It's a sin

 

“El mundo no está hecho de átomos, está hecho de historias”, dijo una vez la poeta Muriel Rukeyser, según cuenta Rebecca Solnit en una reciente entrevista en El Cultural. La autora de Mansplaining. Los hombres me explican cosas, continúa su explicación afirmando que “cuando era niño, los homosexuales eran tratados como criminales o como enfermos mentales. ¿Cómo cambió eso? Las leyes sólo pueden cambiar lo que estamos obligados a hacer, no lo que pensamos que es correcto o razonable. Fue cambiado por innumerables personas que contaron sus historias a sus familias, amigos y compañeros de trabajo o públicamente, asumiendo el riesgo de hacerse visibles”. Al leer este pasaje de la entrevista recordé una escena de It’s a sin, la última serie de Russell T. Davies, que define en sí misma la importancia de series como ésta y de contar determinadas historias tanto tiempo silenciadas. Uno de los protagonistas de la serie comienza a trabajar en una biblioteca y el primer encargo que le hace su jefe es retirar libros que fomentes la homosexualidad. El joven explica que ha buscado en Shakespeare, Dickens y todos los libros de literatura e historia y no ha encontrado absolutamente nada, ningún hombre gay, no digamos ya una sola mujer lesbiana. La ausencia casi total de personas no heterosexuales en gran parte de la historia y la literatura es importante porque, como cuenta Solnit, las historias que nos contamos, y las que no nos contamos, lo son, porque lo que no se muestra en las historias no existe. 

La serie, de sólo cinco capítulos, se ambienta en la década de los 80 en Londres. Un grupo de jóvenes gays que huyen de sus opresores entornos encuentran en Londres una ciudad abierta a la vida y la diversión, a encontrar a personas como ellos, a disfrutar al máximo, a conocer a otros hombres y pasarlo bien con ellos. Descubren que hay familias que se eligen y crean una maravillosa, en la que el personaje de Jill, una chica extraordinaria, ejerce un poco de madre de todos estos chicos. Descubren que pueden sentir y vivir en libertad, pero también descubren, poco a poco, con mucha confusión y escepticismo al principio, con terror después, un nuevo virus, el VIH, que se presenta como una especie de castigo divino a los homosexuales. 

Es casi prodigioso lo que consigue It's a sin. Desde el primer capítulo queda claro que vamos a llorar mucho y que los protagonistas de la serie no van a ser ajenos a esta epidemia de la que tan poco se sabe al principio. Y, sin embargo, la serie también es vitalista y jovial. Es maravilloso ver cómo los jóvenes protagonistas forman una comunidad en la que todos ellos se entienden y se apoyan, frente a una sociedad alérgica  al diferente. Hay mucha luz y mucha vida en la serie pero, claro, también hay enfermedad, miedo y muerte. El equilibrio parece imposible, pero  It's a sin lo logra. 

Uno de los muchos aciertos de la serie es que se centra en las historias personales de los protagonistas, que son chavales corrientes. No tiene un tono de panfleto. Naturalmente, sí tiene vocación de rendir homenaje a esa generación perdida por el sida, a tantas personas que sufrieron una epidemia de la que poco se conocía al principio y de la que tanto se alejaron las autoridades, porque era cosa de gays, prostitutas y drogadictos. Pero la serie se centra en cómo viven esos jóvenes, en cómo va avanzando su historia y cómo el VIH y el sida, que es la enfermedad que puede desarrollar el virus, termina acaparándolo todo en la vida de estos chicos. Al principio no quieren verlo, porque nadie sabe nada. Después hay una cierta negación, precisamente, porque las autoridades y la sociedad utiliza el VIH para sostener un discurso retrógrado contra las personas no heterosexuales. 

Hay escenas de una gran belleza y de un enorme simbolismo. La serie mantiene un equilibrio excepcional entre el drama, desolador, opresivo, muy duro, y la alegría de vivir y la libertad inmensa de los protagonistas de la serie, que crean una familia, en algunos casos, para huir de la incomprensión y el rechazo de su familia biológica. Es una serie conmovedora, que recuerda, sí, la importancia de la representación, aunque a veces no lo terminen de entender quienes viven en un mundo hecho a su medida y siempre se ven representados en todas las películas y las series. Y también nos remueve especialmente, claro, porque la vemos en mitad de otra pandemia causada por otro virus, el maldito Covid-19. Es imposible no sentirnos reflejados en ese desconocimiento inicial y también en lo injusto que es culpabilizar a las víctimas. 

Las historias que nos contamos son importantes, y sólo por honrar la memoria de tantas víctimas del VIH vale la pena esta serie. Pero es que, además de todo eso, es una historia extraordinariamente bien contada. It's a sin comparte ambas cualidades, su vocación de contar historias atractivas silenciadas tanto tiempo y su calidad narrativa, con Pride y con 120 pulsaciones por minuto. Cada una a su estilo, son historias que muestran el sufrimiento que tantas personas pasaron por culpa de este virus y cómo quienes los criticaban por ser como eran y vivir como vivían utilizaron el VIH a favor de su homofobia y su odio. El mundo está hecho de historias y ya era hora de contar ciertas historias como la que con tanto acierto narra It's a sin. 

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