Las odiosas comparaciones




A la misma hora en la que en España una inefable presidenta autonómica intentaba sin éxito hilar dos frases seguidas con coherencia, en Francia el presidente se dirigió a la nación de una forma nada habitual en nuestro país: tratando a los ciudadanos como adultos. Mientras en España se generalizan las homilías de los gobernantes vacías de contenido y llenas de propaganda, repletas de frases hechas que no significan nada, Emmanuel Macron hablaba con claridad y contundencia a sus conciudadanos. Dicen que las comparaciones son odiosas y debe de ser por cosas como esta. Es difícil no sentir un desamparo enorme escuchando hablar a la inmensa mayoría de los políticos españoles, sobre todo, cuando se escucha después a gobernantes de otros países europeos. Ayer, el politiqueo siguió imperando en España, mientras Macron y Merkel tomaban medidas duras porque es su responsabilidad. 

Ni eufemismos ni mantras estúpidos. Macron habló con claridad. Explicó la situación tal y como es, incluso añadiendo un gráfico rotulado en la pantalla donde se incluían los datos de casos diarios, fallecidos e ingresados en las UCI. Contó que, de seguir así, a mediados de noviembre las UCI del país estarán desbordadas. Y también dijo que, como no se pare con contundencia el auge del virus, en los hospitales habrá que hacer triaje de pacientes. Con toda crudeza, sin esconder la gravedad de la situación, llamando a las cosas por su nombre. Reconoció con humildad que les ha sorprendido la velocidad preocupante a la que está avanzando el virus, que ni siquiera en sus escenarios más pesimistas incluían una situación como esta. Y, después, en vez de presentar sus medidas como una decisión inapelable dictada por los expertos de forma difusa y opaca, dijo que asumía toda la responsabilidad de las medidas, aunque era consciente de su dureza. 

Relató después (mientras en España seguían los discursos de bajo vuelo, las rabietas infantiles de los gobernantes y el politiqueo bobo) las distintas opciones planteadas por los expertos, para ir descartando, con argumentos y hablando con claridad, todas ellas salvo la vuelta al confinamiento. Y habló sin ocultar la extrema gravedad de lo que sucede. Por ejemplo, dijo que no era viable buscar la inmunidad de grupo, porque eso implicaría asumir 400.000 muertes. “Francia jamás aceptará eso”, dijo. También descartó la opción de confinar sólo a las personas mayores y de riesgo porque, aunque reconoció que la edad es un factor de riesgo evidente en esta pandemia, recordó que los jóvenes también sufren secuelas graves del coronavirus y que también hay jóvenes ingresados en la UCI y muertos. Las personas mayores suelen necesitar la asistencia de cuidadores o vivir con personas jóvenes, que podrían contagiarles, así que esa alternativa tampoco es posible.

Y entonces, sólo después de tratar a los ciudadanos como adultos y hablarles con nitidez de las cifras de muertos que se alcanzarían, anunció el regreso al confinamiento, aunque más suave que el de marzo, porque se dejarán abiertos los colegios y los trabajos que no se puedan hacer a distancia. También se podrán hacer visitas a las residencias de ancianos y salir a pasear. 

Por cierto, Macron dejó claro que esa aparente disyuntiva entre economía y salud no existe, no es real, porque no hay economía viable en mitad de una pandemia mundial (¿por qué cuesta tanto entenderlo?), por lo que sólo combatiendo esta crisis sanitaria se podrá proteger la economía. Apeló a todos los ciudadanos a ser responsables. Y habló de medidas de protección para los sectores económicos más afectados por este reconfinamiento. Escuchando su discurso, uno constata que sí es posible hablar con claridad a los ciudadanos, tratándolos como adultos. No es una leyenda urbana. Existen políticos así, pero, al parecer, no están en España. Sigamos aquí enviando cartas y con polémicas estériles mientras los hospitales se saturan. 

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