La educación en España

 

Iba a empezar este artículo diciendo que en España se ha debatido mucho sobre educación estos últimos días, pero no está bien empezar un artículo mintiendo. Ojalá se hubiera debatido sobre educación, aunque sólo fuera un poquito. Ojalá en vez de este ruido, de este maniqueísmo agotador y de este teatrillo ideológico y polarizado disfrazado de política, hubiera habido un verdadero interés por debatir de verdad sobre la educación en nuestro país. Nada más lejos. Se han aprobado muchas más leyes de educación en este país estos últimos años que horas se ha dedicado a debatir en serio sobre cómo mejorar la educación

No, no se ha hablado de educación. Se ha utilizado la educación para agitar banderas ideológicas, para polarizar un poquito más la sociedad, para marcar aún más distancia entre los unos y los otros. Se ha hecho ruido, se ha gritado, se ha mentido. Todo eso, en cantidades industriales. Pero, ¿debate? ¿Ideas para mejorar la educación? ¿Interés real? ¿Ganas de escuchar a los profesores y a los padres, no a las asociaciones cautivas, de un lado y de otro, de esta o aquella ideología? De eso, nada. No se ha hablado de la educación, en su primera acepción que recoge el diccionario de la RAE, "acción y efecto de educar", ni en su tercera, "instrucción por medio de la acción docente", pero es que encima tampoco ha habido ni rastro de la cuarta acepción del término, "cortesía, urbanidad". 

Quizá es demasiado cándido decirlo, pero sería de agradecer que se hablara con educación de este tema y del resto. De entrada, un mínimo de respeto al de enfrente, una mínima cortesía, la más elemental actitud cívica. De eso, ya digo, no hemos visto nada. Puede que ocurra lo mismo en otros países, pero nunca deja de decepcionarme la incapacidad tan española de abrir debates serios, debates de ideas de verdad, debates de esos que no se ven en el Congreso ni en los platós de televisión, debates en los que se confrontan argumentos, en los que no se busca dar el mejor zasca al contrario, ni comprimir tu pensamiento en un vídeo corto que luego se pueda hacer viral en las redes sociales. Debatir ni es intercambiar tuits, ni eslóganes absurdos.

En estos últimos días se ha hablado de la religión, como si siguiéramos sin entender que vivimos en un país aconfesional (artículo 16.3 de la Constitución). Hablamos de la educación concertada, de los idiomas... De todo aquello en lo que esas dos mitades de la sociedad perfectamente trazadas puedan discutir. No hablamos de lo que de verdad importa. No hablamos de cómo podemos mejorar de verdad el sistema educativo en nuestro país, ni de lo que podemos exportar de otros países donde la educación funciona mejor, ni de cómo adaptar la enseñanza al siglo XXI, ni de la necesidad de mejorar los medios de las escuelas. Para qué, claro. Para qué vamos a debatir de cuestiones de fondo cuando podemos dedicarnos a dar gritos en el Congreso y a aprobar leyes y derogarlas cada cuatro años. Para qué hablar de verdad sobre la educación cuando podemos tener este show tan poco educado. 

La única conclusión posible es que la educación no les importa demasiado. A ninguno. Prefieren aprobar sus leyes, ese galimatías de siglas, esos apellidos de los ministros de Educación de turno. Prefieren defender un cierto status quo en el nombre de la libertad. Prefieren alimentar sus prejuicios. Prefieren utilizar la educación para el sainete interminable de las dos Españas. Prefieren mentir descaradamente. Prefieren no negociar en serio una mejor ley educativa. Prefieren, qué espanto, utilizar las lenguas como arma arrojadiza, en lugar de entenderlas como la riqueza que siempre son todas las lenguas. Prefieren homenajear a diario el duelo a garrotazos de Goya. Y, claro, así nos va. 

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