Yemen y el olvido

 

La pandemia de coronavirus tiene un doble efecto adverso sobre las crisis humanitarias. Por un lado, las agrava, porque la propia amenaza del virus se suma a todas las demás, y, por el otro, agrandan aún más el olvido de una parte de la población sobre esos conflictos. ACNUR nos recuerda que es lo que está sucediendo en Yemen. Desde 2015 aquel país sufre una guerra que está provocando consecuencias devastadoras para millones de personas. La crisis del coronavirus debería habernos hecho más empáticos, pero no tengo claro que sea lo que ha sucedido. Más parece que todos nos lamentamos de lo que nosotros estamos sufriendo, sin pararnos demasiado a pensar en todos aquellos que ya llevaban muchos años sufriendo infinitamente más, los que no tienen nada. 

En la revista Refugiados, con la que ACNUR informa periódicamente a sus socios de su extraordinario trabajo, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados comparte varias cifras estremecedoras sobre la situación de Yemen. Jean Nicolas Beuze, representante de ACNUR en Yemen, relata en una carta que en 23 años de trabajo humanitario pocas veces ha visto tanta miseria y desesperación. 

Datos, de esos que esconden historias personales, que no son cifras frías. El 80% de la población (más de 24 millones de persona) depende de ayuda humanitaria para sobrevivir. La mayoría come una sola vez al día. Desde que comenzó la guerra han fallecido más de 100.000 personas en el país, donde hay 3,6 millones de desplazados internos. Además, más de 300.000 personas han perdido sus hogares, cosechas y ganado tras las lluvias torrenciales de este año y sus inundaciones posteriores. 

Es una situación terrible de por sí, pero ahora, encima, llega la pandemia de coronavirus. De media, hay un baño para cada 50 familias desplazadas, la mayoría no tiene acceso a agua corriente y la mitad de las infraestructuras sanitarias no está operativa. Es difícil imaginar un escenario de más precariedad e indefensión ante la pandemia que la de Yemen, que ya incluso sin Covid-19 sufría una crisis humanitaria terrible. Es verdad que todos lo estamos pasando mal. Es cierto que este año es espantoso. Pero es precisamente en estos momentos cuando más deberíamos empatizar con las personas que no tienen una casa en la que confinarse ni siquiera agua corriente para desinfectarse las manos, a duras penas, comida. Porque siempre hay personas que sufren más, cuya misma supervivencia depende de la ayuda humanitaria. 

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