no habla con nadie hasta una tarde de febrero de 1968, en la que los asiduos a la Cinémathèque protestan por el despido de Henri Langlois, fundador de este espacio. Allí se dan cita muchos de los grandes directores franceses del momento, como Truffaut o Godard. En esa manifestación, que será reprimida con violencia por la policía y de algún modo prenderá la mecha de mayo del 68, Matthew entabla una amistad, o algo así, con dos hermanos, Isabelle (Eva Green) y Theo (Louis Garrel), que a su vez tienen una relación del todo particular, no la propia entre dos hermanos. 
Es el sugerente punto de partida de Soñadores, la película estrenada por Bernardo Bertolucci en 2003 y que se puede disfrutar en Filmin, esa bendita plataforma que a tantos nos está salvando estos meses de pandemia. De un lado, la historia llena de sensualidad y erotismo entre los tres jóvenes. Y, de fondo, mientras ellos están más bien ensimismados en su disfrute y sus juegos algo perturbadores, el comienzo del mayo del 68, ese movimiento del que tanto se ha escrito y hablado, que aquí se evoca como escenario de la historia de los tres protagonistas y que va ganando peso a medida que avanza la trama.  

Lo que une a los tres es su pasión por el cine. Una pasión enfermiza. Están locos de cine. Desayunan, sueñan, viven, comen cine. Les gusta jugar a adivinar escenas de películas clásicas. Quien no la acierte tiene que pagar una prenda. Sienten una absoluta veneración por el cine y por la cultura en general. No consideran el cine o la música como algo que adereza o embellece su vida, sino como una parte esencial de la misma. No es algo exterior, es algo interno, lo que les mueve, lo que más les atrae, incluso en un momento, París en 1968, en el que la vida de ahí fuera presenta no pocos alicientes. 

Los debates más encendidos y acalorados entre los tres jóvenes tienen que ver con la música y el cine clásico. Es lo que más les apasiona. Pero también aparece la política de fondo. Theo e Isabelle son un poco revolucionarios de salón, hacen la revolución con los cheques que les deja periódicamente su padre, un escritor que cuestiona el idealismo de sus hijos, pero que les deja su gran casa parisina para las juergas con su nuevo amigo americano sin aparentes reticencias. Hay una escena maravillosa en la que Matthew cuestiona la militancia de Theo en el maoísmo. "Cambian las armas por los libros", dice fascinado Theo. "Pero es que no son libros en plural, todos llevan el mismo libro", les responde el estudiante estadounidense. 

De la violencia, de cómo cambiar el mundo pasa por aceptar que uno forma parte de él, del idealismo, del amor libre, del sexo, de las pasiones más inconfesables, de la falta de prejuicios, de la belleza y el arte, del impacto del cine en nuestras vidas, de las contradicciones que en el fondo todos arrastramos, otros mundos de la necesidad de habitar ... De eso y de todo un poco va Soñadores, que acierta al recrear aquella época tan interesante y tan caótica, sin juzgar nunca a sus personajes, que a ratos irradian un atractivo irresistibles, pero que a ratos también resultan un poco insoportables y consentidos. En todo caso, la película es apasionante. Puro cine. 

Comentarios