Fuerte

 

Leyendo Fuerte, de Roy Galán (Colección Black Birds, de Alfagura) recordé dos escenas de la tercera temporada de Skam France. En una de ellas, Lucas, que está en plena salida del armario, es decir, en proceso de autoaceptación, charla con Mika, su compañero de piso, que es gay y vive su vida con absoluta libertad. Lucas le dice que, vale, él está saliendo con un chico, pero que nunca será un gay al uso, que él no es como esas "locas" que van dando el show en la marcha del Orgullo. "Yo no soy así", dice Lucas. La respuesta de Mika es maravillosa: "no tienen opción. Se trata de vivir su vida, aunque les insulten, amancen o agredan, incluso en Europa. Y se siguen exhibiendo, como tú dices, porque prefieren morir antes que avergonzarse de ser quienes son". En otra de las escenas, Lucas les confirma a sus amigos que Eliott, ese chico de quien hasta hace nada no les había hablado, era su novio. En ese momento, sus compañeros celebran con júbilo la noticia. 

 No es que no termine de superar aquella serie o que esté un poquito obsesionado con ella (¿quién? ¿yo?), es que ambas escenas encajan muy bien con varias de las cuestiones que aborda este libro: la importancia de ser libre, pero libre de verdad, sin pretender gustar a los demás o seguir los caminos que otros trazaron para ti, por un lado, y la necesidad de trabajar para construir nuevas masculinidades distintas a la que busca sentirse fuerte y muy viril a costa de ridiculizar a quien siente, actúa, habla o ama distinto.

El libro, vamos a ello, es conmovedor, muy personal y, precisamente por eso, muy universal, ya que con su intimidad y con su visión propia, conecta con la sociedad actual, con cómo es y cómo podría ser si nos lo propusiéramos. Al comienzo del libro nos cuenta el autor cómo con seis años jugaba con una muñeca y le llamaban "maricón de mierda" por eso. “No entiendo por qué está mal si yo me lo estoy pasando bien sin molestar a nadie”, leemos. Poco después, afirma que escribe este libro "en contra del hombre que me dijeron que tenía que ser, pero, sobre todo, a favor del hombre que quiero ser y que es uno que no tenga una deuda con la masculinidad". 

Entre escenas personales, como la vez que se puso un pendiente con diez años o la primera vez que paseó de la mano de otro hombre por la calle sin sentir miedo, el autor reflexiona sobre cómo el lenguaje no es inocente y sobre los estereotipos tan poderosos, los que nos dicen, abiertamente o no, lo que se espera de nosotros como hombres. También sobre el rol de los hombres en la lucha contra el machismo, que pasa por aceptar el problema en vez de adoptar el argumento, por decir algo, de "no todos los hombres", sin ir más allá, sin censurar lo que sí hacen algunos hombres. El autor se pregunta por qué dicen "no todos los hombres" cuando pueden decir, para empezar, "no al machismo". Y deja una reflexión maravillosa: "por supuesto que no todos los hombres. Si fueran todos los hombres ya no existirían las mujeres". 

En el libro, ilustrado de forma muy bella, también se habla, entre otras cuestiones, de las discriminaciones dentro de las personas LGTB a otras personas, por ejemplo, la fobia a la pluma, o de la agotadora presunción de heterosexualidad. Es especialmente emocionante la parte en la que cuenta todo lo que haría si alguna vez tuviera una hija, todo lo que le enseñaría, todo lo que desearía para ella. También lo que le gustaría si alguna vez tuviera un hijo.

Este libro y Skam France también conectan, al menos, en otro aspecto: la importancia de la representación, la necesidad de sentirse reflejado, de ver y leer a personas como tú, de saber que no estás solo, de constatar que eso que tú sientes no está mal, que tu identidad y tu orientación es tuya y sólo tuya, que el mundo es más diverso de lo que a veces se le presenta en series, películas o libros, y que ser fuerte y valiente es ser uno mismo y tener empatía, no esconderse o juzgar a los demás. Cuánto bien hacen libros como éste, cuánto me alegro de tenerlo cerca ya para siempre. 

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