Histórico y esperanzador concierto de año nuevo


“¿Qué mensaje lanzaríamos al mundo si no hubiera este año concierto de Año Nuevo?”, se preguntaba el presidente de la Filarmónica de Viena, Daniel Froschauer, en la rueda de prensa de hace unos días en la que se presentó el recital vienés. Reiteró esta misma idea al comienzo de la segunda parte del concierto, cuando se dirigió brevemente al público que seguía el concierto por televisión, el único público del concierto este año, en un gesto inusual, tanto como lo es todo desde que estalló la pandemia. Acertó de pleno con su discurso por dos razones: porque necesitamos más que nunca el concierto de año nuevo para recordar la belleza y la armonía que hay en el mundo, incluso en un mundo pandémico, y porque los miembros de la Filarmónica de Viena nunca interpretan sólo para los privilegiados que siguen el concierto en la sala dorada del Musikverein, sino para todo el mundo. Lanzan un nítido y esperanzador mensaje al mundo y esta vez todos disfrutamos el concierto desde casa, ya sea en Nueva York, Pekín o Madrid. 


No hay tantos acontecimientos mundiales seguidos con idéntica devoción en todas las partes del mundo y este concierto es uno de ellos. Tras un año en el que en todo el mundo hemos compartido una pandemia terrible, que aún sigue, alegra ver un año más que también podemos compartir en todas las latitudes la belleza y la armonía de la música.


Bajo la batuta de Ricardo Muti por sexto año consecutivo, tras su presencia en 1993, 1997, 2000, 2004 y 2018, el concierto de este año pasará a la historia. Con su pasión serena, su firme delicadeza, su fervorosa pulcritud, su animada sobriedad, el director italiano estuvo sublime en su función y, además, compartió un discurso extraordinario, un canto a la esperanza. Muti recordó que, a pesar de tocar ante una sala dorada del Musikverein de Viena completamente vacía, eran conscientes de que les seguían millones de personas desde más de 90 países del mundo y que la música es importante, no sólo porque sea un entretenimiento, sino porque ayuda a mejorar la sociedad. “La salud es lo más importante, pero también lo es la salud de la mente. Por eso mi mensaje para todos los gobernante del mundo es: consideren a la cultura como uno de los elementos fundamentales para lograr una sociedad mejor”, dijo, tras dejar claro que para él la música es más una misión que una profesión. 


La sala parecía más pequeña sin público, pero estaba tan bella como siempre, adornada con miles de flores de los jardines de Viena. No hubo aplausos al final de las piezas, más allá de los aplausos virtuales enviados por 7.000 espectadores de todo el mundo que sonaron antes del descanso y al final del recital. Fue un concierto extraño, sí, pero también esperanzador y formidable. No soy ningún experto, desde luego, pero creo que es el concierto de año nuevo que más he disfrutado en mucho tiempo. Ahora más que nunca necesitamos constatar que hay cosas que no cambian por mucho que estemos en mitad de una pandemia mundial. El coronavirus, que nos ha quitado tanto, no ha podido con el concierto de año nuevo de la Filarmónica de Viena. Es la primera gran noticia del año, esperanzadora e ilusionante. Ojalá en los próximos doce meses lleguen muchas más. 


La primera parte del concierto, la que antes no emitía la televisión, empezó con la marcha de la opereta ‘Fatinitza’ de Franz von Suppé, muy animada, como para comenzar m el año con un ritmo frenético, con un ánimo dispuesto a afrontar todo lo que llegue. Le siguió el vals ‘Ondas sonoras’, magnético e inspirador, con imágenes de instrumentos y objetos de distintos museos de Viena, que era inédita, igual que otras siete composiciones interpretadas ayer.  La fiesta siguió con la vibrante ‘Niko Polka’ de Johann Strauss hijo, que justo antes del final tiene un momento delicioso en el que se acalla la todos los instrumentos y sólo suena la delicadeza del arpa, antes de la polca rápida ‘¡Sin preocupaciones!’, bien elegida como propósito para el 2021, de Josef Strauss. Terminó la primera parte del concierto con el vals ‘Lámparas de minero’ de Carl Zeller, y con el galope ¡‘Vive la vida!’ de Carl Millöcker, cuyo título también lanza un mensaje claro para este año que comienza, con su energía frenética como deseo de más vida y más pasión en 2021. 


Como es habitual, en el descanso pudimos disfrutar de un documental, esta vez, dedicado al centenario del estado federado de Burgerland, con música de autores de allí, como Haydn, y con la historia de un fotógrafo que refiere paisajes y monumentos de esa región como hilo conductor.


La segunda parte del recital, la más vistosa, empezó con el citado mensaje de Daniel Froschauer y, tras él, la obertura de ‘Poeta y campesino’ de Franz von Suppé, con sus constantes cambios de ritmo; y el vals ‘Muchachas de Baden’ de Karl Komzák, que se acompañó en televisión con bucólicas imágenes de parques, jardines y monumentos de Viena. Continuó el concierto con la polca ‘Margherita’ de Josef Strauss, con el Ballet Estatal de Viena, que de nuevo tuvo como coreógrafo al español José Carlos Martínez, por segundo año consecutivo, algo que nadie antes había conseguido. Fue una coreografía portentosa rodada en un edificio modernista en Viena, en la que los bailarines iban vestidos con un estilo muy locos y felices años 20. Delicioso. No decayó el ritmo con el galope ‘Veneciano’ de Johann Strauss padre. En la recta final del concierto la Filarmónica vienesa interpretó cinco piezas de Johann Strauss hijo. La primera fue el vals ‘Voces de primavera’, también con el ballet y con coreografía de Martínez, más clásica y majestuosa que la anterior, igual de emocionante y hermosa. Siguieron con la polca francesa ‘En los bosques de Krapfen’, con sonidos animales y guiños a la naturaleza a la que alude el título; la cuadrilla ‘Nuevas melodías’, que incluye citas de óperas de Verdi; el ‘Vals del Emperador’, impresionante, y la polca rápida ‘Fogoso en el amor y la danza’, que tampoco está nada mal como propósito para el 2021, en el que ojalá nos acompañen a todos el amor y la belleza de la danza.


 Llegaron para terminar los aplausos virtuales antes de los bises que fueron, claro, los de cada año: ‘En el bello Danubio Azul’ y la ‘Marcha Radetzky’, sin palmas esta vez, pero quizá por ello más impresionante y con más fuerza que nunca. Antes de esas dos piezas escuchamos la polca ‘Furioso’, de Johan Strauss hijo, con una energía electrizante.


Un año más, el encargado de transmitir el concierto en RTVE fue Martin Llade, siempre un acierto, que esta vez tuvo que hacer comentarios rápidos, como las polcas, ante la ausencia de los aplausos entre pieza y pieza,. Fueron comentarios rápidos, sí, pero siempre precisos y con su toque de ironía. Llade despidió la retransmisión contando que Daniel Barenboim será el director del concierto de año nuevo de la Filarmónica de Viena de 2022, ojalá ya con público, y recordando que la música es inmune a todo y que “los músicos nos dan algo que no tiene precio”. Y si algo hemos aprendido en esta maldita pandemia es lo mucho que necesitamos todo aquello que no tiene precio y embellece el mundo. 

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