Un 8M distinto, pero necesario

 

8 de marzo de 2018. El feminismo hace historia. Las marchas de aquel Día de la Mujer marcaron un antes y un después. Fue muy emocionante vivir desde dentro la marcha de Madrid, repleta de gente, de mujeres de todas las edades y de hombres aliados. La marea morada inundó las calles. Aquel 8M fue un hito. Algo cambió en la sociedad. Fue un día histórico, porque no todos los días uno tiene la sensación de asistir a un movimiento social tan amplio que defiende una causa justa, algo tan sencillo como que los hombres y las mujeres tengan exactamente los mismos derechos y las mismas oportunidades. Aquel día, muchas mujeres hicieron huelga, una forma contundente de reivindicar lo mucho que aún queda por avanzar, de decir que el objetivo que busca el feminismo, que no es otro que la igualdad real. Fue un día ilusionante, de esos que no se olvidan. 
8 de marzo de 2021. Han pasado tres años de aquel día que algo cambió, para bien, en la sociedad, aunque también alimentó la reacción retrógrada de los de siempre, que se sintieron amenazados, que reaccionan ante este auge del feminismo con pavor y desprecio, y buscan cualquier oportunidad para desacreditar el movimiento. Todos somos mayorcitos y no cuesta demasiado entrever en determinadas posiciones sobre las marchas del 8M un prejuicio ideológico claro. Si no se debatió sobre las concentraciones de los negacionistas, de los hosteleros o de quienes se manifestaron por la libertad de expresión, cuesta entender tanto ruido y tanta polémica con las marchas del 8M. Este año, para cualquier causa, lo mejor es defenderla desde casa, sin aglomeraciones, preservando al máximo la salud de todos. Pero para todas las causas, no sólo para las que no gustan o a las que se les tiene miedo. En todo caso, sería un error centrar el día de hoy en las manifestaciones que se permiten o no, como también lo sería alimentar la polémica interesada y sectaria del año pasado, ésa que viene a decir que la propagación del coronavirus en España es todita culpa de la manifestación del 8 de marzo del pasado año. 

La causa del feminismo es tan justa y el apoyo a su idea de fondo es tan abrumador que estas polémicas y este ruido tienen escaso recorrido. Allá cada cual con sus prejuicios y su sectarismo. Quien crea que el feminismo es una cosa de malvadas izquierdistas está tan equivocado como quien piense que puede repartir carnets de auténticas feministas y que hay una única manera de defender la igualdad de todas las personas. Insisto, la idea de fondo es tan poderosa, el feminismo es tan lógico y necesario, que podrá resistir a los excesos y errores de los unos y los otros. Sencillamente hablamos de que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres, que a ellas no les penalice ser madres igual que a ellos no les penaliza ser padres, que se acabe con la brecha salarial, que escuchemos al fin las voces de las mujeres en ámbitos donde han estado silenciadas, que aceptemos que en nuestra sociedad sigue habiendo demasiado machismo, que no tengamos miedo a construir una sociedad más justa, libre e igualitaria, porque será bueno para todos. 

Hay tantos 8M como personas. Y a veces con las causas sociales caemos en el error de centrarnos sólo en términos muy sonoros, muy gruesos, pero vacíos de contenido, sin rostro. Y lo idea hoy, creo, es ponerle cara a las reivindicaciones de este 8M. Entender que no estamos hablando de algo abstracto, de unos planteamientos teóricos, no, estamos hablando de mujeres reales con situaciones de injusticia y desigualdad reales. Hablamos de las mujeres que sufren acoso, de las que son maltratadas por sus parejas, de las que cobran menos que sus compañeros varones, de las que son sistemáticamente despreciadas en su ámbito laboral, de las que no tienen la misma libertad que los hombres. Por supuesto que hemos avanzado mucho en derechos, pero no estamos aún en el punto de meta de esta carrera que es la de las mujeres, pero que es también la de toda la sociedad, porque todos deberíamos defender una sociedad más decente, más justa. 

Por supuesto, este 8M también es un día en el que debemos acordarnos de las mujeres de otros países donde su posición es mucho peor que en España. Es un clásico de los retrógrados animar al movimiento feminista a irse a manifestar a los países islámicos, por ejemplo. Naturalmente, no lo dicen porque les importen lo más mínimo esas mujeres, sino porque creen que así pillan en un renuncio al feminismo patrio. Pero no es verdad. Es perfectamente compatible luchar contra las discriminaciones e injusticias que aún persisten en nuestra sociedad y, a la vez, por supuesto, defender también a las mujeres que lo tienen aún peor. 

El ruido alrededor de las manifestaciones de hoy, insisto, me preocupa poco. Creo que la gran amenaza hoy para el feminismo, dando por hecho que los reaccionarios intentarán aprovechar cualquier oportunidad para dar marcha atrás al avance necesario y detener la justa causa feminista, es la división. El debate en torno a la ley trans está enfrentando al feminismo, lo cual celebran con entusiasmo los machistas y lamentamos todos los demás. No podemos permitirnos el lujo de estar así de divididos, sobre todo, porque a veces en este debate, por llamarlo de algún modo, se pierden las formas y el respeto a otras personas. Es triste ver a quienes critican, con razón, al patriarcado, enfrentarse con otras personas que son igualmente víctimas del mismo patriarcado. Cuesta entender que no haya acuerdo posible entre las feministas clásicas, digamos, que consideran que la autodeterminación de género borra a las mujeres, y las feministas que sí defienden el proyecto de ley trans, que consideran que dar más derechos a otras personas no anula los derechos de nadie. Esta división es dolorosa e incomprensible. 

Aquel 8M histórico de hace tres años, sin ninguna duda, allí estábamos todas las personas que creemos en la igualdad real, incluidas las dos partes que ahora disputan a cuenta de la ley trans. La premisa básica, creo, es la misma que siempre ha defendido el feminismo: defender los derechos y la igualdad de oportunidades de todas las personas, de todas. De eso va el 8M. Por eso es tan ilusionante. Por eso es inútil el empeño por ensuciarlo o llenarlo de ruido. ¡Feliz y reivindicativo Día de la Mujer!

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