Ane

 

Ane, la opera prima de David Pérez Sañudo, contiene muchas películas en una y todas función a la perfección. Ambientada en el año 2009, en plena lucha de la izquierda abertzale contra el proyecto del tren de alta velocidad de la Y vasca, Ane es una película sobre el radicalismo y el fanatismo, y también sobre las heridas de la sociedad vasca. Pero al mismo tiempo es una historia íntima de la relación entre una madre y su hija. Y, por supuesto, una película sobre la incomunicación, la adolescencia, la madurez o los proyectos personales frustrados ("qué distinta tendría que haber sido la vida", le escuchamos decir a Lide, la madre de Ane, en una de las escenas). 
A veces, querer incluir demasiados temas en una película, en la que además se entremezclan distintos tonos y géneros, puede ser un error, desde luego, es un gran riesgo. Pero David Pérez Sañudo, que firma el guión junto a Marina Parés, esquiva ese riesgo con nota. Todo en la película encaja, todo surte efecto en el espectador, todo emociona e interesa. La gran protagonista del filme no es Ane (inmensa Jone Laspiur, Goya a mejor actriz revelación), quien durante una parte importante de la película está desaparecida, sino su madre, Lide, que busca a su hija. En ese papel deslumbra Patricia López Arnaiz, que ha ganado todos los premios posibles por su interpretación, incluidos el Feroz y el Goya. Sólo por ver semejante recital interpretativo ya están bien empleados los 100 minutos de metraje. 

También es muy destacable la forma en la que está rodada la película. Varias de sus mejores escenas son planos largos sin palabras en los que, sin embargo, se cuenta todo. Por ejemplo, esa escena en la que Lide llega a su casa tras trabajar en el turno de noche como vigilante en las obras del tren de alta velocidad y prepara la mesa para el desayuno de su hija, que nunca aparece. Ane desaparece tras unos altercados en el barrio y Lide comienza a investigar sobre su paradero, a medida que descubre que su hija puede estar más metida de lo que creía en el mundo radical de la izquierda abertzale. Junto a su ex (Mikel Losada) intentará encontrar respuestas y, sobre todo, dar con el paradero de Ane. 

El desencadenante del enfrentamiento entre la madre y la hija es la participación de Ane en las protestas contra las obras de la Y vasca. Llama a su madre opresora y cómplice del Estado. Porque de eso exactamente va la oposición de ese sector de la sociedad a esta infraestructura: no un interés medioambiental ni la preocupación por las casas expropiadas, sino simplemente que es un proyecto que asocian al Estado. Pero en realidad su relación no es distinta a la que tienen tantas otras madres con sus hijas adolescentes, por cualquier razón. La rebeldía, las ganas de enfrentarse a lo establecido, las ansias de quien quiere comerse el mundo o cambiarlo de arriba a abajo.

Churchill definió a un fanático como "alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema". Algo, o mucho, de eso hay en el mundo en el que se introduce Ane, para espanto de sus padres. Pero eso no anula el amor. La política, esa visión sectaria y frentista de la política, separa a las personas, pero una hija es siempre una hija. Ana y Lide se quieren pese a todo. Hay una escena muy simbólica en el filme que retrata a la perfección esa distancia a la que les empuja el fanatismo político, pero a la vez, el amor y el sentimiento de fondo. Ane, en fin, funciona como retrato de un tiempo y una sociedad, pero también como una historia sencilla de incomunicación y distancia entre una madre y su hija. 

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