La buena suerte

 


Una vez le leí a Rosa Montero que cuando encuentra la fluidez cuando escribe siente como si bailara con las palabras.  El último baile con las palabras de Rosa Montero en forma de novela es La buena suerte (Alfaguara), una novela existencialista en la que la autora vuelve a alcanzar esa agilidad, este estilo en el que todo fluye, que parece tan sencillo cuando se lee y que tan difícil debe de ser alcanzar. El libro parte de una historia mínima y misteriosa, la de un hombre que decide dejarlo todo y comprar una casa en un pueblo perdido, para reflexionar sobre el amor, la paternidad, la maldad, el optimismo, las relaciones humanas y los afectos. 


El protagonista de la novela, Pablo, observa de repente un pueblo, Pozonegro, en medio de la nada, que conoció un pasado más fructífero gracias a unas minas próximas a la localidad, pero donde ahora todo es “deprimente, pardo, indefinido, sucio, necesitado con urgencia de una mano de pintura y de esperanza”. Pese a ello, él decide comprarse una casa que está a la venta. Una casa medio hundida y frente a las vías del tren, pero que compra sin querer siquiera verla

A medida que avanza la historia, el lector conocerá cuáles son las motivaciones que llevan al protagonista a romper con su vida y empezar de cero, refugiado en un pueblo del que lo desconoce todo y nada le atrae. Allí conoce a Raluca, una mujer bondadosa, alegre y vitalista, que es la otra gran protagonista de la novela, casi diría que más protagonista aún que Pablo. Ella también arrastra sus vulnerabilidades, temores, heridas e ilusiones. El encuentro con Pablo permitirá confrontar dos formas de entender la vida y de estar en el mundo. 

Junto a Raluca y Pablo, otro personaje entrañable de la novela es Felipe, un vecino anciano y enfermo del forastero madrileño que de pronto se marcha a vivir a Pozonegro. “Qué injusto que los humanos estemos tan llenos de grandiosos afanes y que luego la realidad sea tan chiquita”, dice Felipe en un pasaje de la novela. El libro está salpicado por historias demoledoras y reales de monstruos que cometieron atrocidades contra seres queridos. Porque la maldad es uno de los temas de fondo de la novela. "Las religiones se inventaron para intentar otorgarle al Mal un lugar en el mundo", leemos. 

Con mucha sensibilidad, la trama avanza entre reflexiones sobre la forma de afrontar la vida y cómo a veces la buena suerte no es algo que cae del cielo, sino que se construye. Es una historia honesta y llena de verdad, cuya filosofía de fondo puede resumirse en esta maravillosa máxima con ecos machadianos que leemos casi al final de la obra: "el único siempre que de verdad existe es hoy”

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